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BOLETÍN | Pasan cosas, apúntate a la nueva ‘newsletter’ cultural de Cordópolis

Portada Boletín Cultura.

Juan Velasco

2 de octubre de 2025 20:22 h

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Cordópolis comienza este viernes a enviar un boletín cultural con el nombre Pasan Cosas, en el que Juan Velasco, coordinador de Cultura, va a resumir los principales hitos culturales de la semana, además de recomendar libros, discos y películas que se pueden ver en la ciudad y la provincia. Además, cada semana, una firma invitada recomendará tres cosas que hacer en Córdoba.

Los socios de Cordópolis pueden ver desde este jueves parte del contenido de la Newsletter, que llegará a las bandejas de entradas los viernes por la mañana. Si quieres suscribirte a Pasan cosas de forma totalmente gratuita, puedes hacerlo en este enlace: https://usuarios.eldiario.es/boletines/#cultura

El otoño cultural (y revolucionario)

Un poeta dijo hace poco que amor en cordobés se dice otoño (si no fue así, así lo recuerdo, querido José). Me parece una bonita manera de resumir la mejor época del año en esta ciudad que, desde hace ya tiempo, tiene dos temporadas altas: el Mayo Festivo y el Otoño Cultural. Y el buque insignia de esta última marca es el festival Cosmopoética, que está a punto de terminar su edición número 22, y la primera con la periodista, poeta y escritora Azahara Palomeque al frente.

Para un festival cuyo origen es un mito (aunque lo más parecido a un hecho es contar que nació en un bar y copiando una cita previa -que se hacía ¡en Murcia!-), la edición que se está cerrando significará la consolidación de una certeza: Es chocante que en estos 22 años ninguna mujer haya estado al frente de Cosmopoética. Es chocante porque Córdoba cuenta con poetas laureadísimas (de Ángeles Mora a Juana Castro, pasando por Elena Medel -que fue asesora literaria entre 2014 y 2016-, María González, o Estefanía Cabello, por trazar un viaje intergeneracional). Y también porque hace ya unos cuantos años que algunos partidos y sectores sociales exigen una equidad a la hora de confeccionar la programación de los festivales públicos (eso da para otro tema, pero está ahí).

Ese día ha llegado. Palomeque, se puede decir ya, ha confeccionado junto a su equipo un programa que ha aparcado parte de los guiños pop de los años de Antonio Agredano para buscar una simbiosis entre poesía y pensamiento. No es que eso no lo hubiera antes (igual que en esta edición también hay música), sino que se ha priorizado este tipo de encuentros frente a propuestas a priori más mainstream pero menos nutritivas.

Publicidad de Cosmopoética 2025

El festival ha arrancado con las críticas de Vox, que en los seis años que lleva en el Ayuntamiento, nunca había mostrado interés en este evento. Su nota de prensa, lanzada cuando quedaban apenas unas horas para que arrancara el festival, no tuvo mucho eco, en buena parte porque la mercancía que llevaba estaba averiada (la organización nunca se comprometió a traer ningún Premio Nobel, como sostenía el comunicado). ¿A qué intereses responde? Yo tengo mi teoría, pero aquí estamos para hablar de otras cosas.

En cualquier caso, Cosmo termina mañana con una fiesta en la plaza de las Cañas organizada por El Colectivo (a quienes le dedicamos un perfil aquí), y ya tendrá tiempo el equipo de hacer su balance. También lo hará la propia ciudad que, sin apenas tiempo para asimilar Cosmopoética, por delante ya tiene Flora y la Feria del Libro, que este año quiso salir de la primavera para reagendarse como otro activo más del Otoño Cultural, una marca que comenzó a promocionarse hace once años y que este 2025 ha recuperado algunas de las hojas que se cayeron el año pasado (Jardín Alhambra), aunque ha dejado perecer otras (Festival de Piano Guadalquivir).

Lo importante, en cualquier caso, es que en esta ciudad pasen cosas.

(Todo lo que está mal de) El salvador blanco 

El lunes pasado, estuve viendo One battle after another, la nueva película de Paul Thomas Anderson (en adelante, PTA). Había intentado no dejarme llevar por el hype que se ha articulado alrededor del film (cosa muy difícil, en vista de la campaña tan bestia que han hecho en redes sociales desde Warner Bros). Bueno, ha sido imposible y es igual: en mi opinión, la película es una obra de arte incontestable, además de un film del que se va a seguir hablando dentro de 15 o 20 años por su capacidad para generar iconografías.

No quiero hacer spoilers, pero es casi obligatorio remitirse a los hermanos Coen y, más concretamente a The big lebowsky y Burn after reading: historias de humor retorcido en las que la trama principal es un mero reclamo (el cine negro o el thriller de acción político) para retratar a un sustrato oculto de la sociedad a partir de un atajo de protagonistas asociales. Esa es, a priori, la médula espinal de One battle after another.

