La flor que abrió el asfalto y las riendas de Cosmopoética: “La poesía es resistencia en un mundo adicto”
A la poeta, escritora y traductora Azahara Palomeque (Castro del Río, 1986) le brotó de la tierra en Cádiz toda una biblioteca antigua. Iba andando, camino de la estación de trenes, de vuelta para Córdoba, y una montaña de libros la esperaba junto a un contenedor. A su lado, dos operarios apilaban más trastos, provenientes de una mudanza, mientras esperaban un camión que depositara todo ese saber en un vertedero.
Algunos de ellos no pudieron sortear ese destino. Otros, entre ellos algunos ejemplares muy antiguos de la revista Cántico, sin embargo, acabaron viajando en aquel tren de vuelta a Córdoba, la ciudad en la que, desde hace un par de años, vive esta mujer menuda, enérgica y persuasiva que, desde esta edición, lleva las riendas curatoriales de Cosmopoética, un festival que, en sus dos décadas de vida, siempre había sido dirigido por hombres.
No tengo síndrome de impostora
PREGUNTA. El lema de esta edición es “Una flor abrió el asfalto”. No sé si has pensado que tú eres la flor que ha abierto una grieta en un mundo que, hasta este año, había sido copado por los hombres.
RESPUESTA. No lo pensé así. Y desde luego no lo concebí así, pero, ahora que lo dices, sí que es verdad que se puede pensar de esa manera.
P. ¿Qué estaba haciendo Azahara Palomeque cuando la llaman para dirigir Cosmopoética?
R. No lo recuerdo. A ver, a mí me llama un día Pablo Téllez (de Verbo) y me dice: “¿Qué te parecería ser la nueva directora de Cosmopoética?”. Y yo le digo: “Anda ya, estás de broma”. Yo no me lo creía. Y, al día siguiente, me llama Alfonso Muñoz, de Gestora de Nuevos Proyectos Culturales, que es la empresa que finalmente ha acabado ganando la licitación. Y ya él me dice que han pensado que vaya con ellos en su propuesta, que les gusta mucho mi perfil, mi currículum, y que va a salir todo muy bien. Y claro, ahí empiezo a adquirir conciencia de lo que es un proceso de licitación, que es algo que yo no conocía. Y me piden los dos, Alfonso y Pablo Téllez, que piense en una propuesta.
Es entonces cuando sí que empiezo a pensar. Y es cuando surge lo que se ha convertido en el lema de este año, Una flor abrió el asfalto, basándome en un poema de Drummond de Andrade, porque yo estudié literatura brasileña en São Paulo, luego hice un máster en Austin, y es algo que siempre ha estado presente en mi vida. Y, además, con la trayectoria que tengo de pensar la ecología también, el cambio climático, pues me pareció una imagen muy bella: que la naturaleza se pudiera abrir paso entre lo artificial y lo industrial que representa el asfalto. Y bueno, no es hasta tres meses después, cuando me confirman que habíamos ganado la licitación.
P. Ahí ya sí es cuando llega el vértigo.
R. Claro. Al principio yo no me lo creía. O sea, es que yo sabía que era un proceso administrativo arduo, laborioso, que podía llevar mucho tiempo, que había cuatro empresas compitiendo. Entonces no le quise hacer mucho caso a la idea para no hacerme ilusiones que luego quedasen en nada. Eso es algo muy palomequiano. Y luego, claro, ya cuando vi que era verdad, pues me sentí halagada, porque es un honor. Y me sentí halagada, y también un poco nerviosa, con un poco de miedo, porque es la primera vez que tengo entre manos un proyecto tan grande.
P. ¿En qué se diferencia de otros proyectos que has llevado a cabo en el pasado?
R. Bueno, yo he hecho gestión académica. Era subdirectora de un máster en la Universidad de Pensilvania. He tenido grupos de alumnos y he sido profesora. Y elaborar una tesis o escribir un libro es un proyecto grandísimo, pero gestionar este presupuesto, con tantos autores, con tantas actividades, desde luego es un reto. Un reto que, por otra parte, estoy dispuesta a asumir y lo estoy asumiendo. Y tengo que decir que tampoco tengo síndrome de impostora. Eso que quede claro. También quiero que quede claro que mi impronta aquí es relativa porque esto es un proyecto colectivo.
