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No es marzo de 2020, aunque se le parezca

Alfonso Alba

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Aunque lo parezca, no estamos igual.

Ya no hay colas en los supermercados agotando existencias de papel higiénico. Ya no tenemos dudas de que tenemos que usar mascarillas, que mantener la distancia de seguridad o asumimos que no podemos hacer cosas tan simples como ir a un estadio de fútbol o a la Feria. Tampoco tenemos a los sanitarios, a los policías o a los trabajadores esenciales expuestos a pelo, con bolsas de basura como única medida de protección.

No, julio no va a ser como marzo. Ni tampoco agosto. Por mucho que se nos desmadre el último brote, es probable que no alcancemos la cifra de hospitalizados o fallecidos de entonces. Tampoco los datos son como entonces. Ahora, estamos contando los asintomáticos. En marzo apenas si publicábamos los casos realmente graves. Un apunte: oficialmente tenemos algo más de 1.700 positivos en Córdoba, pero según el estudio del Instituto Carlos III en la provincia se contagiaron al menos 20.000 personas.

Algo hemos aprendido, aunque parece que no mucho.

Dudo que venga un confinamiento extremo como el de Semana Santa, en el que ni los albañiles salieron a trabajar. También que sea de todo el país y no por zonas. Pero hay que asumir que nada será como antes. Por eso es muy sorprendente lo que ha pasado esta semana en Córdoba.

Tras el estado de alarma, ha llegado el momento de la responsabilidad individual. Tras estar encerrados meses, el turno era de cada ciudadano, al que se le reclamaba que si no hacía bien las cosas se podía convertir en un factor de riesgo. Y no parece que lo hayamos hecho tan bien.

El enorme brote de contagios cuyo foco podría estar en una discoteca de Córdoba demuestra lo rápido que se propaga este virus, que como todos es invisible. Y lo poco que hace falta para que se propague.

Bastaba con que no hubiese habido esas fiestas (cuando se están suspendiendo todas), con que un colegio no hubiese hecho una despedida que acabase en una discoteca, o una discoteca hubiese vigilado mucho mejor que en su interior se guardaban distancias. Pero no se ha hecho.

No creo que esto sea como marzo, pero nos vamos a llevar un buen susto. Si el brote sigue desbocado, cerrarán todos los bares de la ciudad y muchos negocios volverán a sufrir. Pagarán, como siempre, justos por pecadores. Porque esto es un problema de todos. Y eso es algo que no acabamos de entender.

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