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¿Qué ha pasado con el dinero de la reconversión minera?

Monumento a la minería en el Guadiato  | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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En 1989, Encasur tenía contratados a 1.260 mineros en el Valle del Guadiato, la gran mayoría de Peñarroya-Pueblonuevo. Por cada minero, se calculaba que había otros cuatro puestos de trabajo más indirectos (servicios a la mina y los mineros, principalmente). Más de 6.000 personas vivían, de una forma o de otra, del carbón que se extraía en la comarca. Dos años después comenzó a sobrevolar sobre la zona una especie de maldición: había que cerrar las minas. Tras movilizaciones y muchas negociaciones, se logró negociar una importante inversión de dinero público en la zona con un fin: reconvertir económicamente todas las comarcas mineras que tenían el “monocultivo” del carbón, como explica, desde Bruselas, uno de los protagonistas de todas las negociaciones, Carlos Núñez, de CCOO.

Carlos Núñez, miembro de una expedición de Peñarroya Pueblonuevo al EuroParlamento, recuerda cuál era el fin de aquellos planes de reconversión de las cuencas mineras, bautizados como planes Miner: que se pudieran recuperar todos los puestos de trabajo que se iban a perder. Tras dos planes Miner (1998-2005 y 2006-2012, este último interruptus en diciembre de 2011), el Valle del Guadiato no es ahora, ni por asomo, la comarca que era en 1989. No hay datos exactos, pero la cifra de 6.000 puestos de trabajo no se han recuperado. Ni por asomo.

El portavoz de IU en la comarca, Pedro Ángel Cabrera, ya dijo el lunes en Bruselas que el Guadiato es una zona “que se muere”. Después de más 50 millones de euros de inversión, y otra aún pendiente de más de 23 millones, interrumpida en diciembre de 2011 por una decisión del Consejo de Ministros del Gobierno central, la comarca del Guadiato no se ha reconvertido.

Carlos Núñez detalla los tres compromisos para los que nacieron los Miner: “la necesidad de inversión, el apoyo a las empresas y la formación”. El sindicalista explica que en las cuencas con el “monocultivo del carbón” todas las infraestructuras para la reconversión estaban por hacer. En el Guadiato había malas carreteras, apenas polígonos industriales y escasos servicios públicos, como un hospital. En 1999, casi un centenar de la comarca formó parte de la llamada Marcha Negra, que acudía a Madrid a reclamar siete compromisos del Miner I en Peñarroya-Pueblonuevo. Esos siete compromisos se firmaron (la Marcha Negra se dio media vuelta antes de llegar a Madrid tras lograr el acuerdo) y hoy se consideran cumplidos, aunque tarde algunos. Entre ellos, por ejemplo, estaba la construcción del hospital comarcal.

Pero la reconversión estaba lejos de producirse. El primer Miner concluyó en 2005. Poco antes de que expirase, se empezó a negociar el segundo Miner, que iba a coincidir con el final de 150 años de historia: el cierre de la última mina de carbón, la famosa Corta Ballesta, se oficializó en 2012. Los sindicatos, y los alcaldes de la zona, apretaron en el segundo Miner para incluir la verdadera reconversión de la comarca. Este segundo Miner concluyó de forma precipitada en diciembre de 2011, por una decisión del Gobierno. Proyectos como la ampliación del polígono industrial de Peñarroya, el conocido como Vega Currillo, quedaron varados. En España, hay un tercer Miner, que concluirá en 2018, pero que dejó fuera al Guadiato. Se sigue invirtiendo en otras comarcas españolas (Asturias y León, principalmente).

Cuando comenzaron los Miner, Peñarroya tenía más de 20.000 vecinos. Hoy apenas hay 12.000. ¿Qué ha quedado en la zona después de la inversión, que encima quedó interrumpida? El balance que hacen los protagonistas que negociaron estos fondos no es optimista. Núñez hace una excepción, Espiel, un pueblo gobernado por un alcalde independiente (Juan Antonio Fernández) que se presentaba bajo las siglas del PP y que fue capaz, en el primer Miner, de generar por sí solo 400 puestos de trabajo, más que el resto de la comarca en general.

“Se fue a Madrid a buscar empresas. Y las trajo. Algunas han cerrado” tras la crisis económica “pero muchas han aguantado”, explica Núñez, desde el vestíbulo principal del Europarlamento. Núñez insiste en que “la filosofía” de a qué tenían que dedicarse estos fondos “la conocían todos los municipios”, pero que el que mejor supo usarla fue precisamente Espiel.

La esperanza de la comarca estuvo puesta en el segundo Miner y la de los trabajadores en una propuesta sobre el I+D+i. El Valle del Guadiato ha sobrevivido gracias a la riqueza de sus materias primas. Cuando las minas se cerraron, aún quedaba mucho carbón por extraer. Los trabajadores sostenían, respaldados por estudios, que se podía seguir sacando carbón enterrando el CO2, para frenar con su combustión los efectos del cambio climático. De hecho, a día de hoy, en España, el 21% de la energía eléctrica que se genera es por la quema de carbón. Y en el Guadiato sigue quedando mucho carbón.

España sigue importando carbón para generar energía. Por ejemplo, la central térmica de Puente Nuevo (que tiene previsto su cierre en 2020 y que sobrevive como el último vestigio vivo de la minería en la comarca) sigue quemando carbón, que importa. A unos metros, ese carbón sigue enterrado. Y se podía seguir extrayendo, pero de otra manera, sostiene Carlos Núñez.

La extracción enterrando el CO2 se realiza en China y también en Estados Unidos. “Con éxito”, agregan Núñez y Juan Carlos Fernández Sánchez, secretario de Organización del área de Industria de CCOO en Córdoba. Ambos charlan sobre el futuro de la central térmica, en la que a día de hoy siguen trabajando cerca de un centenar de personas. “Lo último que he oído es que adelantan el cierre a 2019”, dice Fernández, mientras entabla una conversación con Núñez sobre cómo se privatizaron las eléctricas en España y cómo los actuales dueños de Puente Nuevo, E.On, “lo único que quiere es hacer caja”. Puente Nuevo necesita millones de euros para volver a adaptarse a la normativa medioambiental.

“No se ha ido más gente porque no tienen a dónde ir”, acaba la reflexión de Carlos Núñez, cuando se le recuerda la realidad de la comarca. “Vivimos en pueblos de pensionistas”, lamenta, mientras pide una apuesta política “real” por parte de la Junta y el Gobierno central para que la zona, ya sin ningún tipo de ayuda pública extraordinaria, se acabe muriendo.

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