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Los héroes de Lorca: un filial para la historia

Los cordobesistas, exultantes en el Artés Carrasco de Lorca | LA OPINION DE MURCIA

Rafael Ávalos

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El Córdoba B regresa a Segunda B tras un curso brillante, con unos números envidiables | Claves del éxito son el trabajo del cuerpo técnico y la conjunción del bloque, en el que todos suman

Una temporada para enmarcar. Brillante en el juego y en los guarismos y de matrícula de honor en los logros. Sobre todo el último, que significó el cumplimiento del objetivo marcado, aunque se hiciera ver de otro modo, antes de que comenzara el curso. El Córdoba B cerró este domingo una magnífica campaña con un más que merecido ascenso a Segunda B. El equipo dependiente blanquiverde, el filial para una afición que vibró con él, regresó a la categoría de bronce. El paso por Tercera, en su Grupo 10, fue efímero gracias a una trayectoria admirable y envidiable a partes iguales. El conjunto califal caminó de manera firme en el campeonato regular y acudió a la épica para dar el salto de división por todo lo alto. Goleó en su feudo a un rival, el Lorca Deportiva, que como local sólo había encajado siete goles y nunca más de uno hasta el choque decisivo. El B escribió una página dorada en el libro de su historia y en el de su club. Lo hizo gracias a un bloque conjuntado -elaborado por Emilio Vega y su secretaría técnica-, bien dirigido por Luis Miguel Carrión y seguro de sus capacidades. Un bloque en el que todos aportaron.

CUERPO TÉCNICO: CONTINUIDAD Y SANGRE BLANQUIVERDE

La piedra angular del proyecto, el pilar maestro que debía sostener el edificio del Córdoba B, fue su entrenador. El club decidió a comienzos de junio del pasado año que Luis Miguel Carrión continuara al frente del equipo. El catalán asumió la responsabilidad de dirigirlo en Segunda B en una situación cuasi irreversible y obtuvo un rendimiento tal que rozó la permanencia. Sólo una carambola evitó el final feliz. De ahí que la entidad califal decidiera confiar en el barcelonés para la tarea del regreso a la categoría de bronce. Hubo continuidad para un hombre de la casa -que continuará hasta 2019- al que se le sumó otro cuya sangre es, indudablemente, blanquiverde: Rafa Clavero. Dos ex futbolistas que llevaron, junto a sus compañeros, al primer equipo a Segunda A fueron los elegidos. La dupla mostró su proyección en los banquillos a través del mejor discurso posible: jugar bien para ganar. Así sucedió.

PORTERÍA: SEGURIDAD GARANTIZADA

Tras dos cursos con menor protagonismo, primero por la llegada de Razak y después ante Jon Villanueva, Sillero recuperó el lugar que le correspondía. Es el miembro más veterano del equipo, tanto por trayectoria como por edad. Y eso que sólo cuenta con 22 años -al igual que Pedro Santos-. Integrante de la última generación dorada de la cantera del club, la de aquel juvenil que lograra acabar igualado con el campeón andaluz de División de Honor y brillara en la Copa del Rey, el guardameta mostró a lo largo del campeonato unas cualidades indiscutibles. La meta fue terreno propio gracias a la seguridad que aporta: fue el segundo portero menos goleado del Grupo 10 -en la relación entre tantos y partidos- junto a Isco, del Coria. El Córdoba B contó además con una segunda pieza de garantías en la portería. Pedro Luis, cordobés pero que recaló en el equipo el pasado verano, actuó con solvencia cuando hubo de colocarse bajo palos y colaboró en la imparable marcha del filial. Sin duda alguna, había seguridad garantizada.

DEFENSA: CARÁCTER POLIVALENCIA Y PROYECCIÓN

Buena parte de culpa tuvo también en el buen dato de goles encajados la zaga. De su solidez fueron artífices principales los dos mariscales del eje central: Fran Serrano, indiscutible, y Bijimine, que incluso se ganó el derecho a participar con el primer equipo en Segunda A. El franco congoleño fue una de las pruebas de la importante proyección de que goza la plantilla del segundo cuadro blanquiverde. La otra la puso Abel Moreno, que también actuó a las órdenes de Oltra. El sevillano y Leto, importante refuerzo el pasado verano, ocuparon los flancos de manera más asidua. Los cuatro hicieron gala de un notable carácter sobre el campo, que tampoco faltó en los demás defensas del vestuario. Roser y Antonio Lucena lo hicieron, así como otros hombres que aportaron a Carrión el recurso de la polivalencia. Porque Pedro Santos jugó no sólo en la medular, sino como central y como lateral, una posición en la que estuvieron en no pocas ocasiones los atacantes José Antonio González y Sergio Domínguez. Dos perlas de la cantera dispuestas a dar la cara donde sea necesario. Y con acierto. Los juveniles Samu y Soler también pusieron su granito de arena en la parcela.

CENTRO: VISIÓN Y AUTORIDAD

El trabajo en cada línea resultó de gran importancia para el juego y, por ende, para la trayectoria del Córdoba B. No lo fue menos la medular, en la que dos recién llegados tomaron el timón para ofrecer frescura al equipo. Se trata de Esteve Monterde y Jordi Ortega, que dieron visión y autoridad a los califales. La actuación de esta pareja fue esencial para el equilibrio entre defensa y ataque. Uno apoyado en el otro y viceversa, así como en otros compañeros como el propio Pedro Santos, el encargado siempre de dar músculo y contención al filial cuando era necesario. El juvenil Alberto también tuvo la oportunidad de actuar bajo el mando de Carrión, al tiempo que las bandas fueron este curso un manantial de recursos. Más que destacado fue el papel que jugó otro de los refuerzos del pasado verano, Javi Galán. Velocidad, desborde y gol para sumar. No faltaron en la brillantez por los flancos José Mari, José Antonio González, Sergio Domínguez y Sergio García, este último en la media punta también, al tiempo que el juvenil Raúl Garrido dio buenos detalles en las oportunidades con que contó.

DELANTERA: EL GRAN FESTIVAL

Algunos de los futbolistas antes mencionados bien pudieran serlo en esta línea. Al fin y al cabo, el sistema utilizado por Carrión hizo que el centro del campo y la delantera fueran líneas muy relacionadas. Casi imposible de entender la una sin la otra y al revés. Lo cierto es que en ataque brillaron con luz propia tres jugadores. Entre ellos anotaron el 71 por 100 de los goles del equipo en liga regular: 60 de 85. El máximo anotador fue Moha Traoré, quien con un curso sobresaliente se ganó el derecho de ser reconocido por sí mismo y no como el hermano de Adama. El malí hizo 22 dianas y aportó un buen número de las muchas que marcó el resto del filial, lo que le sirvió para debutar con el primer conjunto califal. Sin duda fue uno de los jugadores más destacados de la categoría, como también correspondió ese honor a Quiles y Sebas Moyano. El onubense se destapó definitivamente como un hombre de área, pero que también suma fuera de ella. Vio puerta en 20 ocasiones en un gran festival ofensivo del que fue artífice importante el canterano, que fue pieza clave ya fuera por banda o en la media punta. Anotó 18 goles. También en este caso hubo participación de juveniles, como Ezequiel o Vera. Este último, que ya jugó en Segunda B, tuvo un papel notable. Mostró una gran proyección y lo hizo de forma activa en el play off: batió al portero rival en la ida y en la vuelta.

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