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ENTREVISTA

Rocío Márquez: “Hemos equivocado el sentido de la palabra libertad: creemos que está fuera y tiene que empezar dentro”

Rocío Márquez

Juan Velasco

18 de noviembre de 2025 20:30 h

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¿Cuántas cadenas caben en un olé que se canta y cuántas en un olé que sólo se piensa? ¿Cuántas llaves de las que uno guarda en su zaguán son capaces de abrir esas cadenas? La cantaora Rocío Márquez (Huelva, 1985) descubrió hace un tiempo que, por cada cadena que la amarraba, había una llave que la liberaba. Y se afanó en hacer su pequeño ajuar. Un ajuar construido sobre un conocimiento extenso del flamenco ortodoxo, y bordeado por la excelente pentalogía de discos que ha publicado en la última década la más morentiana de todos los artistas flamencos actuales.

De El niño (2014) a Firmamento (2017), pasando por Visto en el Jueves (2019), subiendo al Tercer Cielo (2022), junto a Bronquio, para, desde arriba, rematar este año con Himno vertical (2025), una nueva vuelca de tuerca, en este caso al alimón con el guitarrista clásico (pero vanguardista) Pedro Rojas Ogáyar. El hilo que une esas obras es la voz y el pálpito creativo de una artista que siempre es ella misma, aunque siempre esté en continuo movimiento. Una cantaora que, desde hace ya años, es letrista, compositora y productora de su música.

Y exploradora de mundos. Desde su casa en mitad del campo, rodeada de perros, atiende Márquez a Cordópolis, un par de días antes de que estrene en el Gran Teatro de Córdoba la versión escénica de su último disco. Como ocurrió con Tercer cielo, entre lo que se ve y se escucha sobre la tarima y lo que escupe el reproductor habrá cambios. Reconoce, por tanto, los nervios. Y que son tan parte de ella como las cadenas sobre las que pisa desde hace tiempo sin pincharse.

Sigo atravesada por 'Tercer cielo' y por todas esas posibilidades vocales y sonoras que descubrí

PREGUNTA (P.). ¿Qué es lo que vamos a ver este jueves en la presentación en Córdoba de Himno vertical?

RESPUESTA (R.). Pues mira, es la propuesta escénica de este repertorio musical, Himno vertical, dirigida por Fran Torres, con diseño de luces de Benito Jiménez (Los Voluble) y de sonido de Javi Mora. Estamos con muchísimas ganas, porque es que, ten en cuenta que este espectáculo lo estrenamos por primera vez en la feria de Vic, que fue superbonito. Pero eso fue en septiembre, así que, aunque realmente es la segunda vez que lo vamos a poner en pie estamos casi estrenándolo de nuevo. Tiene esa energía de las primeras veces: ganas de compartir, esos nervios bonitos… Y muy agradecida, porque está siendo un proceso muy sanador para mí y para el equipo. Teníamos muchas ganas de cantar, de contar, de tocar todo esto, y ya vemos que es una realidad. Y claro, poder estar en un marco como el del Concurso de Córdoba es algo que agradezco muchísimo. Me parece una programación muy valiente.

P. La verdad es que es un disco con muchas capas —ahora hablaremos de él—, pero sí me gustaría preguntarte cómo llegas a Himno vertical, porque venías de hacer un disco también con muchísima fuerza, Tercer cielo. ¿Te costó mucho bajarte del Tercer cielo?

R. Bueno, realmente yo creo que en Tercer cielo hemos estado todo el tiempo que ha necesitado. Y, de hecho, seguimos estando, así que no me ha costado. Esto llegó con una necesidad propia, con un carácter propio. Empezamos a juntarnos Pedro y yo, a improvisar, y me alucina la rapidez con la que llegó este trabajo frente a otros que han necesitado mucho más tiempo. Creo que esa rapidez pudo darse porque los años anteriores ya se estaba gestando de manera inconsciente: desde las letras, desde los procesos vitales… Cuando nos pusimos a hacerlo, salió a borbotones, porque ya llevábamos mucho tiempo cultivándolo y alimentándolo.

Rocio Marquez, con 'Tercer cielo', en Córdoba

P. El título del disco es Himno vertical, pero su contenido, al menos para mí, es más bien circular.

R. Qué bonito eso. Sí, totalmente. Lo de “vertical” es un guiño a Roberto Juarroz y su Poesía vertical, que nos acompañó en los primeros encuentros y en las primeras improvisaciones. Luego fue mutando, pero queríamos honrar ese origen. Y lo circular está muy presente. Esas líneas verticales también se entienden como visiones espirituales, y todo tiene que ver con lo circular: no hay vida sin contemplar la muerte, y para que algo muera antes tiene que estar vivo. Ese círculo es eterno, por eso tiene sentido unir lo circular y lo vertical. En lo sonoro, todo este tema de los bucles también viene porque, aunque tenga vida propia, yo sigo atravesada por la experiencia de Tercer cielo. Todas esas posibilidades vocales y sonoras que descubrí con Santi reaparecen y vuelven; han cogido fuerza y siguen buscando camino.

