Reinosa: Cuando el pueblo dice basta
En la primavera de 1987, los trabajadores de Reinosa, en Cantabria, dijeron basta y decidieron enfrentarse al sistema que les oprimía
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Los poderosos no saben asimilar los golpes que están tan acostumbrados a dar. En una frase tan sencilla podrían resumirse los graves acontecimientos que tuvieron lugar en Reinosa, Cantabria, en la primavera de 1987. Este municipio, de unos 13.000 habitantes por aquel entonces, había sufrido la pérdida de 2.000 puestos de empleo a causa de la reconversión industrial. Una reconversión que todavía amenazaba con la pérdida de 1.000 puestos más. Pero el pueblo dijo basta.
En los primeros meses de 1987, los trabajadores de CENEMESA, la actual Gamesa, decidieron empezar con los encierros en la fábrica. La historia se repitió en Forjas y Aceros. La privatización que suponía la reconversión industrial acabaría con casi 500 puestos de trabajo solo en esta última fábrica.
La gota que colmó la paciencia de los trabajadores de Reinosa tuvo lugar el 11 de marzo. Ese día, el ex presidente del Consejo de Administración de Forjas y Aceros, Enrique Antolín, se presentó en la empresa para recoger sus cosas puesto que había sido nombrado consejero de Obras Públicas del Gobierno Vasco. El comité de empresa decidió que Antolín no iba a salir de la empresa y lo retuvieron durante toda la noche junto a algunos cargos directivos.
Al día siguiente, más de 350 guardias civiles tomaron la fábrica y liberaron al rehén gracias a la ayuda de pelotas de goma, gases lacrimógenos y porras. Pero el pueblo se echó a la calle. Más de 10.000 personas tomaron Reinosa y desarmaron a los efectivos de la guardia civil. Se inutilizaron las armas y se les expulsó del pueblo. Tras varias horas de pelea, hubo ocho heridos graves y sesenta leves, entre ellos algunos guardias civiles.
La prensa y el Gobierno de Felipe González se lanzaron contra los trabajadores. Se destituyó al jefe de la Guardia Civil en Cantabria y la lucha se recrudeció. Las fuerzas del Estado tomaron la localidad en puro afán vengativo, pero los trabajadores no se amilanaron. Las barricadas se sucedían y los cortes de las vías de tren y las carreteras eran constantes. Los heridos se multiplicaban, pero cada vez habías más gente apoyando a los trabajadores.
Durante esa semana, la guerrilla fue continua. Hasta que llegó el 16 de abril. Ese Jueves Santo se volvieron a cortar las vías de tren y las carreteras. La Guardia Civil tomó la estación de tren y detuvo a varios trabajadores. Las piedras volaban de un lado a otro, entremezcladas con pelotas de goma y gases lacrimógenos. Los obreros entraron a la iglesia y la Guardia Civil no tuvo reparos en disparar. Hubo 21 heridos y 28 detenidos. Durante las seis horas que duró el enfrentamiento, la Guardia Civil tomó Reinosa con tanquetas, jeeps, camiones blindados y hasta un helicóptero. Entraron a las fábricas, a los establecimientos y hasta a algunas viviendas. El pueblo fue literalmente ocupado. Incluso incendiaron la funeraria de la localidad al lanzar una bomba de humo desde una tanqueta.
En uno de esos enfrentamientos, resultó gravemente herido el trabajador Gonzalo Ruiz, de Forjas y Aceros. Según parece, la Guardia Civil le disparó una pelota de goma a la cara. Echando sangre, corrió con varios compañeros a refugiarse en un garaje. Los antidisturbios lanzaron decenas de botes de humo. Gonzalo salió por su propio pie, pero le abandonaron a su suerte. Al final, fue tratado en el ambulatorio de la localidad y trasladado al hospital Valdecilla de Santander donde murió el 5 de mayo a causa de los gases tóxicos que respiró.
La muerte de Gonzalo
La muerte de Gonzalo
Tras esta muerte, la violencia estalló de nuevo. El entierro fue masivo. Los sindicatos convocaron jornadas de huelga general en Reinosa y paros en toda Cantabria que se siguieron de forma unánime. Pero finalmente los ánimos se amilanaron tras una manifestación en Madrid el 3 de julio y una nueva ronda de negociaciones donde la Dirección General de Trabajo aprobó el ERE que expulsó a 436 trabajadores de Forjas y Aceros. Se salvaron puestos de trabajo, pero parece que toda la lucha cayó al final en el olvido.
¿Perdieron?
¿Perdieron?
Hoy, 26 años después, algunos trabajadores de Reinosa aseguran que aquello fue una derrota. Que al final, además de la trágica muerte de Gonzalo, los trabajadores fueron despedidos. Pero también están seguros de que ese espíritu de lucha es fundamental y necesario. Que aquello sirvió para potenciar la solidaridad entre los vecinos y vecinas del municipio. “Era impresionante ver a las amas de casa, mujeres mayores, insultar a la Guardia Civil y lanzarles tiestos desde las ventanas”, rememora uno de ellos. Reinosa era una piña para expulsar la ocupación que estaban sufriendo.
Pero la conclusión a la que llegan es que hoy, estando peor que entonces, nadie se mueve. Que todo ese espíritu combativo, colectivo y solidario ha desaparecido. En aquel momento, los trabajadores de Reinosa se unieron y vencieron el miedo para enfrentarse al sistema. “Hoy se ha perdido la conciencia de clase. No podemos olvidar ni de dónde venimos nosotros ni qué están buscando ellos”, añaden. Y es cierto. En aquel mes fatídico, los medios de comunicación y los políticos intentaron tapar al máximo lo que ocurría en Reinosa para evitar un efecto contagio. Algo muy parecido a lo que ocurre en la actualidad con quienes luchan en la calle por sus derechos y por los de todos. Hay mucha invisibilidad y demasiado pasotismo generalizado. Sin embargo, quienes están defendiendo sus derechos están honrando una vez más la lucha de Reinosa. Están honrando la memoria de Gonzalo. Por eso no quieren que nos enteremos ni que les sigamos.
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