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“La calle me mataría”: vivir en el hogar de Espacio Salud cuando no se tiene un techo

Jesús sentado en su cama en Espacio Salud

María Berral

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Jesús Criado está sentado en su cama, inseparable de su bombona de oxígeno, acaba de sufrir una crisis. Pero tiene ganas de volcar su energía en contar a Cordópolis la labor que hacen desde Espacio Salud para mejorar su calidad de vida.

Natural de Algeciras, Cádiz, lleva cuatro años en Córdoba a donde decidió venir para desintoxicarse de su adicción. Reformatorios, prisión y drogas, en ese orden de cosas se resume la vida de Jesús. Una vida dura de la que ha sacado lecciones que sigue transmitiendo.

Nacido en una familia de diez hermanos, cuenta, tuvo que ir a su primer reformatorio con doce años porque su familia no podía hacerse cargo de tantos hijos. A tan solo dos meses de los 18 salió de allí y al poco tiempo cometió un robo, por el que tendría que cumplir cuatro años de prisión. En total, han sido 22 los que ha pasado en un centro penitenciario. Y entre entradas y salidas de la cárcel se encontraba en la calle.

La prisión le llevó a la droga, en el Centro de Sevilla II. “Cuando entré la primera vez le preguntaba a los compañeros tan fuerte es esto chiquillo? Porque veía que estaban muy bien y salían muy mal. Me decían que yo no podía decir eso porque no lo había probado. Y un mal día la probé y me ha costado 30 años salir de ella”, cuenta. Sin embargo, la experiencia queda reflejada durante sus palabras, y es que siempre saca algo positivo. “Pero aprendí de ella y antes de la pandemia iba con Cáritas a los colegios para explicar qué es la cocaína y la heroína”, dos drogas de las que ha sido consumidor. 

A pesar de haberse casado a los 18 años, haber tenido dos hijos - a los cuales tuvo que dar en adopción porque su pareja también cayó en los estupefacientes- y nueve hermanos, Jesús no contó con el apoyo de su familia para dejarlas. “Solo me apoyaba mi madre antes de entrar en prisión, cuando entré para cuatro años ella falleció de cáncer y ahí se acabó para mí la familia”. A día de hoy, no tiene contacto con ningún miembro de su familia ya que lo perdió con su hermana mayor, la única con la que seguía hablando.

Pero, finalmente, Jesús decide dejar la droga y tras pasar un tiempo en varios centros, viene a Córdoba con el dinero que tiene ahorrado. Aquí, llega a Cáritas, y encuentra trabajo por lo que puede pagar un piso compartido con una familia. Sin embargo, Jesús tiene que abandonar el piso de nuevo tras la llegada de un familiar y volver a Cáritas. Pero su vida vuelve a dar un vuelco y comienzan sus visitas al hospital. El diagnóstico: cáncer.

Los más vulnerables

Cuando agrava la enfermedad y Jesús está en cuidados paliativos y se vuelve dependiente de oxígeno las 24 horas, desde Cáritas consiguen que en Espacio Salud haya un sitio para él, donde se encuentra desde hace dos meses. Al igual que el gaditano, todas las personas vienen derivadas de Servicios Sociales, Centros de Salud y entidades del tercer sector que ayudan a los más vulnerables, cuenta una de las trabajadoras del programa.

“Todos son personas sin hogar, enfermos paliativos, enfermos crónicos o con amputaciones o convalecientes”. Y tal es la demanda que cuentan con una lista de espera de más de 30 personas. El programa cuenta con dos centros más a nivel nacional en Madrid y en Murcia y en cada una de las sedes pueden acoger a personas del resto de España -salvo de las comunidades donde tienen su propia sede-.

Las doce personas residen en una vivienda de varias plantas donde comparte habitaciones y colaboran con las tareas, lo que les ayuda a pasar el día y a conocerse. Además, cuentan con una auxiliar las 24 horas del día y una trabajadora social, una psicóloga y una enfermera para el seguimiento de lunes a viernes.

“Me están ayudando mucho”

Ahora Jesús asegura que está “mejor ; me están ayudando mucho”, dándole la posibilidad de tener la bombona de oxígeno. Algo que no podría tener sin un domicilio, “a mi la calle me mataría”, indica. Ahora comparte habitación con otro compañero al que por los horarios, y porque él tampoco puede salir mucho, no ve demasiado. Pero sigue teniendo sus fuerzas para ir a dar un paseo por Tendillas con la máquina de oxígeno portátil. “Salgo para que me de el aire y trabajar el cuerpo, que se adapte a lo que me ha pasado”. 

Lo que está claro es que sin la ayuda de Espacio Salud ni Jesús, ni el resto de sus compañeros no saldrían a la calle a pasear sino que vivirían en ella, estando además enfermos. Ahora el gaditano pasa el tiempo en su habitación haciendo manualidades que aprendió a hacer en prisión y en los reformatorios. Demostrando de nuevo, que saca un aprendizaje de todo y que con la ayuda del programa sigue plantándole cara a la vida.

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