P. Lo ancestral, en el fondo, era muy loopero.

R. Totalmente: todo el rollo mantra, lo popular, lo repetitivo… Incluso las canciones infantiles, fíjate. Son muy repetitivas.

P. Es un disco en el que la muerte tiene un peso esencial, ¿no? En su propia génesis. ¿Por una cuestión personal?

R. Sí. Cuando Pedro Rojas Ogáyar —mi compañero maravilloso— y yo empezamos a juntarnos para improvisar, estábamos atravesando el duelo de dos personas muy queridas: yo de mi prima Nuri, que era como una hermana, y él de su padre. Eso estaba latente y surgía sin pensarlo. Teníamos varias líneas que queríamos investigar, pero lo interesante fue que, cuando nos pusimos a hacerlo, esto fue lo que vino. Por eso también me planteo el tema de la autoría: quién hace realmente la obra, cuando a veces ni siquiera tú habías intentado dirigirla hacia ahí, pero es lo que sale porque es lo que tienes que cantar o tocar.

Me he permitido que viniera lo que tuviera que venir, sin pensar si puede generar rechazo

P. Una de las cosas que más me gusta es esa idea de “la palabra que fecunda”. ¿Somos esclavos de nuestros pensamientos o de en lo que se convierten cuando los hacemos palabra?

R. Yo creo que la esclavitud empieza siempre en el pensamiento. Hemos equivocado el sentido de la palabra libertad: creemos que está fuera, cuando tiene que empezar dentro. Y para eso hay que desidentificarse de los pensamientos y de las emociones, y eso es difícil. Se trata de ir poniendo conciencia poquito a poco.

P. Aquí también te lanzas de nuevo a escribir tus letras. A veces tomas versos prestados, a veces son tuyos, a veces surge lo que surge, como decías. ¿Podemos decir que la renovación de las letras es ya una marca personal?

R. Es una necesidad personal. Y tengo la suerte enorme de estar rodeada de gente como mi amiga Carmen Camacho, que es maravillosa. Contar con su mirada, con su corrección, me da seguridad y me quita limitaciones o miedos que tenía antes, ese “a ver si no va a estar a la altura”… Eso se me va desvaneciendo. La escritura es una forma más de expresión. Aunque sea cantaora, me interesa el arte en todas sus facetas, y estoy intentando permitirme todas las que puedan darse.

Rocío Márquez en la presentación de 'Daño', de Antonio Manuel, en Cosmpoética | TONI BLANCO

P. O sea que podemos decir que el arte realmente sí es fecundo.

R. Por lo menos intentarlo. También creo que hay una parte que está por encima de nosotras. Esto que está tan de moda de decir que “somos canal”: yo con este trabajo lo he experimentado muy fuerte. A nivel literario y musical. Encontrarte haciendo recursos que ni sabes cómo los estás haciendo. Esa experiencia ha sido muy potente.

P. Otra de las claves del disco es cómo exploras todas las posibilidades de tu voz. Aunque sea un sello personal, sorprende del rango vocal y la exploración que haces con tu instrumento, llegando quizá todo lo lejos que puedes hasta este momento.

R. La clave, quizá es eso que has dicho, eso de “hasta este momento”: estas son mis capacidades ahora. No sé en otro momento. Me he permitido que viniera lo que tuviera que venir, sin pensar si esto es tal o cual, si puede generar rechazo porque no es lo más digerible. Pero todo eso me conecta con el permiso y el cuidado hacia mí. Y también con la necesidad del arte de incomodar a veces. Es algo que intento recordarme: estar conectada conmigo misma y ser honesta.

P. Vivimos en una época donde todo está sobreproducido. Este tipo de discurso y de riesgos son llamativos y pueden generar rechazo, pero no todo tiene que ser blanco y blando.

R. Totalmente. Ahí creo que compartimos visión de arte. Hay propuestas más suaves, y es maravilloso cuando salen del alma. Pero también es maravilloso permitirnos otras cosas cuando vienen otras cosas. Para mí también es un trabajo no limitarme por mis gustos. Si voy a ver a alguien que está en parámetros alejados de mí, intentar disfrutar su propuesta. Cada proceso y cada ser humano es maravilloso cuando hay honestidad. Me chirría cuando veo que no hay esa conexión.

P. Una última pregunta: ¿una es tan buena como la gente con la que escoge trabajar?

R. Guau, esa es buena. Yo creo que eso no es solo en la música, es en la vida. Hay una teoría que dice que las cinco personas con las que más tiempo pasamos acaban condicionando nuestra forma de pensar y sentir. Creo que todo funciona por vibración. Nos juntamos con gente que ve la peli o siente parecido a una. Si no, poco a poco te vas alejando. Y, para un proyecto, con el tiempo y energía que requiere, tiene que haber una vibración parecida. Si no, acaba saltando por los aires.

Hay propuestas más suaves, y es maravilloso cuando salen del alma, pero me chirría cuando no ves esa conexión

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