Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
1999
Cuando algún cuñado de sus más de 40 años se eche las manos a la cabeza por algo que haya hecho “la juventud, perdida, que no sabemos ya a dónde vamos a llegar”, recomiéndenle cualquiera de los dos documentales sobre Woodstock 1999 que se pueden ver, en Netflix o en HBO.
En el verano de 1999 yo tenía exactamente 19 años y escuchaba a prácticamente todos los grupos del sorprendente cartel de un Woodstock que no acabó con paz y amor precisamente. Juan Velasco me recordaba que en España tuvimos nuestro Woodstock en 2005, en el Festimad de Fuenlabrada que acabó con The Prodigy tocando entre incendios. Y con la gente asaltando las barras y quemándolo todo.
Vale. Aquellos festivales estuvieron fatalmente organizados y trataron a la gente como a ganado estabulado. Les cobraban por respirar y hacinaban a miles de personas entre basura y heces. Literal. Y como dice una de las asistentes a Woodstock, antes no teníamos Tik Tok ni Twitter para quejarnos. Las protestas se desmadraban.
En 1999 nuestra generación de jóvenes no era precisamente ejemplar. La música que escuchábamos estaba cargada de ira y furia. No es que fuera muy constructiva, pero era un síntoma de algo. Todavía no lo tengo claro, pero era una especie de transición contracultural hacia una industria que te desplumaba por todo.
Recuerdo la primera vez que vi el mosh. Nosotros no lo llamábamos así. No sabíamos mucho inglés y preferíamos el “el baile de los topetazos”. Obviamente era algo vetado a las tías donde te podías hacer mucho daño. Y donde gente puestísima seguía dándolo todo con un brazo recién roto. Una salvajada alucinante y cargada de energía. Y de rabia. Todavía no sé muy bien contra qué.
Lo de Woodstock en 1999 obviamente le da la vuelta al marcador a cualquier festival (salvo Festimad) o cualquier concierto en el que hayamos estado. Pero sí que había esa esencia, ese poso de energía sin control mal entendida, de una masculinidad salvaje, de ciertos repuntes de una violencia permitida que ya sabíamos que no era buena.
El otro día murió un chaval en el Medusa Festival de Valencia cuando se le cayó encima un trozo de escenario. Hubo varios heridos graves. El festival se canceló y se desalojó rápida y ordenadamente en bastante poco tiempo con la enorme cantidad de personas que había allí dentro ¿50.000? No me quiero ni imaginar lo que habría pasado en 1999, incluso con un cadáver aún caliente. Pero estoy bastante seguro de que habría habido graves incidentes.
En estos 23 años la sociedad ha cambiado mucho y aunque no lo parezca se ha pacificado. Hasta la música se ha domesticado. Es imposible escuchar hoy día esa ira, esa rabia, a pesar de que Rage Against the Machine iban a volver a una gira que han suspendido “por problemas de salud”. Ajá. And now you do what they told ya
Antes de escandalizarte por los jóvenes de hoy piensa dónde estabas en 1999. Y qué hacías.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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