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“La pandemia ha mostrado que la cooperación internacional es más necesaria que nunca”

Una fábrica de queso y yogur en Mozambique, fruto de la cooperación desde Carcabuey (Córdoba)

Carmen Reina

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Cuando hace dos años, en marzo de 2020, se declaró la pandemia de la Covid19, el mundo sufrió una paralización sin precedentes. Lo que empezó como unos casos del coronavirus en una región de China se expandió rápidamente por el planeta, dando muestras de su letalidad y poniendo a prueba los sistemas sanitarios y económicos de todos los países. El cierre de fronteras en un primer momento hizo que cada país mirara hacia sí mismo y, en esa situación, ¿qué pasó con los proyectos de cooperación internacional y la ayuda al desarrollo? ¿Cómo impactó la pandemia en este sector? Y, después de todo lo vivido, ¿qué lección se ha sacado de ello?

Cordópolis habla con varias ONG que desarrollan sus proyectos de cooperación en distintos países del mundo, en colaboración con la Oficina de Cooperación Internacional de la Diputación y también con ayuntamientos de la provincia que tienen su propia política de ayuda a otros países.

“La pandemia ha mostrado que la cooperación internacional es más necesaria que nunca”. Quien asegura esto es Fausto Guzmán, responsable de la ONG ASPA. “Estamos viviendo en un mundo que es un pañuelo y cualquier cosa que pasa en un rincón del mundo, nos afecta a todos. Y de esta, o salimos todos juntos o se hunde el sistema”, aduce. “Ahora incluso hace más falta que antes la ayuda al desarrollo, porque cada vez hay más desigualdades entre los países. Y estamos en un barco donde vamos todos juntos”.

ASPA vio cómo la pandemia afectó, por un lado, a los talleres de formación que imparte en Córdoba y que quedaron suspendidos. Y, luego, “se quedaron colgados muchos proyectos que se han podido sacar después, con un retraso de más de medio año”. Además, sufrió la falta de financiación propia que obtiene con la caseta que instala en la Feria de Mayo y que lleva dos años sin celebrarse. “Pero eso creó un movimiento de solidaridad hacia nosotros, por parte de socios y otras personas”.

Entre los proyectos en el exterior, han podido trabajar estos dos años en Nicaragua y Guatemala, con programas financiados por la Diputación. En estos países, “la pandemia se ha juntado con tormentas en 2020 que acabaron con toda la producción” en el campo. “Fue una situación tremenda. Y lo que hicimos fue incluir dentro de nuestros proyectos de cooperación el reparto de mascarillas y la formación en medidas de prevención del Covid”.

Además, en su trabajo en zonas rurales de estos países, el estado de alarma hizo que se empobrecieran más. “Ha habido gente que ha pasado mucha hambre, que vivían al día con lo poquito que vendían de su producción o de la pesca y en pandemia no podían hacerlo”. “No hay una sanidad pública, la gente se muere en su casa. Y en ninguna de esas comunidades han conseguido todavía tener la primera vacuna de la Covid. Si no se vacuna a la gente de los países empobrecidos, no va a servir de nada en el resto del mundo”.

Ayuda humanitaria para alimentos

Con toda esta situación provocada por el coronavirus, en muchos casos la ayuda al desarrollo se volcó, especialmente, en ayuda humanitaria para garantizar la alimentación de la población. Es lo que hicieron también desde Mujeres en Zona de Conflicto (MZC), con sus proyectos en Mali durante la pandemia. “Allí el impacto de la pandemia no fue tanto la incidencia del virus como las consecuencias de las medidas de toque de queda y cierre de fronteras, en un estado con unas infraestructuras y servicios muy vulnerables. Esta problemática se vio agravada además con la situación de conflicto armado que viene de largo”, explica José Castanedo.

Y todo ello hizo que se pusiera el foco en “la labor humanitaria”, con “proyectos de soberanía alimentaria y de mejora de sus capacidades para generar recursos”. Todo se adaptó a la pandemia, con las medidas de prevención y cancelando ferias y exposiciones de venta de productos, pero pudieron mantener la ayuda al desarrollo en “proyectos de apoyo alimentario y nutricional y acceso a agua potable”.

“¿El aprendizaje de la pandemia? Nuestra experiencia nos ha servido para que se hagan más visibles las problemáticas que existen en esa sociedad. Todas las medidas de la pandemia con el cierre de las escuelas, por ejemplo, ha hecho que las niñas y adolescentes no salgan del entorno familiar y repunte la mutilación genital femenina y suba la tasa de matrimonios forzosos adolescentes. Han resaltadolos los problemas que hay en cada sociedad”, asegura.

Una quesería en Mozambique con ayuda de Carcabuey

Para la labor de cooperación con la implicación directa de un ayuntamiento pequeño de la provincia, como Carcabuey, la pandemia también ha supuesto un reto. En este caso, de nuevo la urgencia del impacto de la pandemia provocó que la cooperación internacional mutara en “pura y dura ayuda humnanitaria”, explica la responsable de Cooperación en este municipio cordobés, Lucía Sánchez. Fue así en su proyecto con SOS Himalaya en Nepal, donde la incidencia del coronavirus “fue catastrófica, con la multiplicación de casos. La subvención de cooperación fue directamente a víveres, a kits de supervivencia, alimento...a ayuda humanitaria”, señala.

