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90 años de la proclamación de la II República

Una bandera republicana en una reciente concentración en Córdoba

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Hoy se cumplen 90 años de la proclamación de la II República. Un régimen político nacido en un luminoso martes 14 de abril de 1931 y cuya memoria, durante mucho tiempo fue, -aun hoy lo es-, falseada, vilipendiada, ocultada en cuanto a sus logros y proyectos más relevantes y, desde luego, manipulada por determinados sectores políticos que lo consideraron, tanto la expresión más radical de las “nefastas ideas liberales” que se habían venido desarrollado desde 1812 a lo largo del siglo XIX y hasta la proclamación de la República y, también, como el origen y, por consiguiente, culpable de todos los graves problemas políticos y sociales que condujeron a España a la mayor crisis de su Historia Contemporánea resuelta en forma de Guerra Civil.  

Nada más lejos de ello y más allá de interesadas valoraciones políticas e ideológicas, siempre controvertidas y escasamente ajustadas a la realidad histórica, que contienen ciertamente unos indudables elementos justificatorios, primero para los que se sublevaron contra la República y, posteriormente, para los valedores de la Monarquía y de su funcionalidad política, lo cierto es que la II República supuso, ni más ni menos, que el primer ensayo de democracia en España. Y como tal régimen democrático, desde sus inicios intentó poner lo mejor de sus esfuerzos políticos al servicio de la mayoría de los españoles. Aquella “república de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de libertad y justicia”, como se recogía en el artículo 1º de su Constitución lo intentaría desde los primeros momentos de su implantación. Sólo tres cuestiones, de entre los muchos proyectos y realizaciones planteados, pueden ser significativos de lo que decimos: en primer lugar, devolvió la dignidad a los trabajadores pero no sólo con el reconocimiento constitucional de determinados derechos ausentes en los códigos anteriores, sino con una legislación que planteó la posibilidad de una transformación radical en las relaciones laborales y en defensa de esos derechos sociales; en segundo lugar, esta ampliación de derechos aludida benefició a las mujeres que, además de su derecho al sufragio, vieron reconocidos otros derechos civiles y políticos que situaban a la, por tantas otras razones, “atrasada España” en la vanguardia de Europa y, finalmente, la República manifestó una preocupación por la cultura y la enseñanza como no se ha conocido en nuestra Historia: en pocos años se acometió una política de construcciones escolares, se dignificó social y económicamente a los maestros, se desarrollaron proyectos (misiones pedagógicas) que llevaron la cultura a los rincones más alejados del país, se financiaron políticas de apoyo a bibliotecas y editoriales, se organizó la primera Feria del libro, etc. En suma, los primeros gobiernos republicanos tuvieron siempre bien presente que había de sostener el nuevo régimen en la creación de una ciudadanía activa, comprometida con lo “público” y defensora de las conquistas democráticas y que se fueran abandonando con la aplicación de las necesarias políticas los tan anclados desajustes sociales, económicos, educativos, etc. que habían venido afectando a España en la compleja articulación del Estado liberal.

La luz que se había encendido aquel 14 de abril sufrió un brutal y sanguinario apagón un 18 de julio de 1936 cuando los sectores más reaccionarios de la sociedad española, civiles y militares, opuestos a aquel proyecto de modernización y de reformas necesarias que habían significado la implantación de las políticas republicanas, se levantaron contra el régimen constitucional creado el 14 de abril de 1931, hoy hace 90 años, embarcando a este país en una cruenta guerra civil y en la consiguiente dictadura fascista de la que tanto tiempo y esfuerzo nos costó salir. Parece que algunos lo han olvidado, lo siguen tergiversando o no han querido enterarse.      

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