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Juan Diego Calzada se transmuta en Isabel Do Diego: “He hecho una distopía sonora”

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Marta Jiménez

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Como el resto de los mortales, Juan Diego Calzada vive en un limbo. Una de las almas de la compañía teatral Vértebro pasa el enclaustramiento en su pueblo, Villa del Río, rodeado de su familia y con la naturaleza a un paso. Mientras su compañía se encuentra en “Barbecho”, con lo escénico aplazado, Calzada publicó el pasado día 13 su primer álbum, Depueblo, bajo el alias y/o personaje de Isabel Do Diego. Un trabajo que se puede escuchar en diferentes plataformas y que también puede verse en varios vídeos.

La apuesta sonora de este hombre escénico ha sido fruto de otro confinamiento impuesto y artístico que le ha llevado años, introspección y muchos descubrimientos biográficos. El resultado es una distopía electrónica muy en sintonía con el tiempo que nos ha tocado vivir.

Tomando como punto de partida Serenata Andaluza perteneciente a la suite de las Tres piezas de la juventud (1900) de Manuel de Falla, este trabajo tiene ecos de la llamada del campo, herencia sonora del abuelo del autor/a, y se ha enriquecido con beats, samplers y sintetizadores, además de voces que trashuman.

Una videollamada con el tiempo pausado y el cantar de los pájaros al fondo dio lugar a la charla que sigue.

P. Publicar un disco el viernes 13 de marzo de 2020 suena a ironía del destino.

R. Claro, yo no soy Lady Gaga, que ha podido aplazar la salida de su disco. Intenté aplazarlo, pero no se podía, no era factible. Pienso que estas plataformas que acogen mi música (Spotify, Bandcamp, Youtube Music, Deezer, Amazon Music...) no son discográficas, son empresas. No avalan a artistas, esta es mi idea, pero no tengo una respuesta concreta.

P. ¿De dónde nace este proyecto sonoro? ¿Se trata de un alejamiento de lo escénico?

R. Acercarme a lo estrictamente sonoro nace en 2013. Siempre me han interesado las artes en general, el teatro engloba todas las artes y representarlo en vivo hace que atraviese más fuertemente al ser humano que lo recibe. En Vértebro he desarrollado mucho el espacio sonoro. Ha sido mi gran escuela. De ahí la necesidad de trabajar solo lo sonoro en formato álbum. El proceso ha sido lento -se ha sucedido entre 2013 y 2020-, de reconocer cuál era mi esencia y me ha llevado muchos años. He reconocido una capa en unos años concienzudos en cuanto a este disco que me llevará a otros lugares.

P. ¿Y la transmutación en Isabel Do Diego?

R. No quería que apareciera mi nombre ni ser la figura central del proyecto. En realidad, quería llevar mi cuerpo a otro lugar, crear un personaje. El nombre proviene de mis abuelos maternos, Isabel y Diego. Si me dedico al arte es gracias a ellos, así que quería jugar con el nombre y la identidad híbrida. Todo tiene que ver con ellos. Hay canciones para Isabel (requiebro por labios) y para Diego (requiebro por manos), que son declaraciones de amor en su despedida, ya que ambos murieron en el proceso de creación de este álbum. Por lo que al final éste ha sido un proyecto muy biográfico, una propuesta más extensible y la creación de un universo propio.

P. En el que hay dos realidades que confluyen: la de las melodías vocales y las sonoras.

R. Diferencio la melodía vocal de las bases sonoras. Quería que lo analógico fueran las voces de los seres vivos, animales y tormentas, y que la base instrumental no fuera reconocible, que el campo se abriera a que cada uno lo llevara a un lugar, algo que me ortogaba la electrónica más experimental. En estos parámetros trabajé. A nivel melódico no lo considero experimental, me baso en experiencias de mis abuelos, es como si fuera un archivo histórico. Entre las voces hay llamadas tradicionales del campo, algo que luego hago más presente y lo llevo a otro lugar.

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P. Ya que has utilizado el adjetivo ¿este trabajo es sobre todo un experimento?

R. Para mí es como si Isabel Do Diego, el personaje, estuviera en un siglo XXIII en plena naturaleza y su manera de comunicarse fuese a través de las voces. Todo lo demás son máquinas. Por eso es una distopía sonora. Cuando salió el disco me sentí hasta mal de estar en una distopía real, de hacerlo público en este momento. Menos mal que ya me he quitado ese látigo fustigante.

P. A lo mejor es este el mejor de los momentos para degustarlo.

R. La acogida está siendo muy buena, hay mucha gente que no conocía mi faceta sonora. Es verdad que le va bien esta desaceleración, el poder hacer las cosas ahora con más calma.

P. El título, Depueblo, ¿es una declaración de intenciones?

R. Es que este disco ha salido escuchando el lugar en el que estoy, Villa del Río. Se trata de un trabajo que he ido haciendo en los huecos que me dejaba Vértebro. Pero también tiene una importante conexión con el norte rural. En verano de 2018 me alquilé una casa en Izurtza (Vizcaya) y ahí cobró sentido. Villa del Río ha sido otro pilar importante, ya que el groso de este álbum se ha hecho en pueblos, aunque también tenga creaciones realizadas en Ciudad de México, San Cristobal de la Laguna, Madrid, Barcelona, Durango, Torre del Mar y Córdoba.

