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Larga vida al heavy metal

Biff Byford dándolo todo sobre el escenario de La Axerquía | TONI BLANCO

Alfonso Alba

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Si a los flamencos le gusta lo jondo, el cante puro, la esencia, y odian la fusión, a los heavys les apasiona música como la de los británicos Saxon, que en la noche de este viernes le metieron toda la electricidad que pudieron al teatro al aire libre de La Axerquía. Al igual que a los flamencos más puros, a los de las tabernas y los palos ortodoxos, a los heavys no le gustan esos grupos que intentan incorporar nuevos ritmos, que se intentan fusionar con elementos extraños o con otras músicas. Y esos son Saxon.

Los británicos, y sus cuatro décadas de conciertos a sus espaldas, llegaron este viernes a Córdoba, donde ofrecieron un concierto perfecto para sus fans, los heavys de toda la vida a los que les encanta un solo de guitarra aguda, una batería contundente, unos ritmos potentes, las largas cabelleras al viento haciendo el molinillo y levantar los puños hacia el escenario dándolo todo. Si el heavy metal fuese un género puro los Saxon, probablemente, podrían ser los que lo lleven a un nivel más perfecto, con un sonido más limpio. Pero no deja de ser heavy, puro y duro, al fin y al cabo.

Los primeros Saxon, los más gamberros de finales de los setenta, se llamaron al principio de los tiempos Son of a bitch, literalmente hijos de puta. Rápidamente optaron por un nombre que en castellano puede sonar muy exótico pero que en inglés no deja de significar Los Sajones, una de las tribus británicas. Algo así como si Barón Rojo hubiesen sido Los Castellanos.

Más allá de eso, los Saxon mantienen la esencia de 40 años de heavy metal en el que nunca han defraudado a sus fans, que en Córdoba son bastantes, aunque no suficientes como para alcanzar algo más de la mitad del aforo de La Axerquía. Pero qué fans. Durante una hora y media larga de concierto, los británicos y el público entraron como en una especie de trance heavy que dejó a ambos más que satisfechos.

Biff Byford, el casi septuageniario vocalista, no paraba de repetir “qué maravilloso público” viendo cómo las primeras filas se entregaban a un heavy limpio pero que entraba con contundencia por sus oídos. Byford, ataviado como un almirante Nelson que no paraba de vigilar su barco-escenario a babor y estribor, sacó su teléfono móvil (con su carcasa con la bandera británica) para grabar un vídeo a un público entregado que pidió bises y más bises.

El Festival de la Guitarra hace años que ha apostado por incorporar al heavy metal, consciente de que se trata, quizás, del público más fiel de todos, y también el más transversal. En las gradas de La Axerquía se cruzaban miradas, gruñidos y puños levantados los heavys de toda la vida con algunas nuevas incorporaciones de las nuevas generaciones, menos numerosas que aquellas que llenaban conciertos en los setenta y los ochenta. Sin embargo, y a diferencia de otros ritmos, el heavy sigue vivo. God save the heavy metal.

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