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Gamonal, hemoal, amonal

Manuel J. Albert

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Ojalá la mayoría de los políticos fuesen gente espabilada, despierta y con reflejos. Pero no siempre ocurre. Muchas veces no ven lo que tienen delante ni saben lo que han dejado atrás. Tampoco todos perciben los cambios claros con rapidez. Y tal vez, ese pequeño barrio cabreado de Burgos, tan feo como mala es la leche de sus vecinos, sea solo un primer ejemplo de cómo los ciudadanos hemos cambiado tras cinco años chapoteando en la mierda, mientras los políticos ni se han percatado. Gamonal es puro hartazgo convertido en una ira con nombre de medicamento para las hemorroides y explosivo etarra. Gamonal es un grano en el culo que puede estallarle en la cara a quien se acerque demasiado a olerlo. Declinen conmigo: Gamonal, hemoal, amonal.

Como todo buen sarpullido que se precie, Gamonal ha asomado en el mejor momento posible. Desde hace cosa de un mes -tal vez más, tal vez menos- da la impresión de que vivimos dentro de una centrifugadora de optimismo. Salimos de la crisis, las inversiones extranjeras aumentan, suben las exportaciones, repunta el PIB, desciende el paro registrado... Ayer mismo, al poner casi cualquier telediario, daba la impresión de que todo había acabado: la depresión en la que nos sumimos en 2008 terminaba, habíamos despertado de la pesadilla, Gamonal nunca había existido, el hemoal era para otros y el amonal pertenecía al pasado.

Hace solo un lustro nos habríamos creído que salíamos de la crisis. Hace solo un lustro algunos creyeron lo de los brotes verdes. Hace solo un lustro éramos más inocentes y más imbéciles. Cinco años después, no hemos dejado de ser idiotas pero somos más desconfiados, estamos más enfadados y escupimos bilis al hablar. Y ya hay asociaciones de ideas, que por malvadas y negras, nos salen solas. Como por ejemplo esta, repitan conmigo otra vez: Gamonal, hemoal, amonal.

Pero a los políticos del partido en el Gobierno les da igual. Confían en ellos mismos por encima de todas las cosas. En ellos y en su guión. Y el guión manda. Y si éste decía que 2012 y 2013 se daban por perdidos, dedicados a entrar con machete y cercenar a diestro y siniestro dejando el camino expedito para la reforma laboral, los recortes sociales, los ajustes sanitarios, las amputaciones educativas y demás... 2014 y 2015 debían cambiar el tono.

Y no han tardado en hacerlo. Tampoco era complicado. Era casi ley de vida. Las cotas de paro y destrucción de empleo calculadas en 2011 para los dos años siguientes alcanzaron, como se preveía, sus picos en los años 12 y 13. A partir de entonces, o entrábamos de lleno en un esquema tercermundista, o empezaba una suave estabilización en la gráficas. El grueso de la destrucción ya se habría sufrido y por eso no fallaron las cuentas. El paro registrado mejora. No importa que la emigración influya o que decenas de miles de personas dejan de estar inscritas en los registros por puro agotamiento. Baja el paro, suben los titulares y los políticos se quedan contentos.

¿Y la gente real? ¿Cómo está? En los cálculos de los grandes estrategas políticos y electorales aparecía una variable nunca precisada ni bien valorada. Una equis sin nombre pero que podía dar al traste con la ecuación. Se trataba de la incógnita X = aguante de la gente. Tal vez haya empezado a despejarse en Gamonal. Tal vez la X indique el lugar.

Gamonal, hemoal, amonal.

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