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Escraches, Democracia y Anarquía

Antonio López

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Hay muchos términos que están de moda en estas últimas fechas (presunción de inocencia, igualdad ante la ley, etc.) pero, sin lugar a dudas, es el “Escrache” el que ha generado más polémica. Para quien aún ignore a estas alturas de qué estamos hablando, aclarar que el Escrache es un término que se acuñó en la Argentina de los años noventa para referirse a un tipo de manifestación en la que un grupo de personas se dirige al domicilio particular de un individuo para, al mismo tiempo que traslada su reclamación a la opinión pública, denunciar su conducta y presionar para modificarla. En España, ha sido la Plataforma de Afectados por la Hipoteca “Stop Desahucios” la que ha importado este fenómeno con el objeto de influir en los diputados del Partido Popular que no apoyan la Iniciativa Legislativa Popular, ampliamente respalda por más de un millón y medio de firmas, que persigue, en caso de ejecución hipotecaria, implantar la dación en pago con carácter retroactivo, alquileres sociales para afectados y la paralización inmediata de los procedimientos de desahucio. Por lo expuesto hasta el momento, los “Escraches” no revestirían problema alguno si no fuera porque en muchos de ellos, junto a la reivindicación, se incide directamente en la esfera particular de sus destinatarios, ya sea sitiando sus domicilios privados, ya sea mediante insultos, coacciones o injurias.

En la coyuntura que nos ha tocado vivir, como jurista, puedo llegar a entender la dificultad  de dictar nomas con carácter retroactivo pero, como ciudadano, también comprendo el creciente hastío y desconfianza que existe hacia la clase política e instituciones que, lejos de ofrecer soluciones en estos tiempos tan difíciles, no están a la altura de las circunstancias y tampoco dan ejemplo con su actuación. No obstante, como demócrata, no puedo justificar que, para la defensa de un derecho, se proceda a la vulneración de otros que están igual o incluso más protegidos en nuestro ordenamiento jurídico, como son el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la inviolabilidad del domicilio. En un estado de Derecho, el fin nunca puede justificar los medios. Quien argumente lo contrario, respetando su postura, debería reflexionar profundamente sobre sus convicciones políticas, pues su posicionamiento obedece a otro tipo de regímenes que poco o nada tienen que ver con la Democracia. He leído y escuchado declaraciones públicas y privadas de ciertos sujetos que me ponen los vellos de punta, no por su contenido, sino por la diferente vara de medir que aplican. Para estos individuos, por ejemplo, los ciudadanos que recientemente se han manifestado en contra del aborto serían “unos fachas” si recurrían a un “Escrache” para fortalecer sus argumentos pero, no obstante, defiende y jalean a aquéllos que han aporreado la puerta de un domicilio particular insultando a sus ocupantes. Si un Estado democrático se caracteriza por la libertad ideológica, el respeto y la tolerancia, ¿cómo es posible amparar racionalmente una escala de valores tan contrapuesta? Dicho de otro modo y en términos coloquiales, “lo que no quiero para mí o los míos, no debo quererlo para los demás”. Pero, lo más preocupante, es que paulatinamente se incrementa el número de personas que también realizan este mismo razonamiento pero a la inversa y, en lugar de “fachas”, hablan de “rojos” o “perros flauta”, circunstancia que, a mi juicio, supone un grave deterioro para la convivencia cívica.

En cualquier caso, para que nadie se equivoque sobre los fundamentos ideológicos sobre los que sustento estas líneas, recuerdo que, con fecha 25 de octubre del año pasado, escribí en este mismo medio un artículo titulado “Desahucios: normativa injusta e insolidaria”. En él, manifestaba que “en ningún Estado de la Unión Europea existe una normativa tan restrictiva para los derechos de la ciudadanía como la que rige en nuestro país…” por lo que exigía al legislador estatal su modificación. Asimismo, poco después, concretamente el 15 de noviembre, en una nueva colaboración semanal rubricada “Stop Desahucios: La sociedad toma la iniciativa”, felicitaba “a todas las personas que han participado activamente en el movimiento Stop Desahucios” y Stop Desahucios“les animaba y sigo animando ”para que, dentro de la legalidad y bajo el mismo espíritu de responsabilidad, continúen en su lucha“, condenando y alejándose de comportamientos que, lejos de fortalecer sus causa, la deslegitima.

En base a lo expuesto, los “Escraches” no son una solución, sino, incluso aunque lograran su hipotético objetivo, un problema. En este último supuesto, en caso de lograr su cometido,  entrañarían una perniciosa consecuencia lógica ya que, para futuras eventualidades, todos aquellos que no estuvieran a favor de las decisiones adoptadas por un gobierno (central, regional o local, ¡ojo!) democráticamente elegido ya sabrían qué tienen que hacer para salirse con la suya. Si a pesar de todos mis argumentos, usted, querido lector, sigue justificando los “Escraches” como un instrumento legítimo y válido, procedamos  a sustituir la Democracia por la Anarquía y todos tan contentos.

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