El cambio climático adelanta cada vez más el inicio de la primera vendimia de Europa
Los primeros en notar el cambio climático siempre son los agricultores. Los cultivos alteran su ritmo habitual de crecimiento y hasta las cosechas se producen en fechas en las que nunca se habían recogido. El caso de la vid es uno de los más paradigmáticos. El cultivo de la uva es uno de los más delicados y milenarios en la cuenca mediterránea. De la uva depende el vino. Y del vino, la alegría.
En Córdoba, desde hace milenios, hay una comarca que cultiva la vid: la zona de Montilla-Moriles. Siempre este marco fue el primero de la Europa continental en comenzar la vendimia. Pero desde hace una década aproximadamente los viticultores vienen observando cómo cada año la cosecha se adelanta. La falta de lluvia suficiente y el calor extremo provocan que cada vez sea más necesario cosechar antes para garantizar que la uva vendimiada tenga la acidez y el azúcar suficientes para producir buen vino.
José Manuel Centella es presidente de la sectorial de la viña de Asaja, en Córdoba. “Posiblemente, la vendimia se adelanta uno o dos días por cada año”, asegura. Actualmente ya se está vendimiando en Montilla-Moriles (aún no ocurre en ningún otro lugar de la Europa continental), pero porque desde el año 2020 comenzaron a cultivarse otras variedades en el marco cordobés, uvas más tempranas para la elaboración de vinos jóvenes. Pero la uva Pedro Ximénez, el santo grial de Montilla Moriles, no comenzará a vendimiarse hasta el mes de agosto. Hace una década, la vendimia nunca comenzaba antes del 25 de agosto y se generalizaba ya en septiembre. En 2022 se calcula que la uva Pedro Ximénez se comenzará a recolectar entre el 8 y el 10 de agosto. “Es imposible negar que el cambio climático está afectando al viñedo”, sostiene Centella.
Un marco milenario en peligro de extinción
En la campiña de Córdoba se cultiva la vid desde hace milenios. En las excavaciones en el castillo del Gran Capitán de Montilla se hallaron pepitas de uva datadas en el siglo IX antes de Cristo. Tras la dominación romana, el cultivo de vid se extendió y se mantuvo incluso durante Al Andalus, a pesar de que el Corán prohíbe el consumo de vino. En la zona convivían judíos y cristianos, y el islam andalusí siempre fue mucho más relajado y permisivo (uno de los motivos de las invasiones desde el norte de África). Ya en el Siglo de Oro, el marco cordobés vive una etapa de esplendor, con la creación del Pedro Ximénez. Pero desde hace años, el vino cordobés está en peligro de extinción por la amenaza del cambio climático y también de una crisis de precios.
Este año, probablemente, en Montilla-Moriles se cultiven menos de 4.500 hectáreas de viña. Es la superficie más baja desde que hay registros. Los viticultores, progresivamente, están abandonando un cultivo que requiere mucho esfuerzo y que cada vez compensa menos. Solo en esta campaña, según Centella, los costes de convertir una viña en espaldera se han duplicado. Los gastos de energía, como el gasóleo, también se han incrementado de manera notable. Y el precio que perciben los viticultores es el mismo que el de campañas anteriores, cuando cada vez se cultiva menos y los rendimientos de producción también bajan.
La vendimia de este 2022 en Montilla-Moriles puede ser excepcionalmente baja. “La lluvia de primavera ha salvado que al menos este año podamos tener uva”, evoca Centella. La sequía de otoño e invierno ha sido histórica en la zona (no llovía tan poco desde que hay registros, hace un siglo). Sin las lluvias de la primavera, las viñas se habrían quedado sin producir y Montilla Moriles sin uva. Llovió, hubo uva pero la ola de calor extrema adelantada de junio y la de julio han dejado a la tierra sin apenas humedad. Eso está provocando que se haya acelerado la maduración de la uva y que haya menguado de manera notable una producción que el año pasado ya fue baja. “Las olas de calor están destrozando los cultivos. Estamos en un momento crítico con poca humedad en el suelo y temperaturas muy elevadas tanto de día como de noche”, resume Centella. “Son temperaturas muy elevadas durante muchos días y viniendo ya de una ola de calor a mediados de junio que fue muy severa y que hizo que la viña se parase”, por lo que augura escasas producciones.
Y sin uva no hay vino. “Hay viñedos que lo están pasando muy mal, los localizados en peores tierras”, señala, algo que desanima a los viticultores, que cada vez sustituyen más tierras de viñas por olivar o por superficie calma. “No se arranca viña porque sí, sino porque no es rentable el cultivo o no justifica el sacrificio que tiene. Aquí no se oye nada de precios, no se oyen ganas de uva. Ese desánimo que se extiende por todo el sector genera que el viñedo se vaya abandonando o arrancando por otros cultivos que son más interesantes”, destaca y lamenta Centella, que asegura que la única fórmula para que resucite Montilla-Moriles es que “los precios sean tentadores”.
Actualmente, con lo que se paga “difícilmente se cubre el coste de producción”. En Jerez, las bodegas se están quedando sin uva, algo que está elevando el precio y que está animando a los agricultores a sembrar viña de nuevo. Es la única fórmula o el sector “desaparece”.
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