Así fue la compra fantasma del Córdoba CF por Víctor de Aldama
La noche del 12 de enero de 2011, poco después de las 21.00 horas, la sede del grupo empresarial Prasa respiraba una agitada atmósfera. Sobre una mesa atestada de micrófonos se sentaban cinco personas. A la derecha, José Miguel Salinas y Antonio Prieto representaban los intereses del Córdoba CF. En el centro, un joven de 39 años, pelo engominado, barba recortada y traje gris marengo, acababa de adquirir las acciones de Prasa por 3 millones de euros. Pepe Romero, dueño de la constructora cordobesa, quería desprenderse de su paquete accionarial y desde el verano de 2010 había dado órdenes de venta.
No era una operación sencilla. El club tenía una deuda cifrada en 8,5 millones de euros, que debería ser asumida íntegramente por el comprador. Romero se conformaba con liquidar el pasivo más acuciante. Tres millones de euros. Quien pusiera el dinero sobre la mesa se llevaba uno de los clubes históricos de la Liga española, plácidamente asentado en la Segunda División aquel invierno de 2011. Y allí estaba, en medio de la mesa, el nuevo propietario. Un tipo absolutamente desconocido para la mayoría de los periodistas, que ya en 2008 había intentado pujar por el Córdoba CF.
Nadie podía imaginar que aquel joven anónimo iba a poner en jaque 13 años después al mismísimo presidente del Gobierno. Víctor de Aldama se presentó entonces como apoderado del Grupo Signum Inversores, una compañía controlada por el empresario ecuatoriano Isidro Romero. El flamante dueño del club lanzó las proclamas habituales del universo futbolístico. En tres años, aventuró, el Córdoba CF estaría en Primera División codeándose con los grandes.
“La negociación la llevó directamente Pepe Romero”, revela José Miguel Salinas en conversación telefónica con Cordópolis. El entonces presidente del club solo participó en la firma del acuerdo y en la rueda de prensa posterior. “Pepe Romero declinó en mí la comparecencia ante los medios”, precisa Salinas. Hasta esa noche, no había visto en su vida a Víctor de Aldama ni tenía información sobre su trayectoria profesional. “Yo tuve contacto con Aldama el día de la firma de la escritura. Esa fue toda la relación que tuve con ese señor”, puntualiza.
Salinas asegura que Aldama se presentó a título individual. “No venía en representación de ningún fondo”, sostiene. El empresario y abogado madrileño adquirió la totalidad de las acciones de Prasa, que controlaba el 98,8% de todo el paquete mercantil. Los minoritarios apenas ostentaban el 1%, ya que nunca habían acudido a una ampliación del capital. “Lo que pasa es que esos tres millones de euros no eran para Prasa”, puntualiza Salinas, “sino para eliminar la deuda más perentoria que tenía el club”.
El acuerdo fue firmado ante notario e incorporaba una cláusula que garantizaba el pago de los tres millones en un plazo máximo de 30 días. Si en ese intervalo el comprador no había desembolsado la cantidad pactada, la operación de venta quedaba automáticamente anulada. Y eso fue lo que pasó. “Aldama no ingresó ni un euro. Y a los 30 días se suspendió la venta”, recuerda el ex presidente del Córdoba CF. “Fueron pasando los días y no había movimiento alguno de que fuera a hacer efectiva la cantidad comprometida”.
Aldama no volvió a ponerse en contacto con el club. Al menos, no de manera formal. “Solo tenía relación con Pepe Romero y me figuro que le prometería que el dinero estaba por llegar. Eso es lo que dicen todos los que no pagan”, argumenta José Miguel Salinas. El ex presidente del Córdoba CF cree que Aldama contaba con el hecho de que el dinero de la compra no iba para Prasa sino para enjugar parte de la deuda del club. “Y como él iba a ser propietario del Córdoba de forma inmediata, supondría que Prasa ya no iba a exigirle un dinero de una sociedad donde ya no tenía competencias”.
