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El recuerdo de aquel Domingo de Ramos de 1992

Ntro. Padre Jesús del Silencio en 2012 | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Una fractura de sus tobillos provocó que Nuestro Padre Jesús del Silencio no pudiera completar su primera estación de penitencia, hecho presente desde entonces en el Compás de San Francisco

En el Compás de San Francisco, justo a la entrada, lo primero que salta a la vista es un retablo cerámico con la imagen de un Cristo. A los ojos del viandante está nada más cruzar el arco que conduce a dicho lugar desde la calle San Fernando. “En esta iglesia de San Francisco se refugió Nuestro Padre Jesús del Silencio el Domingo de Ramos de 1992. Con toda gratitud a esta iglesia, a su párroco y a las hermandades del Huerto y de la Caridad. Este retablo recuerda dicho acontecimiento”, se puede leer en la composición de azulejos que contrasta con el blanco encalado de la pared. La talla que lo protagoniza tiene su sede al otro lado del río, si bien por unas horas aquel templo se convirtió en su propia casa tras un percance tan inesperado como poco amable.

Para entenderlo hay que retroceder en el tiempo hasta llegar al Domingo de Ramos de 1992, día en que realizaba su primera estación de penitencia en Córdoba la imagen de Nuestro Padre Jesús del Silencio. La obra, una de las últimas del imaginero gaditano Luis Ortega Bru y la única de su autoría que desfila en la ciudad, se incorporaba esa Semana Santa a la procesión del Amor, que alcanza el centro desde el barrio del Cerro -de la parroquia Jesús Divino Obrero-. En aquella jornada especial para dicha hermandad, la talla no pudo completar el recorrido. Una fractura a la altura de los tobillos del Cristo lo impidió. Ésa es la razón por la cual existe el citado retablo cerámico en el Compás de San Francisco y también por la que el hoy paso de misterio de la mencionada cofradía realiza un giro en el arco antes de continuar su camino hasta Carrera Oficial.

El hecho fue tan curioso como inusual, pues pocas veces se ha podido escuchar de un daño de este tipo. Sucedió en una levantá, según recuerda el actual hermano mayor del Amor, Jesús Mata. Los costaleros escucharon un fuerte crujido. La imagen había perdido estabilidad. Entonces, se arrió el paso y se comprobó que, en efecto, sucedió algo fuera de lo común. Porque no lo era ni lo es que una obra sufra tal percance. Con todo, aquella circunstancia tiene su explicación. Luis Ortega Bru no realizaba las piernas de sus tallas de una pieza, sino que lo hacía con varias. El ensamblaje de los tacos -de unos 30 o 40 centímetros- saltó y se produjo la fractura. Por fortuna, todo ocurrió junto al arco del Compás de San Francisco, por lo que existía una posibilidad de refugio que finalmente se dio.

Para ello, “el Huerto tuvo que romper su estación de penitencia”, puesto que iniciaría su trayecto por las calles de Córdoba tras el paso del Amor. Las dos hermandades de la iglesia de San Francisco y San Eulogio actuaron de forma solidaria y la del Cerro continuó su camino hacia Carrera Oficial con el amargo sabor que le había dejado el percance. Jesús Mata era entonces incensario del palio y no alcanzaba los 15 años, de forma que rememora desde la mirada de un niño, no menos válida. “Recuerdo que había mucho alboroto y me acerqué al capataz del palio. Cuando le vi la cara me extrañó muchísimo, porque la tenía de asustado”, señala. Notó la incertidumbre ante lo que hubiera podido ocurrir. Desde luego, “es un hecho muy desagradable de recordar”, más si cabe cuando sucedió en la primera estación de penitencia en la ciudad de una imagen que tuvo que salir de Cádiz tras una etapa complicada.

Esa situación, de hecho, provocó que a lo largo de años el capataz de Nuestro Padre Jesús del Silencio, también aquel día de 1992, fuera el gaditano Silverio Sotomayor. Él fue una de las personas que trabajó para que la imagen de Ortega Bru pudiera llegar a Córdoba. El nexo de unión no se perdió y son bastantes los cofrades de la Tacita de Plata los que viajan cada Domingo de Ramos para acompañar a la hermandad del Cerro, de forma que incluso dos generaciones de una familia serán costaleros del paso de misterio, cuya referencia es dicha talla, hoy, 22 años después de un percance que quedó atrás. En la actualidad, tras la rápida restauración del sevillano Rodríguez Rivero-Carrera, la obra cuenta con una sujeción que va desde la peana hasta la cintura. En la tarde del 13 de abril de 2014, con lo narrado en estas líneas como un recuerdo con final feliz, el Señor del Silencio volverá a mirar hacia la iglesia en que un día le recibieron solidariamente para después completar una vez más su trayecto por las calles de la ciudad.

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