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“La agricultura depende cada vez más de los chips”: Así es 'El precio del progreso'

Presentación del documental 'El Precio del progreso' de Víctor Luengo

María Berral

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“Somos lo que comemos”, pero a día de hoy difícilmente sabemos lo que comemos. Por ello Víctor Luengo ha querido saber quién está detrás de lo que se ha convertido en una industria de la agricultura. ¿En beneficio de quién se producen los alimentos? ¿Del consumidor o de las empresas?

Víctor Luengo trabajó como periodista y fotógrafo y actualmente es productor. Pero hace unos años se interesó por la agricultura como forma de vida, “no solo como una fuente de alimento”, explica. Poco a poco comenzó una investigación con un proyecto en mente. Sin embargo, debido a toda la información y contactos que fue encontrando ese trabajo final ha sido el documental El precio del progreso, que presentaba este lunes en Córdoba como inicio de una gira que recorrerá Sevilla, Cádiz, Cortegana y Madrid.

Lo primero que descubre son los conflictos de la industria, y que “donde se decide el modelo de agricultura es en Bruselas”, hasta conocer que “las grandes corporaciones” cuentan con “un pequeño ejercito de lobistas que presionan para que decisiones en el Parlamento Europeo vayan a su favor”.

Seis meses intensos de trabajo

Tras más de 40 entrevistas de más de una hora todas, excepto una de cuatro, se seleccionaron 20 y todas ellas fueron transcritas a sus idiomas originales. Esta parte “fue un trabajo de dos meses únicamente transcribiéndolas, señala Víctor. Tras esto, ”extrajimos las partes más importantes y luego las escribimos en post its“, que fueron pegados en una habitación que dejaron vacía. El paso final fue ”coger las ideas e ir hilándolas“. En total, siete meses de trabajo, destaca, ”desde por la mañana hasta la noche e incluso los fines de semana“.

A este trabajo se le suma el proceso de documentación, de un total de seis meses repartidos en tres años “más o menos”, ya que esta era una iniciativa personal a parte de su trabajo.

A pesar del tema tratado, el director no encontró trabas o impedimentos para hacer las entrevistas. Al contrario, “cuando ven que vas en serio y con respeto”, las empresas se lo comunicaban unas a otras y eran ellas quienes llamaban a Víctor. Sin embargo, explica que le “echa en cara” que el comienzo del documental sea “caótico”. Pero aclara que “la gente quería hablar y el resultado es una pelea de boxeo, simbólica, en la que a la audiencia no se le deja claro quién es el bueno o el malo” para “dar hueco para que el espectador decida”.

El desconocimiento

Según Víctor, la sociedad vive al margen de lo que ocurre con la industria agroalimentaria, “no hay ni de lejos conocimiento de lo que se cuece en bastidores”. Detrás de la comida que consumimos, “hay tres problemas muy gordos”. Víctor detalla que estos son: “la concentración de tierras”; “que la agricultura depende cada vez más de los microchips” por lo que la agricultura “tiene cada vez más dependencia del extranjero”, y, por último, la disminución de la población que se dedica a la agricultura. “En los años 50, el 60% de la población española vivía de la agricultura y ganadería, hoy en día solo lo hace el 1 o 2%”.

Todos estos problemas están haciendo que “el campo sea un parque turístico y poco más”, las tierras estén quedando desertificadas y que cada vez sea más complicado volver a recuperarlas.

Enfermedades derivadas de los fertilizantes

Uno de los temas más tratados en el documental El precio del progreso, son las enfermedades causadas por las altas cantidades de fertilizantes y pesticidas utilizados para los cultivos. Para esto, según indica Víctor, existe regulación en Europa pero “aún así es muy poca”. Una de las razones es “porque hay muchísimo dinero de por medio”. Tan solo tres conglomerados controlan el 60-70% de pesticidas, semillas, plaguicidas y fertilizantes.

Estas empresas, detalla, “tienen muchísimo dinero para pagar fundaciones, medios, universidades y financiar cátedras para difundir que discursos que encajen.

Sin embargo, todos estos productos provocan diversos efectos en las personas y cada vez a una edad más temprana porque están implementados en nuestro día a día. Las peores consecuencias son las que afectan a los bebés, “pasan de la placenta de sus madres a ellos”, lo que provoca “malformaciones, alergias o enfermedades degenerativas neuronales”. Pero también puede provocar el surgimiento acelerado de párkinson, o enfermedades “menstruales o relacionadas con la poca fertilidad de los hombres”.

Sin embargo, Víctor señala que la situación es la misma que con el tabaco hace diez años, porque los efectos no son inmediatos y es “casi imposible determinar que cuando alguien desarrolla un cáncer que ha sido e pesticida que se ha tomado en el plato cada día”.

Acostumbrados a los productos baratos

A pesar de todos estos problemas y todas las grandes empresas que hay detrás, Víctor opina que es posible que haya un cambio, aunque difícil si la gente “no sale a la calle, no sale a las urnas y dice basta ”porque las empresas no se van a suicidar por ellos mismos“.

Por último, señala que hay que apostar por el comercio local, aunque la población rechaza sus precios “la gente dice que es muy caro pagar tres euros por un kilo de tomates pero pagamos nueve por un cubata”. El problema, señala es que “nos hemos acostumbrado a los productos muy baratos”. algo de lo que la población se queja“.

En definitiva, junto con su documental, Víctor pretende remover las conciencias y que cada uno valore la situación ya que “la situación puede cambiar, pero tiene que haber conciencia ciudadana”.

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