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Mourinho se queda

Ángel Ramírez

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Yo hacía tiempo que lo pensaba. Le veía en silencio, con la mirada perdida sentado en el banquillo o gritar con odio en la banda al cuarto árbitro y estaba seguro de que algo raro pasaba con ese hombre. Aquello de esperar al árbitro sentado en el capó del coche, el dedo en el ojo de Tito, los ataques a sus propios jugadores, esa afición incontenible por la cizaña no eran propias del discreto traductor que vino a trabajar hace años al Barcelona. Lo más característico de esa alma atormentada era la búsqueda de los responsables más disparatados de sus fracasos, una paranoia en la que intentaba arrastranos a todos a una irrealidad repleta de boicots y conspiraciones. Los árbitros, la UEFA, Platini, sus propios jugadores, los periodistas, todos iban en su contra porque no soportaban su sinceridad, su brillantez, que fuera el mejor entrenador del mundo. No veo demasiada ciencia ficción, pero comencé a pensar que en Mourinho había alguien más, un alma venida a provocar el Apocalipisis y que tenía como misión fundamental echarnos a pelear a los unos contra los otros a base de insidias.

La idea de su marcha me reconfortaba, mis miedos no tendrían fundamento, había sido todo un mal sueño, un exceso de suspicacia ante el que no era más que un pícaro de importación en un país donde los autóctonos abundan. Eso pensaba hasta que oí a Florentino Pérez, presidente del Real Madrid (“nuestra cultura es ganar, y nada más” ha dicho). Esa mirada, ese tono seráfico, había algo de fría complacencia en su modo de anunciar que la pesadilla se acababa, no podía quitarme de la cabeza la idea de que nos ocultaba algo terrible, que todo era una maniobra de distracción. Y me acordé de los voluntarios del Festival de Patios.

A nuestro alcalde también le veía extraño últimamente. Parecía estar en todos los sitios de paso, como esos famosos que vienen porque tenemos estación del AVE ( en fin, no es mucho más que un viaje en cercanías o en metro) y están todo el rato mirando el reloj para no perder el tren de vuelta. Y sobre todo estaba diciendo cosas raras, eso no es extraño en los políticos, pero me alertó que culpara a algunos voluntarios del Festival de Patios de estar haciendo un boicot a la celebración. Las cosas no salían mal porque estuvieran jugando de pena, perdón quiero decir porque se hubiera improvisado en tres días la puesta en marcha de un sistema de reservas y con voluntarios que se reclutaron a la carrera, el problema es que se habían infiltrado en el sistema boicoteadores que estaban haciendo de las suyas. Le ví pocos días más tarde fotografiado junto a Carlos Herrera en el Mercado Victoria ( no sé si os habéis enterado de que han abierto un sitio…) al que premiaban por su defensa de la fiesta (las corridas de toros, sí). Tenía la mirada perdida, ausente, como de candidato a la presidencia.

Pero ya todo se ha confirmado. Nieto denuncia que la oposición (¿quién si no querría mal para el gobierno municipal?, ¿Carreto quizás?) está llevando a cabo actos de sabotaje en el alumbrado público de la feria de Córdoba, manipulando “intencionadamente” los cuadros eléctricos de El Arenal. Alguien de su gabinete que intente recordar, quizás un encuentro fortuito en la estación de Atocha, un apretón de manos en alguna gala, un saludo en una visita al museo del Real Madrid. Aún no ha comenzado a manifestar su agresividad, pero así es como operan esos espíritus paranoicos, primero intentan ganar la confianza haciendo parecer loco al más cuerdo, y luego viene todo lo demás. No os equivoquéis, ese que se va a Londres es de nuevo el humilde traductor que vino a España hace años, y el espíritu atormentado que hemos visto actuar los últimos tres años está entre nosotros, en Córdoba. Que Dios nos coja confesados.

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