P. Eso quedó patente en la presentación.
R. Porque trabajamos en equipo y, además, es un festival del Ayuntamiento de Córdoba. Ahora, en lo que a mí respecta, yo concibo Cosmopoética como un espacio de pensamiento. O sea, yo no quería que fuese solo leer poesía, quería introducir otras disciplinas, concebir la poesía de manera transversal. Por ejemplo, Málaga tiene un festival de filosofía y Córdoba no. Entonces, quería pensar Cosmopoética desde la filosofía porque, por otra parte, la filosofía y la poesía eran la misma cosa en la Grecia antigua. Y también abrirlo a la música, al cine y, más allá, llevar todo eso a todos los sitios posibles, involucrando a la ciudadanía, desde niños pequeñitos hasta alumnos de instituto. Entonces también se ha hecho mucho hincapié en ampliar las actividades de participación ciudadana.
Yo concibo Cosmopoética como un espacio de pensamiento
P. ¿Dónde está la poesía para Palomeque?
R. Para mí la poesía está en las calles, está en los afectos, está en las relaciones personales. Y Córdoba ha sido muy importante para mí en ese aspecto: en el aspecto de construir redes y de arraigarme a un territorio en el que quería estar. Entonces, está en la tierra, en las raíces, y bueno, también está en los libros, pero no únicamente.
P. Por extensión, Cosmopoética tiene que estar en todos esos sitios.
R. Claro, claro, Cosmopoética tiene que estar en todos esos sitios. Y además hay una cosa que yo quiero, que no sé si se va a conseguir este año, pero me gustaría: y es que no fuese un festival puntual que dure del 26 de septiembre al 4 de octubre, sino que fuese un evento capaz de generar memoria, generar expectativas para que venga y para que empiece, y memoria cuando se acabe. Por ejemplo, la Semana Santa hace eso. La gente está deseando que llegue la Semana Santa. Prenden incienso antes de que empiece y, cuando se acaba, queda como esa nostalgia, como ese poso de: “Qué bonito ha sido, me encanta, quiero que llegue el año que viene”. A mí me gustaría que Cosmopoética se viese así.
P. ¿Te ha pesado el pasado del festival a la hora de colocarte tú en esta figura de la dirección literaria?
R. No me ha pesado el pasado porque yo he estado tantos años fuera que tampoco tengo un recuerdo muy claro de las anteriores ediciones. La del año pasado sí, porque yo estaba como invitada. Y, desde luego, lo veía a la distancia, todas las cosas que se estaban haciendo. Pero no es algo que yo lleve como una mochila o que me condicione. Como en todo, creo que hay cosas que se han hecho bien —y hay una línea continuista este año—, pero no es algo que me pese.
P. Y respecto al resto de citas poéticas que han surgido en los últimos años en otras ciudades, muchas de ellas parecidas a Cosmopoética: ¿habéis puesto sobre la mesa cómo volver a distinguir Cosmopoética del resto de citas literarias que han surgido al amparo del festival?
R. Hombre, lo hemos pensado. Ha habido un intento de diferenciarnos un poco, siguiendo una línea continuista, porque tampoco hemos reinventado la rueda… Además, con total sinceridad, este primer año, dado que ha habido menos margen del deseado, lo más importante ha sido sacar el programa adelante. Y, a partir de que acabe este, ya podremos ponernos a buscar una identidad más marcada. Reconozco que no hemos querido innovar mucho. Ha habido ciertas distinciones, pero eso creo que necesita más tiempo y más planificación, y espero que el año que viene lo podamos hacer.
P. ¿Has mantenido a raya a la periodista? Lo digo porque, aunque no sea una edición excesivamente política, también se pueden leer algunos actos con ese prisma.
R. Bueno, hay una parte política en el sentido de conciencia histórica, de pensar el mundo. El verso de donde saco el lema definitivamente viene de un poema político que se escribió en plena Segunda Guerra Mundial. Pero hay, sobre todo, un punto también de mi relación con Córdoba, de esa afectividad que te decía, de esa naturaleza desbordada, de un componente estético que yo quiero que esté presente también: que salvemos la belleza a pesar de todo. Si eso es político, bueno, puede ser.
P. Generar redes es, de hecho, un acto político hoy más que nunca. Porque, ¿cómo se impulsa un festival que hable de afectos, de recuperar la belleza y hacerlo en comunidad, en un mundo en el que estamos subyugados por las pantallas?
