La cultura como objetivo
Tendemos a subestimar la cultura, arrinconando el concepto como si fuese algo exclusivo de actrices, jipis, artistas y otros arrastramuebles.
Craso error.
Sí, probablemente te pones la ropa que te pones porque hayas visto el look en alguna serie y, te enamoraste de tu actual pareja escuchando la canción de algún jipi de fondo, pero es mucho, mucho más.
La cultura no es el circo para el pueblo, es su ADN. Lo que te gusta comer, el acento o idioma que hablas e, incluso tus patrones de comportamiento se los debes a tu cultura, y no son los mismos si has nacido en una localización o en otra, en una familia o en otra. Tu cultura es lo que te define en gran medida como ser humano, y no es algo biológico o predeterminado, es cuestión de hábito.
Entonces, si una persona adquiere una cultura en función de donde nazca, podemos hablar de que existen culturas colectivas que definen sociedades y organizaciones.
En el deporte por ejemplo, recuerdo cuando se decía que la selección española de fútbol “no tenía una cultura ganadora”. Mientras que para equipos como la selección italiana, era perfectamente lícito partir narices o incluso meter fuego al estadio si eso les hacía ganar el partido. Que tiempos.
En las empresas, por otro lado, mejorar la cultura corporativa es uno de los cometidos principales y más desafiantes de la dirección. Una cultura donde se da libertad, se permite la prueba, el error y la innovación ( equivócate pronto y barato ) es lo que ha llevado a empresas como Netflix, de alquilar dvds por correo ( e incipiente ruina ) a ser una de las principales plataformas de entrega y producción de contenidos de entretenimiento. Así lo cuenta su CEO Reed Hastings en su libro “Aquí no hay reglas, Netflix y la cultura de la reinvención”.
Si hablamos de globalidad, y cada día somos más pueblo global, es importante reconocer las diferencias culturales. Erin Meyer cuenta en su libro “The culture map” cómo se han de modular los mensajes, articulaciones persuasivas y comportamientos según a la cultura a la que nos dirijamos para llegar a ser mínimamente entendida y no expresar lo exactamente contrario a lo que se pretende. Esto, no solo pasa a nivel internacional sino también entre familias o pueblos vecinos separados por unos cuantos metros o kilómetros.
En definitiva:
Aplicar un cambio de cultura en una persona, familia, organización o sociedad es exponencialmente más difícil a medida que el tamaño del grupo aumenta. Pero no existe golpe de timón más fuerte para producir un impacto en nuestras miserias y convertirlas en virtudes.
De eso va este post.
Humphrey Bogart tuvo que fumar mucho antes de poner a todo el mundo a fumar. Pero al final lo consiguió,
aunque le costase la misma vida.
La ventana de Overton.
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