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Familia (espacios)

José María Martín

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Hospital Universitario Reina Sofía (Córdoba) entre las 05.25h del 7 de septiembre y las 13:05h del 9 de septiembre de 2015.

En este revestimiento exterior de fachada hay oculto un cuadro de Klee, del que desconocía todo hasta hace unas semanas. De pronto apareció en un libro “Pere(t)c Tentativa de Inventario” (Maia Ediciones) en el que se recoge una conferencia impartida por Georges Perec en agosto de 1959. Perec hace una Defensa de Klee (así se llama su conferencia) para afirmar, entre otras cosas, que “la cosa representada no es más que el soporte sensible de una emoción exigida al espectador” y que el que Klee hubiera podido generar emoción en el espectador en su cuadro “El niño en la escalinata” sin recurrir al grafismo y al dibujo del niño “me la suda, puesto que ha logrado cojonudamente emocionarme con algo que tal vez se considere un truco; me preocupa el resultado, no la técnica”.

Y unos días después Klee volvió a aparecer en ese revestimiento exterior que yo miraba desde la habitación 504. Justo una planta por encima de la 404, donde vivimos una semana en el motor de un hospital dos años antes. Poco ha cambiado desde el 15 de agosto de 2013 en la sala de espera vacía de la tercera planta del H. Materno Infantil, planta de paritorios y monitores. Hay esbozo de dibujo en la pared.

El cuadro de Klee que alguien ocultó en ese revestimiento lleva en el pasillo de casa de mis padres desde antes de que yo naciera. Una lámina enmarcada que yo he visto infinidad de veces. Recuerdo que antes estuvo en el salón y me pregunto si dentro de treinta y cinco años en mi casa estarán los mismos cuadros de ahora. En “Burg und sonne” (Castillo y sol), dicen que Klee dibujaba influido por el color de Túnez. Yo veo las almenas de una muralla, quizá la calle Kairuan, que el arquitecto Rebollo copio/falseó tras visitar Túnez. Tan falso como la copia del cuadro de Klee que cuelga de la pared de casa de mis padres. Tan emocionante igualmente.

Miro ese revestimiento al amanecer y es mi referencia de noche, cuando las habitaciones del hospital se convierten en un foco de vida, con luces que se encienden y apagan, con cuerpos que se mueven empujados por cargas de esperanza. Quien mire la 504 desde allí verá a unos padres ojerosos acunando un bebé, a una madre valiente, a una recién llegada cuyo nombre es “portadora de felicidad”. A una familia.

En el ascensor suena una melodía épica. Si fuera una sintonía de móvil quizá se llamaría Courage.

En la pared de la 504 hay un sistema de comunicación que debe tener los 40 años que tiene el hospital. Sorprendentemente la marca de este sistema de comunicación es Aiphone. Realizo una fotografía con un Iphone.

Miro el pequeño tetrabrik de zumo de melocotón, manzana y uva y pienso en esas frutas siendo trituradas, con piel, con semillas. Es de marca Juver y ahora caigo que hay genéricos en los medicamentos pero no en la comida del hospital.

Un error ha hecho que sean dos las pajitas que lleva adherido el envase, un error en la cadena de producción, un sobrecoste.

Una de las pajitas tiene un agujero de más, en el centro de la caña, convirtiéndola en inútil. La otra me salva de tener que beber el zumo succionando el envase. Me pregunto cual de las pajitas era la que sobraba a juicio del supervisor de la planta de envasado, si la rota o la otra.

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