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Varios tiros por la espalda y enterrado a escondidas en una fosa: la historia del primer represaliado identificado con ADN en Andalucía

Antonio Manuel Moreno Palma, durante el servicio militar.

Carmen Reina

6 de septiembre de 2021 05:30 h

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Hace solo unos días, a finales de agosto, se han cumplido once años de la primera certificación con ADN y entrega de los restos a sus familiares de quien fuera el primer represaliado de la Guerra Civil del que se tiene constancia que pudo ser identificado genéticamente en Andalucía. Ocurrió en 2010, 74 años después de ser asesinado tras el golpe de estado de 1936, y se trataba de Antonio Manuel Palma Moreno, natural de Aguilar de la Frontera (Córdoba), de familia campesina y trabajador del campo toda su vida, en la que formó parte de un sindicato en defensa de los derechos de su sector, por lo que fue señalado.

La reconstrucción de la vida de Antonio Manuel, sus lazos familiares, su oficio y su historia personal ha sido certificada por la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera (Aremehisa), su pueblo natal, asociación que lleva trabajando años en la recopilación de testimonios, documentos y exhumación de fosas para dar reparación y una muerte digna a los represaliados del golpe de 1936 y la Guerra Civil. Y fue precisamente la exhumación y recuperación de los restos de Antonio Manuel, y su entrega a la familia, el primer acto de identificación genética plena y reparación que consta en Andalucía, no sin un largo periplo y varias generaciones familiares detrás hasta conseguirlo.

Sobre su historia personal, recuerdan que Antonio Manuel Palma Moreno (1902, Aguilar de la Frontera), era el tercer hijo de Manuel Palma Carmona -apodado La Liebre- y de Purificación Moreno Postigo, el único varón de este matrimonio, que tuvo tres hijas. En 1922 fue reclutado y enviado a la Guerra de Marruecos y tras tres duros años de vida militar, volvería de nuevo a su pueblo, “condecorado por su valor en las acciones en las cuales tomó parte”. En Aguilar recuperó de nuevo su vida de trabajador del campo, “ejerciendo su antigua profesión de mulero”.

No tardó mucho en contraer matrimonio, en 1930 lo hizo con Carmen Reina Casaña, estableciendo su domicilio en el domicilio de sus suegros y, poco después, teniendo tres hijos en menos de cinco años: Clara, Manuel y Juan. “Durante ese tiempo y coincidiendo con la llegada de la República, se vivirán años marcados por un tiempo convulso y revuelto para el campesinado de Aguilar. Años marcados por la explotación, el hambre y la injusticia social, que verán cómo surgen en la sombra las primeras agrupaciones obreras y sindicales en la localidad”, recuerdan desde Aremehisa. “La unidad de movimiento y la defensa de derechos legítimos harán recomponer a comienzos de 1931 el antiguo sindicato Sociedad de Muleros y Arrieros y Similares La Constancia, desaparecido y sin actividad a lo largo de la Dictadura de Primo de Rivera. Este sindicato de ideología socialista, afecto a la UGT e inserto en la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, defenderá durante los siguientes años los intereses de los trabajadores que lo integran. Y el carácter y la personalidad de Antonio Manuel harán que ingrese en el mismo desde su fundación, compaginando su militancia con el trabajo en el campo y en las tierras familiares”.

Golpe del 18 de julio de 1936 y asesinato

En Aguilar de la Frontera, la proclamación del estado de guerra del 18 de julio por parte del teniente de la Guardia Civil, desató en la localidad las detenciones y los encarcelamientos de los dirigentes locales afectos al bando republicano. Dirigentes políticos, obreros y sindicales estuvieron en el punto de mira desde el primer momento, apunta el portavoz de Aremehisa, Rafael Espino. “Primero las detenciones, luego vendría todo lo demás”. El día 22 de julio de 1936, ya se produjo el primer asesinato en esta localidad de apenas 13.000 habitantes.

Todos estos acontecimientos sorprendieron a Antonio Manuel trabajando en el campo. En las inmediaciones de la Laguna de Zóñar. “Acudía allí junto a otros compañeros el día 24 de julio de 1936 al caño de agua existente en esos parajes, para llenar los cántaros de agua, cuando escucharon el ruido del motor de un camión que avanzaba por la carretera desde Aguilar de la Frontera en dirección a Puente Genil. Al ver llegar el camión los demás compañeros asustados, huyeron, dejando solo a Antonio Manuel Palma, quien sin nada que temer, pues nada había hecho, recogió su cántaro de agua y comenzó a andar por la carretera. Al alcanzarle el camión y ponerse a su altura, del grupo de carlistas y falangistas que portaba en su parte trasera, se incorporaron varios de ellos, cargando sus armas. Disparado por la espalda, a la altura de ésta y de la cabeza, Antonio Manuel Palma fue alcanzado de muerte y caía rodando a la cuneta de la carretera, mientras las risas y los vítores de sus asesinos se alejaban con el ruido del motor del camión. Los impactos recibidos de armas cortas y escopetas de perdigones a quemarropa resultaron letales”, relata el testimonio.

Cuerpo escondido dos días y enterrado en una fosa común

La reconstrucción de los hechos ha permitido saber que los compañeros que, alertados por la llegada del camión huyeron, al escuchar los disparos volvieron sobre sus pasos y encontraron a Antonio Manuel herido de muerte. “Temiendo también por sus propias vidas y sin saber muy bien lo que hacer, recogieron el cuerpo y lo escondieron bajo la sombra de las higueras que escoltaban el camino. Dos días enteros pasaron antes de que nadie se atreviese a acercarse al paraje para poder recoger el cuerpo”.