P. La esencia es rural.

R. Es una lucha entre la ciudad y la idea de pueblo. Había algo en mí que me llevaba a esos lugares rurales para aislarme, tanto en el norte como en el sur. Compuse muchos temas en el País Vasco, conocí a cabreros, incluí cánticos, grabaciones de naturaleza, todas de Euskadi, pero también a un coro de mujeres de mi pueblo. Aunque, por otro lado, en el disco también hay voces y sonidos sexuales reales.

Me gusta definirlo como folclore brutalista, algo añejo que no malo. la idea de Depueblo es la de recoger un pueblo distópico, de otro lugar y de otro tiempo, un lugar avanzado. Es cierto que es una declaración de intenciones, ser de pueblo, algo que tiene identidad y verdad. En mí existe la convivencia de lo rural y lo urbano, soy alguien que transita pueblos y urbes, vanguardias artísticas sin perder la belleza y la verdad de un pueblo. Eso me  coloca en otro lugar, intermedio.

Ser de pueblo no es ser mejor, de hecho yo salí huyendo con 18 años. Así que este trabajo ha sido una especie de reconciliación y reencuentro con el pueblo. Darme cuenta que vivir por temporadas en las urbes es dejarte transitar y no olvidar que eso también está en los pueblos, el ecologismo, la desaceleración. Sigo transitado hechos artísticos, tradición, muchas capas, pero me di cuenta al final del proceso de mi esencia. El disco lo terminé en el local de ensayo de la Agrupación Musical de Jesús Nazareno de mi pueblo, que me dejó estar allí, ya que es muy adecuado acústicamente. Existe una relación de amistad con Vértebro y terminé ahí el disco, rodeado de instrumentos de banda de Semana Santa, con imágenes de Jesús Nazareno... Eso soy yo, eso es Isabel Do Diego. Ahí me di cuenta de toda esa esencia.

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P. ¿Ha sido un trabajo muy solitario?

R. Digamos que un 90% ha sido en solitario. Hay voces que no son las mías y el proceso final ha sido masterizado por Enric Peinado.

P. ¿Qué planes tienes con Depueblo?

R. Estoy pendiente de hacer directos en estudios, en radios, una vez que pase todo esto, no tengo prisa, estoy en otros parámetros lejanos a las modas. Es más la aproximación a un universo sonoro. Un puente que lanzo al público para que en directo se despliegue con la performatividad del personaje. Quiero contar con más personas en el directo, a ver si la circunstancias lo permiten.

El disco es un puente para llegar al directo por eso el proceso ha sido más largo. Me impuse el dogma de no pensar en la imagen y en lo visual, que la primera capa fuera el sonido. Una vez superada, me puse a pensar en la imagen. Me gustaría que hubiese tres personas en escena. Vislumbro músicos performáticos y no un directo al uso como conocemos de otros músicos. El set y el vestuario ya están creados y grabaré canciones ahí.

P. ¿En qué consiste el “Barbecho” de Vértebro?

R. Estamos parados desde noviembre de 2019. De hecho, grabé el disco en esas fechas, una vez que paramos. Nos hemos tomado 2020 para repensar y desacelerar después de estar siete años sin parar de producir. Ahora queríamos pensar sobre lo que nos mueve. Ha sido un crecimiento profesional y familiar, no puedo desligarlo. Llevamos trece años juntas, aunque para algunos parezcamos emergentes. Luchamos por una manera de hacer en el trabajo artístico y en las maneras de relacionarnos con la industria. A no todo le puedes decir que sí.

P. Vivisteis en primera persona el ataque ultracatólico y legionario a una de vuestras obras [Dios tiene vagina tuvo a gente rezando el rosario a las puertas del madrileño Matadero, donde se representaba, y una querella de Abogados Cristianos que no logró suspender la obra] ¿Cómo os ha afectado?

R. Quiero seguir creyendo en la educación como pilar básico para el entendimiento y el diálogo, no tenemos que pensar lo mismo. M¡ fe es agarrarme a la educación, no a la reglada solo, sino al diálogo sosegado, al equilibrio, quiero seguir creyendo en eso porque si no ¿qué nos queda?

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P. ¿Miras a esta crisis con ojos de ánimo o de desánimo?

R. Me obligo a pensar que vamos a salir como comunidad fortalecida, de todos a una. Espero cambiar paradigmas entre todas a nivel político. Hay que tomar en su justa medida esta alerta, sin dejar que el miedo nos lleve. Los acontecimientos van cambiado por horas. Me recuerda a algo bíblico, como una plaga que está por encima de la especie humana. Este es un golpe a la superioridad de la especie humana, a creer que somos infalibles, inmortales.

P. ¿El enclaustramiento te ha traído calma?

R. Al principio no, pero ahora estoy trabajando desde el gozo, no desde el sufrimiento ni desde la urgencia. La urgencia es para los que están trabajando con la gente, yo puedo estar en otro lugar.

https://www.youtube.com/watch?v=gvGARiNXRI0&authuser=0

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