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María Berral

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Córdoba cuenta con 16 poblados colonos que fueron creados a partir de los años 40 desde la delegación del Instituto Nacional de Colonización. El primero de ellos fue Encinarejo, así lo ha señalado a Córdopolis Pablo Rabasco, Profesor Titular de Historia del Arte en la Universidad de Córdoba que ha presentado Pueblos de tierra, su tesis doctoral en la que ha estudiado la evolución y la historia de las primeras colonizaciones en la ciudad. El libro ha sido editado por la Diputación de Córdoba. Aunque ha visitado más de 200 por toda España y ha trabajado con más de 200.000 documentos vírgenes, “que no solo eran de arquitectura”. Todo era necesario para “recomponer y entender cómo funcionaba el pueblo”, ha confesado a Cordópolis.

En el proceso de investigación ha podido conocer que al principio “se da un poblado tipo en España”, parecido en muchos sitios, con las casas blancas con tejas árabes, “el típico pueblo andaluz” donde las plazas son la típica castellana con una iglesia. Esto cambia, según detalla, a principios de los años 50 “con una generación de arquitectos más moderna” de la que cada uno “va poniendo su sello”. Pero el “boom” fue a principios de los 60 con arquitectos jóvenes “que trabajan cosas que en el contexto urbano no podían hacer, una arquitectura más libre y más moderna”.

El trabajo de Rabasco comenzó en un momento en el que solo otras tres o cuatro personas más investigaban los poblados de colonización, su arquitectura y sociología, “un esfuerzo pionero” y que después ha tenido “mucha atención mediática en programas de televisión, documentales, telediarios o revistas importantes”. Para el autor esto ha ocurrido porque en los 90 la arquitectura del franquismo estaba muy asociada a la política y “tenía demasiada carga simbólica” por lo que “no se contemplaba la perspectiva de la memoria artística, de contar la realidad para que no se perdiera la historia de vida de los colonos”. Una percepción que cambió cuando descubrieron la riqueza arquitectónica y se conformó una nueva narrativa.

El libro comenzó analizando el urbanismo de los poblados que se realizaron desde la Delegación de Córdoba desde el Instituto Nacional de Colonización para Córdoba y Sevilla. Pero cuando Rabasco entró a visitar los poblados y conoció de cerca a sus colonos se dio cuenta “de que detrás de la arquitectura hay condiciones de vida y un ejemplo de convivencia que no se reflejaba en ninguna otra arquitectura urbana de España, los poblados genéricos”. Según descubre todos se dedicaban a lo mismo, no había diferentes campos de trabajo, e incluso las familias tenían la misma estructura, “todas con hijos de la misma edad”. Algo que genera “una sociología muy compleja y atractiva”. Por ello, comenzó a incorporar estudios de vida que le ayudaban a conocer la historia que había detrás. Unos relatos “sin los que la visión de la arquitectura era incomprensible”. 

En total, en España se crearon más de 300 pueblos para instaurar el regadío y hacer una mayor producción “de autarquía”, producir para el consumo propio, teniendo a trabajadores junto a sus fincas y dotando al mercado “de lo que el franquismo estimaba que era necesario”. Una situación que asegura se ha repetido, “en la situación del régimen también había sumisión, no plantabas lo que querías sino lo que te decían que el gobierno necesitaba”, explica.

Los poblados en la actualidad

En su trabajo, Rabasco ha localizado 16 colonizaciones en Córdoba y en Sevilla de las cuales todas sobreviven, aunque diferencia dos que tienen más complicado perdurar en el tiempo: La Vereda y Setefilla. Ambas están en Sevilla. El primero, señala que es “el mejor poblado que hizo la delegación de Córdoba, pero se abandonó muy pronto y luego se volvió a recuperar”. A pesar de que es el que “está en peor estado”, aclara que fue hecho “por uno de los mejores arquitectos de la época”, Fernández del Amo. Setefilla, por el contrario, “es un pueblo muy moderno pero está en un momento crítico porque está muy desatendido a nivel político”.

La Vereda era uno de los poblados más pequeños que se construyeron, según detalla, tan solo para 60 familias. Pero también había otros que se construyeron para 250 y que después han ido creciendo como como Encinarejo “que tiene casi el doble de población” y que fue el primero que se hizo en España a final de los 40. Para evitar el despoblamiento de estos dos poblados, Rabasco asegura que es necesario que tengan buenas conexiones para trabajar y que ofrezcan todos los servicios. Por ejemplo, en La Vereda no tienen colegio, algo que es “fundamental”.

El duro trabajo y futuro del campo

A pesar de que el trabajo de toda una familia de colonos era muy complejo y duro porque trabajaban “de sol a sol”, Rabasco destaca la labor de la mujer que “se levantaba a las 5:00” y que además del trabajo en el campo sacaban a los hijos adelante. Este sacrificio en el mundo del campo, que menciona el autor, es el que señala que es uno de los problemas en la actualidad para que sector continúe. “Los hijos no quieren seguir con el campo porque es un trabajo muy duro, porque el campo no descansa”, expone.

Esta problemática hace que el precio de la tierra baje porque no hay compradores y aquí entran las grandes empresas “que están metiendo el cultivo intensivo utilizando transgénicos para producir mucho de baja calidad y mecanizando todo”. Una situación que, explica, ocurre mucho en el norte de España pero que también sucede en Andalucía y, concretamente, en Córdoba. “En la zona de los poblados de Córdoba se ha salvado por el tema de la naranja, al haber varias fábricas demandantes muchos cultivos han metido naranjo para poder subsistir pero hay zonas que no y los hijos no quieren las tierras. Terminan saliendo a mercado y compradas”.

Debido a estas situaciones existe “un pulso muy grande entre potenciar e incentivar la ganadería extensiva, el olivar extensivo y protegerlo y que el campesinado tenga acceso a su propia tierra, en contra del modelo imperante de los grandes propietarios que no ponen tierras de cultivo”. Aquí Rabasco señala también al sector público en el que menciona a la Junta de Andalucía “que tiene muchas tierras sin cultivar”. Otra de las soluciones que menciona es fomentar la creación de cooperativas, del cultivo sostenible, de micro pantanos para el riego y asentar a la población en sus poblaciones evitando la migración o el exceso de temporeros. “Tenemos que terminar de decidirnos porque si no se impone el de más fuerte y pequeños campesinos tienen muy poco que hacer”, concluye. 

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