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Carta abierta a un aspirante a político

PIXABAY

Alfonso Alba

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Querido aspirante a político:

Te habrán pedido el currículum, te habrán piropeado y hasta te habrán hablado de un cargo concreto. El partido, el que sea, se ha fijado en ti. No eres el único. Probablemente formes parte de una lista que ocupa varios folios. Y ten por seguro que los nombres que aparecían arriba del todo han ido siendo tachados. No son buenos tiempos para entrar en política. Pero eso también lo sabes. Te da igual. No te importa. Quieres cambiar las cosas, mejorar la vida de tus vecinos, aportar a la sociedad, o simplemente te ves preparado para gestionar mejor que los que están ahora. O directamente te encantaría probar suerte, hacer carrera, someterte al escrutinio ciudadano. Te mola la política y te va la marcha. Prepárate.

Antes de que digas que sí el partido ya lo sabe (o debería saberlo) todo de ti. También la oposición. Y probablemente los periodistas. No te digo ya tus futuros compañeros de partido, que van a ser tus compañeros de viaje y que serán los que menos fácil te lo pondrán. Acuérdate de la frase de Andreotti, de que en la vida están los amigos, los vecinos, los rivales, los enemigos, los enemigos a muerte y después los compañeros de partido.

Has dicho que sí. Estás contento y lo vas a celebrar con amigos y familia. Tu pareja te apoya, aunque seguramente sepa que de repente todo va a cambiar de una manera salvaje. Pero créeme: no tiene ni idea. Su percepción de lo que os va a cambiar la vida no se aproxima ni una milésima a lo que va a ocurrir. Y más si eres un gran fichaje que centras muchos focos y tienes un gran pasado.

Quizás no lo has hecho, pero deberías haber preguntado por tu sueldo. Si no tienes forma de ganarte la vida la política sacará lo peor de ti cuando los compañeros de partido vengan a echarte una mano. Si la tienes, búscate ya la forma de volver. Y si te ganas bien la vida la política te va a costar la pasta. Salvo excepciones y salvo que te corrompas (si estás pensando ya en eso esta carta no es para ti), no te vas a forrar en la política. Vivirás bien, pero sin tirar cohetes. Es lo suyo: que el día que salgas lo hagas igual que entraste.

¿Has sido activo en redes sociales? Estás muerto. ¿Has enviado mensajes de Whatsapps subidos de tono, has contado chistes de humor negro o te han grabado haciendo el gamba? Estás muerto. ¿Has tenido un pasado gamberro? Estás muerto. El pasado siempre vuelve. Y en la política del siglo XXI aquel error de adolescencia, aquel pecado de juventud, aquella afirmación categórica en la que probablemente hoy no te reconoces, te definirá para siempre. Y probablemente te perseguirá.

Si has sido fichado por un partido, tus compañeros, insisto, no te lo pondrán fácil. Si militas en un partido y vas a ocupar un cargo, tus compañeros no te lo pondrán fácil. Y si quieres entrar en política porque te apetece, te gusta o quieres cambiar las cosas, la realidad no te lo pondrá fácil. Te chocarás de bruces contra un muro administrativo en el que comprenderás que en la política querer no es poder. Y que tus decisiones van a dejar de ser tuyas para ser de otros. La disciplina de partido y los líderes te dirán qué tienes que opinar de vez en cuando. Y ay como se te ocurra discrepar. Estás muerto.

Si a pesar de todo esto estás dispuesto a dar el paso, enhorabuena. Tienes toda mi admiración y comprensión. La vida y las relaciones sociales en 2019 no son fáciles. Y hacer política, mucho menos. El griterío, el cortoplacismo, la impaciencia y los navajazos impedirán que podamos hablar de ideología, de proyectos, de planes transformadores, de historia y hasta de macroeconomía para cambiar las cosas. Es una pena. Quizás tengamos a los políticos que nos merecemos. O que la sociedad se merece. Quizás, en el fondo, no son más que un reflejo de nosotros mismos.

Atentamente.

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