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La Fragua

José María Martín

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La Fragua es el lugar que uno no espera encontrarse en un pueblo de unos 3.000 habitantes. Porque, en nuestra mente acomodada, es previsible la iglesia (con su torre), la ermita, la plaza del ayuntamiento y -a lo sumo- el castillo, si el pueblo cuenta con uno. Si usted sabe cinco cosas de Belalcázar, seguramente tres tengan que ver con su castillo.

Cuando empecé a trabajar en la radio, en Palma del Río, me afanaba en evitar la palabra pueblo para referirme al lugar. Usaba localidad, municipio y en un alarde de grandeza a veces llegué a decir ciudad. Hemos huido de la palabra pueblo y ahora estamos donde estamos.

Pues La Fragua es el lugar que uno no espera encontrarse en un pueblo. Como inesperado es toparse con el museo Vostell en Malpartida de Cáceres (salvando las distancias entre lo consolidado y lo incipiente) o como sorprendente aparece en nuestra mente la supervivencia y éxito de las experiencias Scarpia en El Carpio o 'El vuelo de Hypnos' en Almedinilla. Sin embargo, la vinculación arte contemporáneo-pueblo parece más fácil ahora en la provincia que en la capital, que se ha quitado la máscara que le pusimos con aquello de la capitalidad cultural. Ni éramos tan entendidos ni queríamos serlo, pues poco queremos realmente ser (parece).

En muchos casos, que iniciativas como La Fragua permanezcan tiene que ver con el ahínco y la energía de quienes están detrás del proyecto. Y si mueren que sea porque quien las creó decide matarlas, pero nunca porque alguien retire una subvención, rompa un acuerdo o juegue a ser un iluminado gestor cultural desde la más absoluta ignorancia. La Fragua, afortunadamente, ha entendido bien desde el principio que sin ayuda económica de lo público también se puede vivir. Seguro que nadie en Belalcázar desaprovecha la oportunidad que para este pueblo supone esta residencia para artistas que merece una visita. Ubicada en parte del convento de Santa Clara de la Columna (siglo XV), patrimonio que cuidan y a cuyo mantenimiento ayudan, aloja a artistas mayoritariamente extranjeros, programa talleres, exposiciones, conciertos, actuaciones y genera actividades que están consiguiendo crear un vínculo entre los vecinos del pueblo y el arte. Digamos que está haciendo real lo que no acaba de conseguir la Fundación Antonio Gala, cuyos residentes han pasado desapercibidos en los últimos años por Córdoba, desaprovechándolos para la ciudad.

Los niños que ahora juegan con los artistas de La Fragua recordarán mañana sus primeros contactos con el arte, como los jóvenes de Palma del Río saben de teatro tras 30 años de Feria de Teatro en el Sur.

Los residentes de La Fragua están dejando parte de su obra en la residencia en una colección que aún no se puede visitar, cosa que sería muy deseable. Mientras tanto pueden conformarse con visitar en el pueblo la taberna del Chato Peces, que se ha convertido en mecenas de los artistas y degustar sus exquisitas ancas de rana.

No se pierdan también parar en la panadería Nuestra Señora de Gracia de las Alcantarillas en la calle Reina Regente a comprar estas exquisitas tortas o cualquiera de sus dulces.

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