Ahora bien, el director de Magnolia There will be blood opta por ampliar la lente (de kubrickianas maneras) y acaba dibujando una especie de fresco sobre la situación actual de su país. Y ahí viene lo realmente interesante. Porque, en un momento en el que muchos autores -y lectores y espectadores- están buscando en el pasado histórico el modo de explicar el auge del fascismo actual, PTA ha hecho el camino inverso: usa el aquí y ahora para reescribir el pasado y empujarnos a pensar que lo que vivimos, en realidad, es un presente continuo protofascista que va de Ronald Reagan (la época en la que se ambienta la novela de Pynchon que inspira la película) a los últimos años de George W. Bush y los primeros de Barack Obama (la época del prólogo inicial de la película), para acabar en este exacto momento.

Esa decisión invalida por un lado las críticas de los sectores más conservadores, que ya la acusan de ser una película anti-Trump (algo imposible, pues el guion y el proyecto es muy anterior a su última victoria), pero también muestra la ceguera de cierto sector progresista, que piensa que los campos de detención de migrantes son un invento de Trump, cuando lo cierto es que EE.UU. lleva décadas militarizando la frontera sin que ningún gobierno demócrata (Clinton, Obama, Biden) haya dado pasos para cambiarlo. Eso sí, que la película se haya estrenado días después de que Trump haya decidido que el movimiento antifascista en una organización terrorista convierte la mirada de su creador directamente en visionaria.

Hay otras críticas que acusan a PTA de contar de nuevo la historia del salvador blanco. Incluso asumiendo que ese sea el interés principal de One battle after another (y no lo es), el hombre blanco es el arquetipo étnico que peor parado sale de una película en la que las mujeres negras son semidiosas y en la que la comunidad hispana se muestra como un ejemplo de resiliencia y hermandad. Por el contrario, todos los personajes blancos que tienen algo de peso en el film traicionan sus ideas por cuestiones personales (ambición, miedo o pereza).

De hecho, en el que quizá sea el diálogo más brillante del film, el personaje de Benicio del Toro le explica a un paranóico Di Caprio que nada de lo que ocurre en pantalla es culpa suya y que, desde luego, que el fascismo persiga y detenga a migrantes no es algo nuevo para su gente: “relaja el ego”, o algo así, le espeta.

Dejando la política a un lado, la película es un camión de 50 toneladas. Salí del cine atropellado, pero con la sensación de que necesitaba volver a tumbarme en la carretera para que me pasara de nuevo por encima. Los Óscar, si es que le caen (y creo que Sean Penn, la música de Jonny Greenwood y la dirección del propio PTA tienen papeletas), son indiferentes. Lo cierto es que la película, pese a ser anticonvencional y muy política, está funcionando en taquilla (y era importante, ha costado una millonada). Y, sobre todo, que pase lo que pase, va a ser el reflejo cultural de estos años locos que está viviendo Estados Unidos.

La crítica de Javier Zurro, magnífica como siempre, está en este enlace.

Entrevista con Azahara Palomeque

Tres cosas, según Azahara Palomeque

  1. 'Huríes', de Kamel Daoud. “El dictador conoce el poder de la literatura, por eso encierra a los escritores”, decía el pasado sábado el escritor argelino Kamel Daoud en un encuentro con la prensa. Hablaba alguien que, durante la llamada 'década negra' de Argelia —época que sirve de telón de fondo a esta novela— ya ejercía como reportero, cubriendo algunas de las masacres de una guerra civil que causó más de 200.000 muertos. Con Huríes, ha vuelto a enfadar al gobierno de su país (del que se exilió en 2020), que ha prohíbido su publicación, además de ganar el Premio Goncourt, la máxima distinción de las letras francesa, con una novela que narra la vida de una joven muda desde que un islamista la intentó degollar.
  2. 'Un hombre libre', de Laura Hojman. Curiosamente, el escritor español Agustín Gómez Arcos también fue finalista del Premio Goncourt. Fue en el año 1978 gracias a Escenas de caza. Para entonces, ya llevaba varios años exiliado en Francia y escribiendo en una lengua que no era la suya. La historia de este dramaturgo y escritor está en Un hombre libre, un documental dirigido por Laura Hojman y producido por el cordobés Guillermo Rojas, que explora su trayectoria, desde su infancia en Enix hasta su reconocimiento internacional, destacando su valentía al abordar temas como la memoria democrática y la identidad de género. 
  3. Disfrutar del Otoño Cultural.

La canción de la semana

A veces, muy pero que muy a veces, los algoritmos te ofrecen cosas con sustancia.

El domingo, un artículo sobre Jeff Buckley me llevó a la demo de la canción que nunca pudo grabar junto a Elizabeth Fraser, la cantante de Cocteau Twins. La cosa es que llevaba años sin escuchar All the flowers bend towards de sun y ahora vivo instalado en ella desde hace cinco días. Y creo que es la cosa más bonita que nunca se pudo grabar.

Con ella os dejo.

Hasta el viernes próximo.

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