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Los Blanding ya (no) tienen casa

Redacción Cordópolis

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H. C. Potter dirigió la simpática comedia “Los Blanding ya tienen casa”. En blanco y negro, retrata las ganas de tener una casa de campo de una familia de clase media americana que forma el matrimonio Blanding (Cary Grant y Mirna Loy), asesorada por un abogado amigo, Melvyn Douglas. Las vicisitudes de la construcción son continuas y los costes se disparan, hasta hacerles dudar de si fue buena idea abandonar su vivienda anterior, por muchas molestias de ruidos o incomodidades que presentara. Si trasponemos ese modelo a nuestra ciudad, estaríamos ante una referencia casi directa al proceso de parcelaciones vivido en Córdoba en los últimos cuarenta años (!tanto tiempo ya¡) y que ha generado una ciudad difusa de difícil racionalización. En nuestro caso, en el proceso ha participado clase media y popular, en busca de lo que se llamó, por algunos “iluminados” de izquierda, como el “chalet del pobre”.

Construir sin licencia y, en la mayor parte de las ocasiones, sin proyecto, en zonas inadecuadas para ello, aparte de provocar multas, que superan útimamente el valor de lo construido, lo que hace dudar de lo idóneo de la inversión, ha supuesto la conformación de unas “urbanizaciones” sin servicios básicos y sin equipamientos adecuados que refuerza la duda sobre el modelo. Las ganas de tener una casa en un medio más rural ha sido un negocio para muchos parceladores, notarios, registradores, pequeños constructores, ... que han escapado libres de penalización, forrados de billetes, y un quebradero de cabeza para los propietarios de las viviendas, que han buscado mil y una artimañas para saltarse la ley. En cualquier caso, hay que reconocer que las administraciones no han estado especialmente diligentes, aun reconociendo que no siempre existía base legal adecuada para frenar el proceso, formándose una peculiar burbuja constructiva, que la crisis ha hecho estallar.

Si esa puede ser una radiografía de esas cuatro décadas, en los últimos dos años la imagen es otra. Los otros Blanding, que se metieron de forma legal en la búsqueda de una vivienda, en zona urbana, ven como la crisis les está provocando dificultades para pagar la hipoteca, a pesar de haber descendido su coste, y que está cerca la posibilidad de perder su vivienda y seguir debiéndole a los bancos un buen dinero. Bueno, últimamente, más que una posibilidad, es una dura realidad que lleva a familias enteras a quedarse sin un techo. Como Cary Grant y Mirna Loy, quizá se metieron en un proyecto por encima de sus posibilidades reales, pero aquellos que les animaron o que les asesoraron, como Melvyn Douglas, no asumen ninguna responsabilidad, y ahora se muestran insensibles al drama humano generado.

Estoy convencido que muchos de ellos sentirán no haber optado por la vía ilegal de la parcelación, y sentirán que el boom inmobiliario y constructivo de la última década les ha llevado a la ruina. En vez de legislarse para ellos, se hace para los que se enriquecieron con el sistema y ahora se han convertido en los mayores expoliadores de viviendas: los bancos. La realidad es tan escandalosa que han tenido que llegar suicidios y flagrantes desahucios sin consideración alguna, para que digan que ahora se va a reflexionar sobre el cambio de normativa. Es posible que se llegue tarde, sobre todo si la nueva legislación que se alumbre no tiene efectos retroactivos. Ya ni siquiera es suficiente con que se consiga la dación en pago, ya no nos podemos conformar con ese cambio, por necesario que sea, si no se asegura vivienda adecuada para las familias que caigan en el impago.

Así es hoy nuestra ciudad, una mixtura entre vecinos que viven en parcelaciones no legales y otros que están perdiendo sus viviendas legales. A los primeros les falta la luz, el agua o el saneamiento y no reciben respuesta de cuando pueden conseguirlo, tras diez años de vigencia del Plan general y las promesas electorales incumplidas del actual gobierno municipal. A los últimos, les agobia la desprotección con que se encuentran, salvo la excepción de la plataforma Stop desahucios y del vecindario más cercano, sin más altenativa que recurrir a la familia para cobijarse. Y, enmedio, miles de viviendas vacías y suelo ocioso, convertidos en objeto de negocio, sin que sea ni siquiera posible ponerles recargos impositivos que obliguen a su puesta en el mercado. Ante ello, el gobierno local de PePe Nieto solo propone salidas de caridad, y eso acrecienta la necesidad de recuperar una red vecinal organizada en cada barrio que sepa afrontar tanto las situaciones de emergencia como plantear las reivindicaciones necesarias. ¿A qué esperamos?

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