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“Cuando encontré las pastillas en casa de Bretón, no me gustó nada”

Bretón mira a su policía sombra durante su declaración. FOTO: POOL

Redacción Cordópolis

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Declara durante más de dos horas el agente sombra que acompañó a Bretón hasta su detención

“El sorprendido siempre era yo”, ha dicho el agente de policía que acompañó a Bretón todas horas mientras se seguía buscando a sus hijos Ruth y José, entre el día 10 y el 17 de octubre de 2011. Aquel agente es los que se conoce como un policía sombra, alguien que sin detener al sospechoso, tratase de sonsacar mediante la conversación y la confianza, el paradero de sus hijos. “No esperaba una persona tan fría, tan poco emocional, tan distante. No tenía el sentimiento de culpa normal que tiene los padres que viven situaciones así”, ha proseguido el agente.

“El tema de los niños no le interesaba. Su conversación era esquiva, respuestas cortas, pocas explicaciones. Era un tema del que no quería hablar”, asegura el investigador. Por todo ello, las largas conversaciones que en un principio mantuvieron, antes de la detención del acusado, trataban de temas muchas veces peregrinos, en un intento del policía de tratar los asuntos claves -la suerte de Ruth y José- dando rodeos y siempre de forma tangencial.

Este policía ha comparecido esta mañana en el juicio que se sigue contra Bretón por el doble asesinato de sus hijos de Ruth y José, el 8 de octubre de 2011. Según la Fiscalía y la acusación, Bretón asesinó a sus hijos y los incineró en una pira funeraria casera que quemó en su finca de las Quemadillas, a las afueras de Córdoba. El padre afirma que perdió a sus hijos mientras estaban paseando por un parque. El móvil del doble crimen habría sido la venganza contra su entonces esposa y madre de los pequeños, Ruth Ortiz, que acababa de pedirle el divorcio. Fiscalía y acusación piden contra Bretón 40 años de cárcel.

Pero la armadura de Bretón muchas veces parecía resquebrajarse. Como cuando, en una inspección policial en casa de sus padres, se descubrieron unas recetas médicas que inquietaron enseguida al agente. “Bretón estaba de pie, rígido, con la mandíbula desencajada.'¿Dónde están las pastillas?', le pregunté. 'No sé', me respondió. '¿Dónde has comprado las pastillas?', insistí. 'No me acuerdo', repitió. No pregunté más, pero las pastillas no me gustaban nada”, ha declarado el agente.

De la misma forma se pareció derrumbar cuando, el 17 de octubre, harto ya de las respuestas esquivas e intrascendentes de Bretón, llevó de nuevo a Bretón a la hoguera de Las Quemadillas. A diferencia de su reacción una emana antes, la actiutud de Bretón era menos dicharachera y ajena. El agente sombra se situó en medio de la hoguera y le preguntó si aquel lugar le traía recuerdos. “No contestó y agachó la cabeza”, ha declarado el policía. “Le insistí: '¿Están aquí los niños?'. Y respondió: 'Cerca. Detenedme ya'”.

El agente ha descrito que entraron en la casa de la finca y Bretón se sentó en el sofá, agachó la cabeza y puso las manos entre su cabeza. “Le dije a mi compañero que lo observara porque ahí ha pasado algo”. Luego, se marcharon a Comisaría y Bretón se quedó en la finca. “Le dije a mis jefes que este señor había matado a sus hijos y que está reclamando que lo detengamos. Está en el límite”.

Diez meses después, poco antes de que se dictaminase finalmente que los huesos hallados en la hoguera eran compatibles con los de sus hijos por edad y tamaño, Bretón llegó a decirle al agente que si le sacaba de la cárcel donde seguía como preso preventivo “encontraría a los niños vivos o muertos”.

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