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25N
Víctima y abogada: la doble lucha de Montse contra la violencia de género

La abogada Montse Linares.

Carmen Reina

25 de noviembre de 2022 06:00 h

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“Creo que eran las doce de la noche cuando le oí meter la llave en la cerradura del pequeñito piso en el que vivíamos él, mi hijo de diez años y yo. Tardaba un par de minutos en acertar a abrir la puerta para entrar en casa cada vez que hacia su parada en el bar frente a su trabajo y se traía puestos dos, tres, o quién sabe cuántos Bacardí con Coca-Cola. Cuando eso pasaba, el simple gesto de meter las llaves en la cerradura se convertía para él en todo un reto y, para mí, en la antesala de la siguiente paliza(...) “No sé cuánto duró aquello. Los últimos golpes que recuerdo fueron los que me propinó en la cabeza contra el cabecero metálico de la cama-mueble”.

Con esta situación de violencia de género se podrían identificar muchas mujeres que la han sufrido o padecen actualmente. Es la experiencia real de una de ellas, víctima en los años 90 de un marido agresor que durante diez años de matrimonio le propinó gritos, insultos y golpes. Diez años de silencio, de ocultar la realidad, de culpa y miedo, que acabaron en esa última paliza con la decisión de separarse de su maltratador. Esa mujer, no supo ni pudo entonces hallar ayuda para denunciar. Pero, con el tiempo, ella se ha convertido en la ayuda que muchas otras mujeres han tenido para escapar de la violencia de género: Montse Linares es abogada y cumple ya más de dos décadas dedicada a defender a víctimas de la violencia machista.

La narración de aquella última paliza forma parte de las experiencias propias y de mujeres que ha defendido que se incluyen en un libro que ve la luz este 25 de noviembre, Día Internacional contra la Eliminación de la Violencia a las Mujeres. Que arda Troya es el título que da pie a contar por fin relatos como el de su propia vida, que por primera vez relata públicamente a Cordópolis antes de presentar su libro en Córdoba.

“Yo sufrí violencia durante muchos años, en una época en la que no se hablaba de eso. Empezó en 1987 y terminó en 1996”, explica esta cordobesa nacida en Benamejí y afincada con el paso de los años en Granada. “Fue un calvario”, relata sobre unos años en los que criaba a su primer hijo y se sacó la carrera de Derecho. Para su entonces marido, “era una mala mujer, una mala madre porque quería estudiar y no quería más niños en ese momento, una puta”.

Cuando nadie hablaba ni hacía nada contra la violencia de género

En la época en la que Montse sufrió violencia de género, apenas nadie hablaba de ello. A las agresiones se sumaba ese vacío social -relata cómo nunca sus vecinos, en un edificio “con las paredes de papel”, dijeron ni hicieron nada cuando escuchaban los gritos y los golpes. Y ese silencio lo maniataba todo, también a ella. “Intenté dejar a mi marido. Llegué a tener un cuchillo jamonero en el cuello”. Luego él pedía perdón y volvieron a estar juntos unos años más. “Nunca lo denuncié, ni siquiera la vez del cuchillo, ni las palizas. Lloraba y nunca fui capaz. Lo ocultaba todo. Nunca fui capaz de ir a un juzgado a poner una denuncia”, admite.

De aquellas palizas acabó en varias ocasiones a los servicios sanitarios. “Tuve partes de lesiones, porque tuve que ir al hospital”. Quince años después, en su última mudanza, “el parte apareció. Y volvió la angustia. Soy incapaz de tener un cuchillo jamonero en mi casa”, dice con un ejemplo muy gráfico sobre las consecuencias del trauma sufrido.

Aunque Montse no puso una denuncia, sí intentó pedir ayuda para salir de la situación en la que se encontraba al tomar la decisión de separarse. “Tenía una carrera, un niño, una hipoteca… Y fui a pedir ayuda. Pero no encontraba respuesta en las instituciones”, para superar los obstáculos de una experiencia traumática. “Me ha costado mucho trabajo superar esas barreras, me ha costado quitarme las vergüenzas, el sentimiento de que no valgo nada… Me ha costado mucho trabajo y sufrimiento”.

Al dar el paso de separarse, en 1997 empezó su otra lucha contra la violencia de género, ya como abogada. Comenzó a colaborar con la Asociación de Mujeres Juristas Themis para formarse, empezó a conocer casos de violencia de género e identificó su propia experiencia en ellos. Y apenas un par de años después empezó a trabajar defendiendo a mujeres víctimas, hasta la actualidad, llegando a formar parte de la Subcomisión de Violencia del Consejo General de la Abogacía a nivel estatal.

Experiencia propia para ayudar a otras mujeres

A lo largo de las dos últimas décadas, decenas de mujeres víctimas de violencia de género se han cruzado en su carrera. “Me daba cuenta de que todo lo que he trabajado a nivel personal para dejar atrás la violencia que yo sufrí, me daba herramientas para asistir a esas mujeres”, explica. “Durante todos estos años he notado que mi experiencia me permitía llegar a las mujeres y empoderarlas un poquito”.

Algún terapeuta le había dicho que trabajar en casos de violencia de género suponía un esfuerzo extra y una revictimización al recordar lo que ella misma padeció, que podía suponer un impedimento para su recuperación. “Y yo le decía que la verdadera terapia era cuando salía del juzgado con una mujer con una sentencia a su favor o una orden de alejamiento de su agresor”.

La experiencia propia y la de las mujeres a las que ha asistido como abogada le ha servido como acicate. “Llegó un momento en mi vida que ya había hecho todas las terapias y yo seguía queriéndome morir. Pero dije: Esto se tiene que acabar, aunque no se acaba nunca”, reflexiona. Ese momento fue el de plasmar en la escritura esas experiencias y lo concretó en ‘Que arda Troya’: “Mi finalidad con el libro es decirle a las mujeres que lo lean y estén en esa situación, por muy dura que sea, ‘Vamos a sacar la fuerza, vamos a decir que arda Troya, vamos a mandar a la porra lo que nos hace daño y vamos a salir adelante con fuerza, sin victimismo”.

Porque la ayuda profesional que ella prestó a tantas mujeres, estas se la devolvieron en lo personal: “Toda la experiencia que me han regalado las mujeres a las que he tenido la suerte de defender en mi profesión: su fuerza, su empeño por salir de las situaciones de violencia que sufrían, su confianza en mi trabajo incluso en los peores momentos, han sido y siguen siendo el motor que hace que me ilusione ponerme la toga cada día para seguir defendiéndolas”, agradece en el libro.

Y en ese pulso vital, Montse Linares hace también “un guiño a los hombres de nuestro mundo. Esta es una tarea no solo nuestra (de las mujeres). Les necesitamos a nuestro lado. Es una lucha contra el machismo, pero no contra los hombres”.

A sus 55 años, tiene claro que ahora no ha de ocultar nada de su propia experiencia. “Me da igual, se acabó. Es mi vida. Hay que darle la vuelta y lo cuento para que las mujeres, al leerlo, digan ‘Que arda Troya’ y tiren para adelante”. Porque por encima de todo, hay una poderosa razón para hacerlo: “La vida merece la pena”.

*El libro Que arda Troya(Esdrújula Ediciones) se presenta este viernes 25 de noviembre a las 20:00 en el Colegio de la Abogacía de Córdoba.

Teléfono 016

El 016 atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes, al igual que el correo 016-online@igualdad.gob.es; también se presta atención mediante WhatsApp a través del número 600 000 016.

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