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Un poco menos madridista

Alfonso Alba

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El sábado estuve en el Arcángel. Soy madridista, pero desde luego iba con el Córdoba. No quiero entrar en el absurdo debate que se ha generado sobre que si eres de Córdoba tienes que ser del Córdoba. Por suerte, en esta vida uno puede ser lo que quiera y desde luego del equipo que quiera. No obstante, como madridista desde pequeño soñaba con un partido así. Insisto en que iba con el Córdoba y que quería que ganase, cosa que estuvo apunto de pasar.

No obstante, experimenté una extraña sensación que creo que le ocurrió a más madridistas tras el partido y sobre todo tras la agresión de Cristiano Ronaldo a Edimar. Es como si esa patada sin sentido, esos gestos hacia la grada, esa prepotencia hacia una afición que lo único que quería era que ganase su equipo (y que le abucheó con su famoso gritito por eso, por que quería que ganase el Córdoba), hiciesen que muchos de los que entraron totalmente madridistas salieran menos merengues de lo que salieron.

Espero que el Córdoba siga muchos años en Primera. Si así ocurre, vaticino que este partido con el Madrid no se olvidará y que la agresión de Cristiano Ronaldo se recordará per secula seculorum. Al equipo blanco le pasa ya en muchos campos de España, especialmente después del paso de Mourinho. El club se ha ganado la antipatía de casi todas las aficiones que no son las suyas.

Cuando salí del estadio, defraudado a partes iguales, por la derrota del Córdoba y por el feo gesto del futbolista portugués, hice una cosa que odio: comparar lo que me estaba pasando con la situación política de España. Me acordé de Cataluña, del País Vasco, y de muchos gestos de prepotencia, chulería y envilecimiento que tanto han gustado en el resto de España y que tantos agravios han provocado en esos territorios. Por que la agresión de Cristiano Ronaldo está siendo aplaudida y hasta justificada por muchos madridistas. Igual que algunas chulerías (tumbar un Estatuto de Autonomía para contentar a tu afición del resto de España) con Cataluña (o viceversa, ojo). Al final, esos pueblos, esas aficiones, se sienten humilladas, agraviadas. Y ese es un sentimiento que perdura.

Cuando el autobús del Madrid llegó a Córdoba, muchos aficionados lo vitorearon y acompañaron. Cuando el sábado acabó el partido, fueron muchos los que lo abuchearon cuando abandonaba la ciudad. Qué importantes son los gestos.

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