El cielo cordobés se ilumina de estrellas fugaces
En mitad de una oscuridad total por la ausencia de Luna, en un lugar en el que las únicas luces que mataban a las pupilas eran las de los faros de los coches que llegaban tarde o las luces de los móviles que desgraciadamente se encendían, Los Villares se volvió a convertir en la noche de este martes en uno de los mejores lugares para ver una auténtica lluvia de estrellas, más brillantes que nunca.
Hammam Al Ándalus organizó en pleno parque periurbano una velada para contemplar los millones de meteoros que giran alrededor de la constelación de este semidiós de la mitología griega. Esta lluvia de estrellas constituye uno de los momentos más hermosos y especiales del año, ya que el cielo nos ofrece un espectáculo astronómico de gran belleza.
Armados con un telescopio y con muchas cosas que contar, los voluntarios de AstroCórdoba volvieron a maravillar a las decenas de personas que quisieron sumergirse en la infinitud del Cosmos, en ese cielo que está más allá de la estratosfera, ese mal llamado vacío que está repleto de física y química y que sigue siendo inabarcable para el ojo humano.
Los expertos astrónomos de la ciudad detallaron a los asistentes qué son realmente las Perseidas. Todos los años, entre finales de julio y finales de agosto, la Tierra atraviesa en su trayectoria en torno al Sol la estela del cometa Swift-Tuttle, lo que provoca que multitud de partículas, denominadas meteoroides, choquen contra la atmósfera. Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides, la actividad de las Perseidas aumenta.
Boquiabiertos ante el espectáculo de un firmamento iluminado, alejados del ruido de la ciudad y en un paraíso como es el parque periurbano de Los Villares, los asistentes comprobaron cómo este año había una lluvia de estrellas más intensa de lo habitual. Hasta 500 meteoros por hora podían verse en el firmamento de la ciudad. La lluvia de polvo cósmico se hizo más intensa conforme más avanzaba la madrugada.
La mayoría de los meteoroides desprendidos del Swift-Tuttle son tan pequeños como un grano de arena, y cuando se cruzan con nuestro planeta impactan contra la atmósfera a una velocidad de más de 210.000 kilómetros por hora, equivalente a recorrer España de norte a sur en menos de veinte segundos. El choque produce, en estos fragmentos, un aumento de temperatura de hasta cinco mil grados en una fracción de segundo, lo que hace que se desintegren y emitan un destello de luz que recibe el nombre de meteoro o estrella fugaz.
Esta desintegración ocurre a gran altura, normalmente entre los cien y los ochenta kilómetros sobre el nivel del suelo. Las partículas más grandes (del tamaño de un guisante o mayores) pueden producir estrellas fugaces mucho más brillantes que reciben el nombre de bólidos.
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