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La pandemia según Miguel: “Mucha mano izquierda y mucha discreción”

"El factor humano". La pandemia según... Miguel Lozano

Juanjo Fernández

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Miguel Lozano Morales es popular en el Rectorado de la Universidad de Córdoba. Los trabajadores y trabajadoras que se cruzan con él por los pasillos del espectacular edificio regionalista que antes albergó la Facultad de Veterinaria, lo saludan y más en esta mañana en la que le están haciendo fotos para este reportaje. “¡Qué propio estás, Miguel!, le dicen desde un grupo que entra después de hacer una parada para el desayuno. ”¡Ya os pediré el dinero para mi madre por las fotos de primera Comunión“, les contesta.

Miguel lleva desde el mismo año de la conversión de la antigua Facultad en Rectorado (2007) como miembro del equipo de la seguridad del edificio y, desde el 2014, como jefe de ese equipo.

“Aquí se celebran muchos eventos, hay que estar atentos, además del trabajo diario, a las diferentes recepciones a diferentes autoridades de todas las administraciones, a la celebración congresos, conferencias o reuniones”, nos explica.

“Es cierto que, con lo que estamos pasando, el nivel de ese tipo de visitas ha bajado, naturalmente; pero nuestro trabajo se aumentado en otras cosas”.

Formación

Al preguntarle por momentos de especial seriedad de las que haya sido testigo, el responsable de seguridad nos explica que se pueden ver momentos de tensión, algún desmayo o lipotimias y recuerda también que, por desgracia, un responsable de una institución que asistía a un congreso sufrió un ataque cardiaco y “a pesar de que mi compañero hizo uso del desfibrilador inmediatamente, no se pudo hacer nada por salvar su vida”. En este punto nos cuenta que todo su equipo “tiene la formación suficiente para actuar en ese tipo de situaciones; como tenemos también desfibrilador en el vehículo que está constantemente en Rabanales”. También recuerda Miguel como en el año 2017, una manifestación estudiantil se dirigió hacia el Rectorado con la más que segura intención de penetrar en el recinto. “Venían de las Tendillas y ya nos fijamos en las intenciones, porque en primera fila había chavales encapuchados y con palos”, nos explica, “a mí me golpearon en las rodillas y estuve unos días de reposo; pero, gracias también a la coordinación con la policía, la cosa no pasó a más. Afortunadamente, retrocedí y no respondí a la agresión, porque ésa sería la foto que buscaban”, nos cuenta, demostrando que en su trabajo hay también que tener mano izquierda, prevenir y adelantarse a los acontecimientos.

Cuando vamos a preguntarle por cómo ha sido su trabajo y el de sus compañeros durante el tiempo que llevamos de pandemia, Miguel no puede evitar que se le humedezcan algo los ojos y nos pide, si no nos importa, que lo primero que quiere hacer es “mandar un reconocimiento a todas las víctimas, que están siendo muchas, y a sus familiares que lo están pasando verdaderamente mal”. “Está siendo muy duro”, continúa, “aquí, sobre todo el primer mes tras decretar el confinamiento fue durísimo; nosotros lo que queríamos era que nos dieran instrucciones, quien podría entrar aquí y quien no, si había gente que debía recoger material de sus despachos… En fin que, entre las autoridades académicas y nuestra empresa acabamos coordinándonos y fue hasta sorprendente que todo fuera medianamente bien”.

Pero, claro, nos habla también de que esos primeros días “tuvimos que trasladar instrucciones al personal de limpieza, reparto de guantes, mascarillas, trabajos de desinfección… todo nos pillo de sorpresa y también con problemas de abastecimiento de todo eso a nivel nacional”. Para colmo, nos cuenta que él es responsable del comité de salud de su empresa y “claro, eso te añade responsabilidad delante de tus compañeros, de los riesgos, pero bueno, en seguida y coordinados con la propia Universidad pronto nos abastecimos de lo necesario”.

Primeros meses duros

En aquellos primeros momentos, el equipo de seguridad tuvo que lidiar también con personas que llegaban a resolver algún trámite sin saber que los funcionarios ya estaban también intentando teletrabajar: “Aquí tiene que haber alguien, me decían”, nos cuenta Miguel, “Y yo decirles que no, de la mejor manera posible, explicarles que había otras vías de contacto por mail o telefónicas…”

El guardia de seguridad nos confiesa que “en quince años de profesión, yo no he visto más tensión y más problemas que en esos tres primeros meses tras decretarse el estado de alarma”. “Pero, claro, no es difícil empatizar con esas personas porque también entiendes su grado de tensión y de nerviosismo”, y Miguel nos dice algo que ya sospechábamos: “en esta profesión hay que tener mucha mano izquierda y mucha discreción, más que otra cosa”.

“Nunca hay que dar un no por respuesta, hay que ayudarles, buscar una solución”, trataba de decirle a sus compañeros, “porque si nosotros tenemos carga de tensión y estamos estresados, quien viene a resolver un asunto importante, está peor y puede tener un comportamiento agresivo; pero para eso tenemos una formación”.

Miguel sonríe cuando nos cuenta que “afortunadamente yo me casé en octubre de 2019 y pudimos hacer el viaje de nuestras vidas a Méjico, pero tengo amigos que han pospuesto su boda u otros planes”. “Pero, imagínate quien se iba a esperar esto”, continúa, “yo llegaba a casa, me quitaba el uniforme en la puerta, lo metía en una bolsa de plástico y ni acariciaba a mi perra hasta que no me duchaba”. “Mis padres viven enfrente mía y he celebrado el cumpleaños de mi padre y de un sobrino soplando las velas a distancia, tras una reja”, nos dice.

A Miguel Lozano, que nos cuenta que tiene una mención honorífica del Cuerpo Nacional de Policía y otra de la Guardia Civil por su trayectoria –“con el respeto y admiración que les tengo a las Fuerzas de Seguridad del Estado”- le gusta su trabajo, se le nota. Y en el Rectorado le quieren. Y eso también se nota.

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