Diario del Confinamiento | Estereotipos
Cuando una palabra muta desde su origen hacia un significado más metafórico y se queda así fijada en una comunidad que la entiende y la usa, ya hay poco que hacer.
Pensaba en eso mientras veía imágenes de estas manifestaciones que pretenden extenderse desde el Barrio de Salamanca, en Madrid, a otros lugares de la geografía que muchos identifican con la bandera que lucen los manifestantes. O viceversa.
En esas imágenes se ven pijos, pensé yo. Como en otras imágenes he visto perroflautas. O como en las películas de Woody Allen o en los capítulos de los Simpsons he visto judíos. O, en películas españolas, meapilas o qué sé yo: mucamas, señoritos, chonis, rockers, canis…
Pero me di cuenta de que lo que veía eran estereotipos.
En principio, un “estereotipo” es una impresión obtenida a partir de un molde hecho de plomo; pero con el tiempo ha ido alcanzando un desplazamiento metafórico para nombrar creencias fijas que un grupo tiene sobre otro. Al final, se convierten en clichés y en simplificaciones. Pero la palabra ha hecho ya su recorrido y la cosa tiene mal remedio.
En sociología suele decirse que estereotipos como el de “pijo” son resultado de un proceso de construcción de la identidad de un grupo. Y una vez leí un artículo en el que se definía a los “pijos” como jóvenes que “no están contra el orden establecido” y que “no están contra la cultura paterna o hegemónica”.
Curioso; porque según eso, no están inconformes con su status, ni buscan subvertir el orden social.
Si esto es así ¿qué hacen en esas manifestaciones? ¿Contra qué protestan? ¿Qué quieren subvertir ahí, sin salir de su barrio, donde lo tienen todo?
No lo entiendo, la verdad. A ver si es que, en vez de fijarme en el estereotipo, voy a ser directamente prejuicioso.
Pero es que son tan feos esos zapatos que llevan sin calcetines…
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