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El progreso

José María Martín

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Ayer se cumplieron 17 años del asesinato de las dos policías locales María de los Ángeles García y María Soledad Muñoz a manos de la Banda de la nariz. En Córdoba, nadie olvida dónde estaba aquel trágico día. Era el año 1996, yo tenía 16 años y recuerdo cómo corrió la noticia en el colegio. Después, ya en el barrio, los rumores se multiplicaban, y los niños aguardábamos mejores noticias que nos permitieran salir de casa. No en vano, el piso desde donde se tramó el asalto al Banco Santander de la Plaza de las Tendillas estaba en la Avenida del Aeropuerto, muy cerca de casa; y el líder de la banda, que huyó herido, era buscado por la zona. Recuerdo vivir este escenario de violencia con cierta normalidad, como quien ve una película.

Unos meses antes, en mayo de aquel 1996, un coche bomba de ETA mataba al Sargento Ayllón en Carlos III. Eran las siete y media de la mañana y la explosión tuvo lugar al paso de un autobús que trasladaba militares a Cerro Muriano. Aquella mañana nosotros también viajábamos en autobús, con dirección al colegio. Al llegar allí nos enteramos de la noticia. Hasta entonces había vivido los atentados solo por la prensa. Mi generación estaba acostumbrada a una cadencia televisiva que se repetía cada cierto tiempo: la explosión, el humo, las sirenas de las ambulancias, el cordón policial, los cadáveres, la historia de las víctimas, etcétera.

El 16 de Octubre de 2000, ETA asesinaba en Sevilla al Doctor Antonio Muñoz Cariñanos. Los etarras se habían alojado durante meses en un piso frente a la facultad de Periodismo, donde yo estudiaba. En la persecución, uno de los etarras huyó herido hacia el barrio de la Macarena. Recuerdo las calles cortadas en la zona, la gente agolpada en el entorno, curioseando. Otra vez, la violencia cerca de nosotros, un asunto tan rechazable como sistematizado.

Una diferencia notable entre mi generación y la que nace es que ahora la violencia no está normalizada. Nuestros hijos alucinarán al saber que nosotros fuimos contemporáneos del terrorismo. Seguro que en España hay más cambios aunque quizá no tantos como pensemos a priori. A veces uno piensa si sólo vamos a dejarles ese avance. Progresamos lento, ¿verdad?

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