Dignidad
Dignidad habría sido contarle a los ciudadanos que realmente da igual el solar municipal que se le reserve al gobierno central para construir el museo de bellas artes, pues no se construirá. Y en el caso de construirse se quedará vacío, como el C4, como el Centro de Visitantes, como decenas de edificios públicos vacíos.
Dignidad sería pedir la dimisión de un concejal condenado por soborno, sin tapujos, sin excusas, por la salud de la política. Dignidad sería decir públicamente: mi partido no va a pactar en 2015 con UCOR. ¿Quién se atreve?
Dignidad sería saber estar y no entender las ruedas de prensa, los plenos o los actos públicos como barras de bar/conversaciones de Twitter. Así, a nadie se le ocurriría instar a nadie a ocupar el C4, sino que volcaría su esfuerzo en eliminar los obstáculos (egos producto de la mediocridad) para que tras 22 millones de euros esa inversión valga para algo.
Dignidad sería no echar siempre la culpa al otro por lo mal que está todo.
Dignidad sería no tratar a los ciudadanos como auténticos cenutrios y respetarlos como los ciudadanos respetan a los cargos públicos (a pesar de que en algunos casos no son merecedores de ese respeto).
Dignidad sería poner los intereses generales por encima de los intereses particulares, por encima de la disciplina de voto y por encima de aspiraciones políticas y/o económicas.
Dignidad sería, pues no es.
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