Sus cálculos erraron. Porque Pepe Romero resolvió el contrato cuando transcurrieron los 30 días pactados en la cláusula y el club revertió a Prasa. “Pepe Romero tenía el compromiso de ser de Córdoba y quería que el club dejara de tener problemas económicos. Por eso no permitió que no pusiera el dinero. Esa es la impresión que me da a mí”, reflexiona Salinas.
No puedo decir que aquel día me causara ninguna impresión, ni favorable ni negativa
El ex vicepresidente de la Junta en los años ochenta no tiene una opinión formada sobre el empresario que ahora está poniendo en apuros al Gobierno de Pedro Sánchez en el mediático caso de las mascarillas. “Realmente lo conocí en una ráfaga y no puedo decir que aquel día me causara ninguna impresión, ni favorable ni negativa”, afirma. “Solo puedo decir que era un chico joven. Y su caso no es único. Hay mucha gente que firma documentos de escritura pública para comprar algo y después no lo compra. O lo compra y no paga. Eso es habitual en el mundo del fútbol”.
Tampoco le ha suscitado ninguna reacción particular la irrupción de Aldama en la escena política. “No he pensado gran cosa, la verdad. Se ha debido dedicar a esta clase de cosas. Luego compró el Zamora, ¿no? Yo tengo muchas cosas que hacer como para preocuparme por este tipo de personas”, sostiene al otro lado del teléfono.
Víctor de Aldama firmó la fallida compra del Córdoba CF en 2011 de la mano del empresario ecuatoriano Isidro Romero, ex presidente del Barcelona de Guayaquil, que en aquella operación guardó un discreto segundo plano. La relación mercantil entre ambos arrancaba desde, al menos, 2010. El 5 de junio de ese año, Víctor de Aldama había sido nombrado presidente de la compañía Signum Ecuador, que fue constituida un mes antes en Quito, según una investigación publicada por Diario Red. Al parecer, Signum Ecuador incorporó otras tres firmas radicadas en paraísos fiscales. Y fue su división hispana Grupo Signum Inversiones quien adquirió las acciones de Prasa. Víctor de Aldama, según esta misma información, se convirtió en el brazo derecho de Isidro Romero en España para diversas operaciones empresariales.
El joven empresario había expresado su confianza en el cuadro técnico del Córdoba, dirigido aquel año por el entrenador Lucas Alcaraz. “No quiero revoluciones”, llegó a decir en aquella comparecencia pública tras la firma del acuerdo. Otras informaciones señalaban que el pago se haría efectivo a través de una transferencia bancaria procedente de México. Los 3 millones de euros nunca llegaron. Y en la segunda semana de febrero, Prasa dio por rota la venta del club a Signum Inversores.
Quien sí firmó en junio de ese mismo año fue otro empresario afincado en Madrid, Carlos González, al frente de la compañía Ecco Documática. Fuentes del club consultadas por Cordópolis sostienen que las conversaciones con Carlos González ya habían comenzado varios meses antes. Y que las dos ofertas sobre la mesa provocaron una división interna en el corazón del propio Córdoba CF. “Me dijeron que la compra con Aldama estaba hecha”, asegura una fuente que prefiere mantener el anonimato. “No sé qué pasó. Me reunieron en un despacho y me dieron a elegir en qué bando iba”.
Según esta versión, el entrenador y el vicepresidente del club apostaron por Víctor de Aldama. Lucas Alcaraz y su equipo técnico acabaron saliendo del club en cuanto Carlos González se hizo con las riendas. De hecho, en la temporada siguiente quien se puso al frente del banquillo fue Paco Jémez. La operación se llevó en absoluto hermetismo. Aldama nunca se dejó ver por las oficinas del Nuevo Arcángel. “Y de Carlos González nunca supe nada hasta la venta final”, indica un antiguo empleado que fue despedido por el nuevo propietario. González puso 250.000 euros sobre la mesa y un compromiso de otras tres entregas dinerarias en los meses siguientes, según la fuente consultada por Cordópolis.
Aldama se esfumó. Con la misma velocidad que firmó el acuerdo de compra fantasma desapareció de Córdoba sin dejar rastro. Hasta que 13 años después un escándalo de presunta corrupción lo coloca al frente de una trama que amenaza seriamente al Gobierno de Sánchez.
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