Un informe de Greenpeace considera al Valle del Guadalquivir como “zona tensionada” para los regadíos
Un informe de Greenpeace señala que la zona del Valle del Guadalquivir, entre Córdoba capital y prácticamente el entorno de Doñana, es una “zona tensionada para el regadío”. Estas zonas presentan un mal estado de las aguas subterráneas y tienen lugares vulnerables a los nitratos, según el documento que ha presentado esta organización ecologista a nivel mundial.
“Tenemos agua escasa, contaminada y mal gestionada, algo que no nos podemos permitir y cada vez menos”, señala Greenpeace, que pide repensar el regadío en estos puntos. En el caso de Córdoba, aparecen como zonas tensionadas extensas áreas al este del río Genil y al sur del Guadalquivir. También al norte del Guadalquivir, en la zona de Palma del Río. Las zonas menos tensionadas son las del Guadalmellato o las regadas por el canal del Genil Cabra. Incluso aparecen como lugares aún no tensionados puntos de regadío de olivar en la campiña, aunque no en su zona más próxima al Valle del Guadalquivir, la Subbética, el Alto Guadalquivir y hasta enclaves del Valle del Guadiato y pequeños puntos regables en Los Pedroches.
Dentro de su campaña “Salvar el Agua”, Greenpeace ha presentado el informe La burbuja del regadío en España con datos que alertan sobre “la insostenibilidad del regadío en el país. En poco más de una década, las reservas de agua superficiales han bajado unos 10 puntos porcentuales de media y seguirá disminuyendo, según apunta la ciencia, por los efectos del cambio climático. La fuente alternativa no pueden ser solo las aguas subterráneas, puesto que el 44 % ya están en mal estado y, las que quedan servibles, deben ser reservas de agua extremadamente bien gestionadas y controladas para el futuro. Por lo tanto, solo queda reducir el consumo. Teniendo en cuenta que casi el 80 % del consumo va a regadío, parece evidente que es el primer sector con un recorte necesario”, exponen.
El caso de Andalucía
Es la comunidad autónoma de España con mayor extensión de zonas tensionadas para el regadío en términos absolutos, casi 140.000 hectáreas. En términos relativos esto significa casi un 17,8% de todos sus regadíos. Las zonas tensionadas para el regadío, por el mal estado de las aguas subterráneas y por situarse sobre zona vulnerable a nitratos, se localizan especialmente en la cuenca del Guadalquivir, sobre todo aguas arriba de la ciudad de Sevilla y, dentro de las cuencas mediterráneas andaluzas, en Almería y Granada. Además, el conjunto del Parque Nacional de Doñana y el Parque Natural del Entorno de Doñana son unos de los puntos más afectados por la presión del regadío de la península. La competición por los escasos recursos hídricos en este caso se extiende por lo que se denomina la corona norte de Doñana donde una proposición de ley del PP y Vox en el Parlamento Andaluz pretende legalizar una década de regadíos ilegales, que se dieron entre 2004 y 2014.
¿Por dónde habría que empezar a recortar?, se pregunta Greenpeace: “Por donde la industria agropecuaria ya ha sometido al territorio a tal presión que hace injustificable el mantenimiento actual de algunos regadíos”, exponen. “Si superponemos datos, vemos que un 16,23 % de los regadíos en España están en áreas tensionadas (puntos 1, 2 y 3), las que Greenpeace considera preferentes de reducción, empezando por los regadíos ilegales y haciendo un análisis socioeconómico de las explotaciones, con las personas afectadas del sector. Por cuencas, destaca el Guadiana, con un 38,06 %, Segura (27,44 %), Cuencas de Baleares (26,88 %), Júcar (25,78 %), Mediterráneas Andaluzas (25,44 %), Internas Catalanas (24,91 %) y Guadalquivir (19,34 %). Por comunidades autónomas, la peor situación se da en Castilla La Mancha, Comunidad Valenciana y Región de Murcia. En estas tres comunidades, alrededor de una tercera parte de los regadíos se sitúan en zonas tensionadas”, señala la organización ecologista.
“Las señales de alarma son evidentes”, ha apuntado Julio Barea, responsable de Agua en Greenpeace. “España, segundo país con más estrés hídrico de Europa, tiene el 75 % de su territorio en riesgo de desertificación y no podemos permitirnos regar como si nada. Además el regadío cada vez se concentra en menos manos, lo que quiere decir que no ayuda al fortalecimiento rural sino al enriquecimiento de, cada vez, menos personas a costa de la futura escasez de la mayoría. Si seguimos con este modelo y crecimiento desmedido está en peligro de desaparecer nuestra agricultura tradicional”.
“Las administraciones se escudan en la modernización del regadío para seguir ampliándolo pero es una trampa: la percepción de que más agua por ‘eficiencia’, incentiva aumentar más superficie de regadío, genera cambios hacia cultivos más demandantes de agua y estimula las dobles o triples cosechas anuales. Otro problema es que merman el retorno de agua a ríos, humedales o acuíferos, estimulan mayor evapotranspiración de las plantas y, además, dejan mayor concentración de fertilizantes y plaguicidas”, concluye la organización.
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