Su familia, alertada de lo sucedido, trató de recuperar su cuerpo. “A escondidas, en la oscuridad de la noche recogieron el cuerpo y lograron acercarlo al cementerio de Aguilar de la Frontera para que recibiera sepultura, a lo que en un primer momento se negaron los sepultureros. En condiciones de semiocultación, en la soledad y el silencio de la noche, el cuerpo de Antonio Manuel fue enterrado en una fosa familiar, identificada con el número 50 de la Zona 3 del cuartel 8 del cementerio de Aguilar de la Frontera. En su última despedida sólo un familiar allegado. A la familia le indicaron el lugar exacto del enterramiento y la creencia de que sólo él permanece en aquella fosa. Pero algunos años más tarde, su viuda comprobaría que esto último no era cierto”.

Documentación sobre la muerte

El asesinato de Antonio Manuel Palma Moreno fue el segundo documentado tras el alzamiento militar en Aguilar de la Frontera. “Se registrará de forma inmediata, al día siguiente de su entierro, apenas pasadas 24 horas, en el Registro Civil de Aguilar de la Frontera, con una inscripción repleta de errores, nombre incompleto, apellido inexacto, etc”, comprobaron en Aremehisa, que señala cómo “ya por esas fechas los funcionarios del Juzgado no se molestaban en documentar de forma metódica y exacta, sin errores, los asesinatos que se cometieron”.

De hecho, “no sería esta la primera y última vez que se registrara su muerte. De nuevo en febrero del año 1942, se volvería a producir la inscripción en el Registro Civil, esta vez fuera de plazo legal, pero ahora algo mejor documentada”.

Trascurridos algunos años, su viuda conseguiría identificar con una humilde lápida el lugar donde se encontraba el cuerpo de su esposo. “En ella quedarían inscritos su nombre, la fecha de su muerte y el dolor que a toda la familia le produjo su pérdida”. Pero al intentar adquirir en propiedad ese lugar de enterramiento, sería informada de que en la fosa número 50, no sólo se encontraba Antonio Manuel, sino varias personas más.

“Viuda y sola, con tres bocas a las que alimentar, el apoyo de sus padres intentaría aliviar y mitigar, sin apenas conseguirlo, su sufrimiento, en una familia rota por el dolor del asesinato de su marido y la huida de sus dos hermanos, Juan José y Manuel (ambos militantes socialistas), a zona republicana durante la guerra”, rememoran sobre la historia familiar posterior. Pero su viuda “jamás desesperó y mantuvo viva la esperanza de poder recuperar algún día el cuerpo de su esposo para poder completar definitivamente el duelo que se le negó y dar por fin digna sepultura a sus restos”.

Errores administrativos y búsqueda

A finales de la década de los años 70 del siglo XX, “volvería de nuevo a sufrir las consecuencias de los errores administrativos en el laberinto burocrático y nada favorable de la vieja administración franquista, al tener que volver de nuevo a revivir todo el drama humano y personal, de los acontecimientos que sacudieron un día su vida”. Con el objeto de acceder a la concesión de una de las pensiones de viuda de guerra, se vio de nuevo obligada a solicitar una vez más la inscripción de la muerte de Antonio Manuel en el Registro Civil, ya que el expediente de solicitud de pensión, se vio paralizado porque los funcionarios de éste informaron “de la inexistencia de partida de defunción alguna que acreditase el asesinato de su esposo”. A pesar de haberse realizado esta inscripción en el año 1936, con el número 545, y en el año 1942, con el 662, el registro de la muerte de Antonio Manuel Palma Moreno volvería a realizarse otra vez en el año 1980, por tercera y última vez.

El recuerdo de Antonio Manuel “fue transmitido con todas sus fuerzas de forma generacional a sus hijos y éstos a su vez a los suyos y a los hijos de sus hijos, sin que jamás se cerrase el ciclo y sin desistir del intento de la búsqueda de la verdad”. Fue esa búsqueda la que llevó a sus nietas a solicitar a Aremehisa ayuda para la localización y exhumación de los restos de su abuelo, a finales del año 2009.

Los trabajos de exhumación comenzaron finalmente a realizarse el 3 de mayo del año 2010, tras una búsqueda documental y oral de la localización del lugar de enterramiento y de los nombres de las personas que en él se encontraban. “Apenas dos días después, la tierra nos devolvía la memoria, cuando el personal de Aremehisa extrajo de la fosa los cuerpos de dos hombres, ambos de características físicas muy parecidas, en complexión y estatura, ambos con claros e inequívocos síntomas de muerte por violencia”, rememoran.

La fosa número 50 resultó tener tres cuerpos más. Fueron cinco los cuerpos extraídos, “cinco cuerpos recuperados del ocultamiento”. Cuatro de ellos fueron identificados: Antonio Manuel Palma Moreno, Ana Lucena Martínez, Concepción Cecilia Córdoba y el hijo de ésta, Miguel León Cecilia. El hallazgo de otro varón (sin documentar) en la fosa, junto al cuerpo de Antonio Manuel, hizo más complicado resolver sobre la identidad de ambos, determinando que la identificación habría de llevarse a cabo a través de las pruebas genéticas de ADN.

“Su identificación supuso todo un reto tanto para la familia como para Aremehisa, llegándose a completar con pruebas concluyentes de relación familiar a través de los análisis de ADN mitocondrial y nuclear” en el verano de de 2010. Desde ese mismo día, Antonio Manuel Palma Moreno recuperó su nombre, su familia, su historia y “se convirtió en todo un símbolo de esperanza y perseverancia”. “Es una de las primeras personas represaliadas de la Guerra Civil española identificada y cuyo cuerpo ha podido ser recuperado por sus familiares. El caso de Antonio Manuel, fue un símbolo, que trajo esperanza e ilusión a cientos de miles de familias que, al igual que la suya, esperan recuperar algún día, no muy lejano, los restos de sus desaparecidos”.

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