Como ciudadano cordobés, más cercano ya a los treinta que a los veinte, y tras haber pisado el albero en varias ocasiones este año, me preocupa la deriva a la que asistimos desde hace un par de lustros (que yo recuerde). Creo que hablo en nombre de muchos al expresar un creciente malestar por el rumbo que está tomando esta celebración que, tradicionalmente, ha sido reflejo de nuestras costumbres, cultura y sentir andaluces.
En esta edición de la Feria, se ha vuelto especialmente evidente la transformación del ambiente festivo en algo más parecido a un macrofestival de electrolatino. Desde las 16:00 se podían escuchar, mientras paseaba por El Arenal, joyas artísticas como Danza Kuduro o El Taxi, o grandes compositores como Maluma o Daddy Yankee. Pobre del que quiera disfrutar de una comida charlando con un amigo o su madre, porque le tocará gritar gracias a la discocaseta que tiene implantada al lado.
El predominio de ciertos estilos musicales, el descontrol acústico, la iluminación de club berlinés y la falta de espacios para quienes, como andaluces que somos, desean disfrutar de sevillanas, rumbas y ambiente típico andaluz resultan profundamente decepcionantes.
Tampoco está de más lamentar cómo, cada vez más, las casetas acaban en las mismas manos, convirtiéndose en una extensión de los conocidos locales que estos mismos regentan. Se prioriza únicamente el beneficio económico, en detrimento de la sostenibilidad y la longevidad de nuestra fiesta. Para combatir esto, sería conveniente facilitar la creación de casetas por parte de asociaciones y grupos de amigos, en lugar de ceder su explotación a empresarios de la noche cordobesa. Asimismo, sería deseable limitar el volumen y el estilo musical hasta bien entrada la noche.
Entiendo que los tiempos cambian y que debe haber espacio en nuestra feria para distintos tipos de ocio, pero creo firmemente que se está perdiendo el equilibrio y la esencia de nuestras fiestas. Por ello, ruego a nuestros gobernantes locales que valoren medidas que regulen el volumen, los horarios y el número de discocasetas, para que la feria vuelva a ser lo que era: una celebración respetuosa, variada y abierta a todas las formas de disfrute.
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