R. Bueno, por eso yo siempre he dicho que la poesía es resistencia. La poesía es resistencia desde el mismo momento en que tú no puedes escribirla, ni leerla, ni concebirla en esa fragmentación de las pantallas, en este mundo adicto. Es curioso porque, aunque ahora ando atendiendo cuestiones logísticas, sigo escribiendo. Yo no he parado de escribir en estos días. Y yo, para escribir, me tengo que encerrar en mi buhardilla, quitar el móvil, y lo suelo hacer a altas horas de la madrugada, cuando no tengo interrupciones. ¿Por qué? Porque la literatura tiene sus tiempos, la cultura tiene sus tiempos, y a partir de eso sí que es una herramienta de resistencia.
Como escritora, a veces me planteo si no me estoy dedicando a un arte completamente obsoleto
P. La cultura es el principal activo que sufre la crisis de atención tan brutal que está viviendo la sociedad occidental.
R. Yo a veces me planteo si no me estoy dedicando, como escritora, a un arte completamente obsoleto. O sea, a producir libros que nadie lee porque la gente no se puede concentrar, porque ya no tenemos el cerebro como para estar en la página, sino en las pantallas. Y a producir, además de manera artesanal, algo que quizás dentro de unos años esté haciendo la inteligencia artificial. O sea, para mí, la cultura es un proyecto vital que está en riesgo, pero por eso precisamente me vuelco mucho más en todas las iniciativas culturales, incluida esta.
P. ¿Cómo habéis integrado a los poetas cordobeses dentro de esta edición?
R. Córdoba es una ciudad con un talento increíble, y en la poesía yo creo que es incluso más visible. Creo que la poesía en Córdoba destaca entre todas las disciplinas, aunque también haya mucho talento en la música, en la pintura y en otras artes. Así que, con las reservas de quien no puede llegar a todo, hemos intentado priorizar a quien tiene obra reciente, porque es verdad que hay tantísimos poetas en la ciudad, y tan buenos, que si los integramos a todos se convierte en un festival local. Y queríamos también tener espacio para traer a gente de fuera y autores internacionales. Y, además, también hemos intentado traer a cordobeses que están fuera y viven en el exilio. Yo creo que nuestra voluntad integradora ha destacado este año.
P. También ha habido autores que se han tenido que quedar fuera por el retraso en la adjudicación, ¿no?
R. Sí, claro. A mí me da mucha pena que no haya venido Anne Carson, que era una de las escritoras que en principio dijo que sí a través de la editorial, y teníamos la confirmación, y luego se nos cayó. Pero bueno, lo positivo es que ahora esas puertas están abiertas y tenemos mucho más tiempo para sucesivas ediciones. Y también porque, en el proceso de contacto, se percibe una respuesta positiva ante la posibilidad de venir a Córdoba. Y esto es algo que yo intuía, porque esta ciudad es el paraíso.
Por ejemplo, Kamel Daoud, el último premio Goncourt, es una persona que quiere estar en Córdoba. Y es muy obvio. Bueno, y con otros autores nos ha pasado lo mismo. Nos ha pasado con periodistas también: “Es que a mí me encanta ir a Córdoba, por favor, ponedme una vez, que ya mismo me planto allí”. Y encima, es una ciudad que tenemos la suerte de que está muy bien comunicada.
P. Recomiéndame, para terminar, el acto tapado de esta edición: el que a lo mejor no sale en los titulares, pero que más puede nutrir algunos espíritus.
R. Mira, hay una mesa que a mí me hace especial ilusión, con Lola López Mondéjar, que es la última Premio Anagrama de Ensayo. Ella tiene un libro fabuloso que se llama Sin relato, sobre cómo las pantallas nos están robando la capacidad de expresarnos. Y la mesa la hace con Ana Carrasco Conde, a la que se le ha llamado la filósofa del mal, porque siempre habla de los temas más controvertidos y más tabús, de los que nadie quiere hablar. Su último ensayo se llama La muerte en común, y trata de cómo la muerte ha dejado de ritualizarse, y ya no somos capaces de crear comunidad a través de nuestros fallecidos. Que es verdad. O sea, se te muere alguien y prácticamente no tienes ni días libres, y en pleno duelo tienes que incorporarte al trabajo.
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