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El único juicio de la quiebra de Sánchez Ramade será en 2016

La familia Sánchez Ramade, en una imagen de archivo | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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El juzgado y los administradores concursales observaron dolo en la gestión de la constructora Neoc y se ha procesado a Martín Sánchez Ramade

La quiebra de todas las empresas de la familia Sánchez Ramade se ha convertido en la mayor registrada en Andalucía desde el inicio de la crisis. En total, la deuda generada por el conglomerado de empresas de la familia ha llegado a superar los 1.000 millones de euros. Una cifra astronómica gestionada desde el pequeño Juzgado de lo Mercantil de Córdoba que, uno a uno, ha ido resolviendo los distintos concursos de acreedores. De todos, administradores concursales, Fiscalía y juzgado sólo han observado dolo, es decir, responsabilidad penal, en uno de ellos, el de la constructora Neoc (Noriega Edificación y Obra Civil). No obstante, el juicio que resolverá si hubo o no responsabilidad en la quiebra de esta constructora no se celebrará, al menos, hasta el año 2016, según han confirmado fuentes judiciales.

El Juzgado ha pedido una sanción para el administrador de Neoc, Martín Sánchez Ramade, al que solicita inhabilitar para gestionar una empresa, una multa económica y el pago de una indemnización por los daños y perjuicios que hubiese causado. No obstante, la acumulación de causas es de tal dimensión en el Juzgado de lo Mercantil que como mínimo hasta 2016 no podrá juzgarse este caso.

La liquidación de este conglomerado familiar se lleva por delante una empresa que comenzó en los sesenta como una nueva división del próspero negocio familiar de Eugenio Sánchez-Ramade. Pero en los últimos años, Noriega se había subido a la ola de la burbuja inmobiliaria sin ningún pudor. Y sobre ella, creció hasta convertirse en una de las empresas líderes en su sector, con delegaciones en Extremadura, Valencia, Madrid y Andalucía. Según informaba Noriega hace dos años, en 2010 ya había entregado más de 14.000 casas a lo largo de su historia. No lo volverá a hacer.

La historia de Noriega no difiere demasiado de la de otras empresas constructoras e inmobiliarias. Pero destaca por su tamaño, su implantación en Andalucía y su prestigio. En los últimos años, Noriega había apostado por las promociones de lujo y alta gama, calculando que no se verían tan afectadas por una crisis que empezaba a dilucidarse en el horizonte. Aquello le obligaba a hacer operaciones financieras cada vez más arriesgadas. Cuando el colapso del ladrillo llega a España, pilla a Noriega en una delicada situación. Pero cuando la burbuja alcanza al sistema financiero, la condena es ya definitiva.

Cuando Noriega pide el concurso de acreedores le persiguen unas 950 subcontratas a las que les adeuda alrededor de 68 millones de euros. No es lo peor. El resto del dinero -hasta sumar, entonces, 1162 millones de euros en números rojos- se los debe a las entidades financieras que le dieron crédito para sus aventuras inmobiliarias. Estas son las primeras que van a cobrar, según la orden del juez. Como afrontar los 1.015,5 millones que restan es imposible, la firma va a ser liquidada y troceada, repartiendo los activos de la misma para saciar a los acreedores.

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