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Yo estoy con Medina pero

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Alfonso Alba

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Madinat Al-Zhara, la ciudad que brilla o la ciudad brillante. Es así como la Unesco quiere que a partir de ahora y de manera oficial llamemos al yacimiento arqueológico más importante de Córdoba. Puede que lo sea también de Andalucía. Quizás no exagero diciendo que es de España. Y sí, yo estoy con Medina, quiero que sea patrimonio mundial (inexplicable que no fuera ya) aunque tengo algunos peros.

Hace unos meses que titulamos una entrevista con Rafalcor, autor de grandes memes que seguro han llegado al teléfono desde el que probablemente estás leyendo esto, con un entrecomillado terrible: “Nunca he estado en Medina Azahara”. Tras él, una tonelada de comentarios en redes se solidarizaban. Eran cordobeses que tampoco habían ido nunca a Medina. Y tampoco es que supieran muy bien qué era aquello.

En los años noventa, los del esplendor en la conservación del patrimonio en Andalucía (gracias, hay que decirlo, a Carmen Calvo), en Córdoba todo volvió a ser Al Andalus. Se organizó una tremenda exposición de los omeyas, a la que vino Bachar Al Assad y los Reyes de España. Y se frenó lo que podía haber destruido lo que es único, como ya sucedió en parte con la Mezquita: las parcelas se estaban comiendo el yacimiento.

Hoy, vemos apenas un 10% de los restos de Medina Azahara. La ciudad palatina sigue ahí esperando a que alguien la excave, a que alguien recupere su esplendor y se lo muestre a unos turistas que no vienen a Córdoba a otra cosa que a ver la Mezquita (no hay playa, no hay congresos, hace calor; un monumento a esos turistas). No hay previsto volver a excavar en Medina. Y dudo que una vez que la Unesco nos dé su maravilloso sello de protección se vaya a hacer.

Desde hace una década, los turistas no pueden entrar al salón rico (que es una reconstrucción, ojo), porque la obra está parada y por problemas administrativos no se ha vuelto a reiniciar, aunque cada día nos dicen que ya mismo. Desde casi siempre, la visita turística está mal organizada. Se hace de arriba a abajo, al revés de como en su día tuvieron que hacer los embajadores que acudían, fascinados, a ver al califa.

El centro de interpretación y el museo es, quizás, una de las grandes intervenciones, pero está a medio gas. Los despidos de personal que se produjeron no se han reparado. Por eso, hay zonas cerradas, el espectáculo audiovisual está desactualizado, la biblioteca no se abre al público... Y tampoco se espera una revolución en su centro.

La llegada a Medina Azahara no es fácil. Hay que tener muchas ganas para ir. Los buses turísticos son escasos y se informa mal sobre ellos (¿alguien ha visto algún cartel que los promocione?), la carretera de acceso, estrecha, los horarios de visita mejorables (¿cómo es posible que se cierre un domingo por la tarde?), y la promoción es más que necesaria.

Pero sobre todo, falta contexto. ¿Cómo es posible que Córdoba no tenga aún un museo de Al Andalus? ¿Cómo es posible que la ciudad no haya valorado e interpretado su pasado más espléndido y fascinante? ¿Cuántos niños cordobeses saben el nombre del califa que construyó Medina Azahara?

Sí, yo soy Medina y espero que el marchamo Unesco nos ayude a saldar una deuda gigantesca con ese yacimiento, único y extraordinario en el mundo. Pero mucho me temo que el 11 de septiembre de 2001 derribó las Torres Gemelas, provocó guerras y enterró para mucho tiempo la apuesta que Córdoba debería haber hecho por lo que fue Al Andalus.

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