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Ángela, de 24 años, ingresada con coronavirus y neumonía: “Jamás pensé que lo cogería”

Ángela Almoguera, en el Hospital Reina Sofía.

Alejandra Luque

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La Organización Mundial de la Salud lo advirtió: los jóvenes no son inmunes al coronavirus, aunque es cierto que la pandemia esté actuando con más virulencia entre la población más longeva. Según los datos dados a conocer este jueves, de los 4.089 fallecidos hasta la fecha, un 87% tenía más de 70 años. Los días de expansión del virus no hacen nada más que constatar que el virus no entiende de edades. Es el caso de Ángela Almoguera, una chica cordobesa de 24 años que lleva una semana ingresada en el Hospital Reina Sofía, a la que su cuadro clínico se le complicó con neumonía.

Quienes la conocen saben que siempre tiene la sonrisa dibujada en la boca. Tras los miedos y las preocupaciones de los primeros días, Ángela ríe y se adapta con positividad a la situación. Incluso ha dejado de estar sola en la habitación. El incremento de ingresos en el hospital ha provocado que los pacientes con coronavirus en situación estable y sin vistas a empeorar compartan estancia.

Los síntomas le empezaron a dar la cara un día antes de que se decretara el estado de alarma. El viernes 13 de marzo, esta cordobesa sufrió fiebre muy alta que desapareció el sábado. Hasta el lunes 16, la única sintomatología que presentaba era “un mal cuerpo generalizado”, aunque la tos poco tardó en aparecer. Tomó la decisión de no salir de casa y llamar a su centro de salud. Ante la ausencia de fiebre, su médico de cabecera no se inclinó de manera clara por una infección respiratoria, así que le suministró un tratamiento de Ventolín, paracetamol e ibuprofeno. Sin embargo, la noche del martes 17, la fiebre volvió a aparecer, a lo que se sumaron los vómitos.

La joven relata que no fue hasta el viernes 20 cuando decidió ir a Urgencias. Lo hizo sola para prevenir a sus padres de un posible contagio. Las sucesivas pruebas arrojaron cuatro focos de neumonía en ambos pulmones, lo que llevó a los médicos -teniendo en cuenta su historial clínico- a tomar la decisión de realizarle la prueba del Covid-19.

Sobre las 2:00 recibió el diagnóstico de la prueba: había sido contagiada de coronavirus y la afección en los pulmones la llevó a un ingreso inminente. “Estaba convencida de que me iban a mandar a casa para no saturar las Urgencias y lo que menos pensaba era que podía ser coronavirus. Jamás lo pensé”, cuenta Ángela, que ha tenido que recibir por mensajería tanto ropa como objetos personales para permanecer en el hospital.

La soledad del paciente

Pero la lucha contra el coronavirus no es la única batalla de los pacientes que sufren esta enfermedad. Cada día se levantan con una desesperante soledad que, en el caso de Ángela, ya es menos con la presencia de otra paciente. “Somos de las pocas personas que estamos en una misma habitación porque hay otros pacientes más críticos que sí permanecen aislados”, asegura. Las únicas voces que ha escuchado hasta la llegada de su compañera de habitación han sido las de las enfermeras, “que entran muy protegidas o, directamente, intentan no hacerlo. Llaman para que te tomes las pastillas, la tensión, la saturación y la temperatura y así van controlándote”, comenta la joven, que incide en la escasez de materiales con los que cuentan los facultativos.

A pesar de la mejoría que experimenta cada día, sin ahogos, fiebre y pitos en los pulmones, el tratamiento hace mella, ocasionándole dolor de cabeza, náuseas, falta de apetito y gastroentiritis. Desconoce cuánto tiempo permanecerá aún en el hospital. Cada 48 horas le sacan sangre y cada 72 horas le realizan una placa para ver cómo van evolucionando los pulmones. Después de que le repitan la prueba del Covi-19 y saber si da positivo o negativo, Ángela tendrá que estar otros 14 días ingresada.

Sobre dónde pudo contagiarse o no, afirma que su única hipótesis radica en un viaje que hizo en Blablacar el 10 de marzo. En el coche viajaban tres chicas que venían de Málaga, el foco de más afectados en Andalucía. No obstante, esta joven psicóloga no está del todo segura: “Hay pocos días de incubación desde que hice el viaje hasta el 13 de marzo, cuando empecé a tener los primeros síntomas. La verdad es que no lo sé con seguridad”, sentencia. Sus padres se encuentran ya en cuarentena y, por el momento, ninguno ha manifestado síntomas del coronavirus. Cuando Ángela abandone el hospital deberá aislarse de nuevo en casa para recuperarse por completo del virus.

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