En otro país hasta donde también llega la ayuda de Carcabuey, en Mozambique, la pandemia hizo menos daño, “pero se vio más necesidad, más hambre”. Allí se pudo mantener el proyecto que ya ha visto la luz: montar un instituto agropecuario que forma a hombres y mujeres que luego trabajan en la fábrica de quesos y yogur que se ha levantado también con ayuda desde Córdoba.

Porque así, con cooperación directa del Ayuntamiento de Carcabuey y de la Diputación, de la mano de ONG, ha seguido llegando en pandemia la solidaridad a distintos puntos del planeta. “No la hemos dejado en ningún momento aparcada pese a la pandemia”, asegura Sánchez, que como aprendizaje de esta situación destaca que “hace falta integrar en la sociedad el concepto de cooperación. Está el concepto de caridad, para limpiar conciencias, pero hay que cambiar el concepto por cooperar, por ayudar al desarrollo en el propio territorio” que lo necesita.

La pandemia afectó más a colectivos y países vulnerables

“Es tópico, pero en situaciones de crisis como la vivida sale a florecer lo mejor y lo peor de la condición humana. Lo primero que nos ha mostrado la pandemia es la estupidez de la prepotencia y la soberbia humana. Nos creíamos invencibles, los dueños del mundo y, de pronto, todo aquello que parecía ser urgente e ineludible, en muy poco tiempo, se transformó en anecdótico e irrelevante”, reflexiona Juan Manuel Márquez, de la ONG Fundación Social Universal.

Cuenta que aunque se vio que el virus no entendía de clases sociales ni de personas ni países, sus consecuencias sí han afectado “especialmente a colectivos y países en mayor situación de vulnerabilidad; personas, familias y países con menos recursos y capacidades, trabajos más precarios y sistemas públicos de salud y protección social más debilitados”.

Por eso cree que, entre las prioridades que ha desnudado la pandemia, está la de “cuidar tanto de la Tierra como de nosotros mismos porque ambas esferas están conectadas. Aún estamos a tiempo de cambiar nuestra forma de vida para que ésta siga siendo posible”. Y, suma una segunda lección: “Todo cuanto acontece en cualquier parte del mundo tiene consecuencia y efecto para el resto del planeta. Las pandemias, pero también las migraciones, la pobreza y las guerras nos afectan a todos y no solo a las personas que las padecen”.

Y por eso ven necesaria la acción de la cooperación internacional que, el caso de esta ONG, sufrió también el primer impacto de la pandemia. Cuando se declaró el estado de alarma, sus proyectos de acción social sufrieron adaptaciones  para continuar, se replantearon metodologías y programas de trabajo y se pospusieron actuaciones. Los cierres y limitaciones por la pandemia, frenaron la actividad y obligaron a hacer algunos cambios que aún hoy perduran, como evitar desplazamientos, adecuar los horarios y realizar actividades al aire libre. Y hubo una novedad más que conllevó la pandemia en la ayuda en el territorio: en la mayoría de nuestros proyectos se introdujeron actividades de soporte emocional para que las personas pudieran verbalizar emociones y pensamientos para afrontar la situación, explica Márquez.

Aumento de la desnutrición en pandemia

Los proyectos de Fundación Social Universal tuvieron que sumar, por la pandemia, “un sobreesfuerzo enorme” y protocolos de seguridad y prevención para evitar contagios. Su trabajo en Perú, por ejemplo, se vio mermado por los casos positivos entre parte del equipo de trabajo y obligaron a reformular y reprogramar la actividad. Y vieron cómo el confinamiento obligado por la pandemia provocó “el incremento de las tensiones en el hogar y la convivencia permanente con el agresor agravó la violencia intrafamiliar en sus diferentes tipos”, contra la mujer, los hijos y los ancianos. 

Y, sin duda, aseguran desde esta ONG, en pandemia los proyectos dirigidos a mejorar la seguridad alimentaria, la salud y la higiene de la población o a propiciar medios de vida para la supervivencia familiar tomaron aún un mayor protagonismo, tanto en zonas de pobreza periurbanas como en zonas rurales aisladas. “Los niveles de desnutrición crónica en el Perú se han incrementado por efecto de la pandemia en la infancia menor de 3 años y la anemia está por encima del 50% de la infancia menor de 5 años”, expone como dato clarificador.

Es por ello que los proyectos de alimentación familiar fueron prioritarios en pandemia en esta parte del mundo, pero también se abordó la reactivación social y económica, el desarrollo de innovaciones tecnológicas para reducir la brecha digital, la mejora de los sistemas de captación y almacenamiento de agua potable y de las condiciones de habitabilidad en las viviendas o la gestión de los residuos domiciliarios, en un camino por la cooperación que no se ha detenido, pese a todo, en pandemia.

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