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De rozar el coma diabético a vivir con normalidad una enfermedad que crece en España

María José en las consultas externas del Hospital Reina Sofía

Juan Velasco

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Para María José, toda su vida cambió en apenas unos días en el mes de febrero de hace ocho años. Antes de acabar por su propio pie en el Hospital Universitario Reina Sofía, tanto ella como su entorno habían comenzado a percibir que su malestar general no era una cosa pasajera, y que los kilos que perdía no eran una cuestión alimenticia,o que su rostro ojeroso y pálido no terminaba de recobrar un aspecto sano.

Hoy, ocho años después, María José cuenta su historia con una sonrisa, pero no oculta que su recuerdo está también marcado por el miedo y por la sorpresa. Esos son, según cuenta a este periódico, los dos sentimientos que le surgieron cuando, tras varios días en caída libre a nivel físico, acabó ingresada en el hospital, donde le confirmaron que tenía diabetes, una enfermedad que en España no para de aumentar y alcanza ya a casi el 15% de la población.

Hoy, 5,1 millones de españoles viven entre insulina y parches de glucosa. El crecimiento de pacientes de diabetes desde 2019 es de un 42%, según los datos publicados por la Sociedad Española de Diabetes, que añade, además, que casi un tercio (30,3%) de las personas que viven con diabetes en España no están diagnosticadas. 

Ese era el caso de María José. 39 años tenía esta mujer cordobesa, madre de dos hijos y que trabajaba como limpiadora cuando lo descubrió. Hoy, recuerda aquellos días de febrero de 2015 en los que levantarse de la cama “era un mundo”, comía más que nunca pero perdía “los kilos por días” y la fatiga era una mochila con la que se iba a trabajar y volvía luego a casa. Así, hasta que su hermana, preocupada, le dijo a su madre: “La Mari no está bien”. 

Así que “La Mari” se hizo un domingo por la tarde la prueba del azúcar y su nivel de glucosa superaba los 500 miligramos por decilitro. Según algunos indicadores, el coma diabético suele darse a partir de los 600 y, a partir de 350 hay que llamar al médico. Ella, en cambio, ni siquiera se fue al hospital -“a mi hermana le dije, cállate. No digas nada a nadie”-. Esperó hasta el día siguiente. Entró el día 7 de febrero de 2015 y no salió hasta finales de aquel mes.

“Me dejaron ingresada en observación. Y recuerdo a un doctor al que yo le decía: ‘Me quiero ir a mi casa’. Y él me dijo: ‘Bueno, primero te estabilizamos y luego vemos si se puede’. Me tuve que quedar ingresada hasta el 27 de febrero”, rememoraba este lunes la paciente en un acto para concienciar sobre la diabetes organizado por el Hospital Reina Sofía, en el que María José ha insistido una y otra vez en que la diabetes es una enfermedad que permite hacer una vida normal no sin confesar que cuando se la detectaron, se le vino el mundo abajo.

De aquellos primeros días recuerdas las pruebas médicas para establecer qué tipo de diabetes tenía una mujer deportista, trabajadora y sana de 39 años. “Los síntomas de tipo 1 son más habituales en niños y son más agresivos que los de tipo 2, así que mi edad chocaba”, explica la mujer, que tampoco presentaba antecedentes familiares de diabetes.

Con el diagnóstico llegó el cambio de vida, que no fue nada excesivamente drástico para una mujer que, afortunadamente, ni fumaba ni bebía. Sí que se confiesa muy golosa. “Con los helados me pierdo. Y la nata con piñones. De hecho, en verano, me pincho para poder comerme mi helado”, reconoce risueña María José, que dice que el principal sacrificado en su dieta han sido los fritos y los productos con grasas saturadas, que son peores que incluso los que tienen azúcar.

En su brazo, un sensor blanco de glucosa la avisa si los niveles son preocupantes. Y la insulina no falta en su casa para cuando hay crisis, una palabra que ha pasado a formar parte de su vocabulario y de su vida, aunque ha perdido todo el dramatismo que tenía hace ocho años.

María José cuenta que entonces no sabía a lo que se enfrentaba, mientras que hoy identifica al resto de pacientes solamente por el sensor. “Somos muchísimas personas. Pero, afortunadamente, la vida con diabetes que yo llevo es una vida normal”, reflexiona al respecto, apuntando, eso sí, que tiene mucha ayuda en casa por parte de su marido y sus dos hijos.

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