Unas cien familias cordobesas, asesoradas por Proyecto Hombre para prevenir adicciones en menores
El consumo de drogas en menores está aumentando a nivel generalizado, sobre todo de cannabis desde los primeros cursos de la ESO. Aunque estas adicciones pueden darse también sin drogas. En Córdoba, un total de 90 familias han sido atendidas por Proyecto Hombre en colaboración con la Delegación de Juventud para prevenir conductas relacionadas con la dependencia, que el presidente de la asociación, Jesús Tamayo, ha explicado a Cordópolis.
Desde hace dos años Proyecto Hombre trabaja en Córdoba dentro del programa Sumando Futuro de la Delegación de Juventud en centros educativos, además de en su sede para ayudar a padres e hijos mediante talleres y asesorías individuales. Tamayo detalla que durante el curso escolar ofrecen intervenciones en los centros para darse a conocer entre sus usuarios, para que conozcan el trabajo que realizan y ponerse a su disposición. De esta manera “podemos dar la facilidad a las familias de acercarse a un profesional, tranquilizarlas y orientarlas”.
El presidente de la asociación indica que “ahora está muy extendido el consumo del cannabis desde secundaria hasta Bachillerato”, por lo que el programa se ha destinado sobre todo a menores de 13 hasta 17 años ya que “la mayoría está entre los 16 y 17”. Aunque también hay algún joven de 18 o 19 años que recibe este servicio. La mayor parte de ellos asisten junto a sus padres por la “preocupación que sienten por los jóvenes que tienen en casa”. Aunque también hay quien acude a los profesionales de Proyecto Hombre por decisión propia.
En este último año han sido un total de 90 familias las que han recibido esta ayuda, “algunas han tomado algunas decisiones y desde ahí han intentado sostener sus vidas desde otro sitio con resultados más satisfactorios de los que tenían antes, y otras han sido derivadas a tratamiento”. Estos son los casos en los que prevenir ya ha sido casi imposible y el joven tiene alguna adicción con o sin sustancia. Si la familia solo tiene sospechas, desde la asociación “se le ayuda a redirigir la situación para que sean quienes los lleven a un sitio diferente que les permita desarrollarse sin mantener conductas que desemboquen en una situación más problemática”.
En las sesiones individuales con los jóvenes, Tamayo expone que se realizan talleres “para desarrollar habilidades sociales y relacionales, de manera que a la hora de tener conductas adictivas o probar la experiencia del consumo”, se pueda prevenir “que se conviertan en hábitos consolidados que les obligue a ser atendidos por nuestros profesionales en un futuro”. Con los menores se trabajan también “las destrezas y habilidades prevenir que no aparezcan problemáticas que pueden ser evitables” y que puedan desarrollar un estilo de vida sin estas conductas.
A las familias “se les enseña a ser quienes asuman el rol educativo y que desde la educación que se da en casa día a día, sepan cómo actuar en cada circunstancia”. A veces, menciona, también se trabaja conjuntamente para que “sigan construyendo su relación sin dejar huellas negativas en un futuro”.
Los padres que normalmente acuden a Proyecto Hombre para recibir orientación y ayuda lo hacen, según explica, porque pueden tener “la duda de si todo está bien en casa”. Eso “es un motivo para que requieran asesoramiento, no es necesario una conducta escandalosa”, apunta. Si como padre o madre se tienen dudas “sobre si todo va bien en casa y si hay señales que me rechinan con los menores”, ya puede ser motivo de consulta. Pero algunas de las conductas “más evidentes” que menciona Tamayo son el incumplimiento con los horarios, con las tareas básicas del hogar, con el horario de acostarse o levantarse o “si hay más silencio en casa y menos comunicación”, aunque esto pueda ser normal en la adolescencia.
Aunque la comunicación “monosilábica” por parte de los menores con sus padres pueda ser algo de la edad, puede haber “espacios oscuros” como el no saber qué hace el hijo en un determinado momento o con quién lo hace, o si “hay cambios radicales de imagen y no lo relacionamos con nada”. En estos momentos, “como padres debemos buscar ese acompañamiento”, indica. De esta manera se permite que los niños anden por sí mismos pero sin que los padres “miren hacia otro lado”, al contrario, “estando cerca para apoyarles, acompañarles y poder decirle si han cruzado un límite”. Si son conductas que se mantienen, “no pasa nada por sentarse con un profesional”, anima Tamayo.
La duración de este acompañamiento puede variar en función de la familia, “las hay que solo han necesitado tres o cuatro sesiones o algunas que han sido derivadas a programas de prevención” porque haya más riesgo de adicción. Por otra parte, también pueden derivar a otros profesionales de Salud Mental con los que irán trabajando conjuntamente si se detecta alguna otra patología.
El presidente aclara que, desde Proyecto Hombre junto con la Delegación de Juventud, trabajan en “casos de menores con cualquier sustancia adictiva con o sin droga”. Un ejemplo de ello puede ser los videojuegos, que también pueden ser motivos de enfrentamientos entre las familias, de la bajada de notas o el absentismo escolar. Cuando no saben “cómo parar la situación” tienden a pedir ayuda, ya que también esos conflictos y enfrentamientos entre los miembros de la familia tienen “el riesgo de que aparezcan otras conductas que afecten al consumo de drogas”. Para ello, sentarse con los profesionales de Proyecto Hombre es siempre una buena opción para evitar futuros problemas y adicciones en los hijos.
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