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Yo, pulpo ¿Y tú?

María Isabel Martínez

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Si tuvierais que identificaros con un animal que simbolizase vuestro día a día y vuestra existencia.....¿con qué animal os identificaríais?

Francamente, admiro esa capacidad que tienen los hombres de ser selectivos a la hora de ver y entender las cosas. Me explico. Un día cualquiera,  tu salón revuelto de arriba abajo, zapatos y juegos de tus hijos por todas partes, polvo de 10 mm de espesor en cada superficie plana visible, churretones de dedos y galletas en la mesa, en los sillones y pelusas con cuenta de twitter pululando a sus anchas y tú toda muerta de remordimiento y sin tiempo para nada, vas aplazando el momento orden hasta el fin de semana porque no llegas entre semana ni de coña, pero con el sufrimiento a flor de piel de ver que no están las cosas como deberían estar, según tu propia doctrina autoinfringida. Llega por fin ese sábado en el que te levantas con fuerzas -que no ganas- y le dices al estupendo en plan guay: ¡vamos a hacer actividades en familia y vamos a limpiar un poco el salón!…¿Ok?... y te dice: ¿qué le pasa al salón? ¿No lo limpiaste el otro día? A lo que tú respondes: ¿queeeeé le pasaaaa? ¿es que nooooo lo veeeees? Y te vuelve a contestar: ¡¡anda, que eres muy exagerada!! Y se da media vuelta y se va a la cocina a ponerse un café y leer el periódico…tan pancho. Y tú te quedas en medio del salón con tu cara de póker y las venas ingurgitadas en progresión ascendente con objeto de alcanzar el punto de ebullición y no sabes si liarla o liarte. Finalmente, siempre te lías por no liarla pero me parece injusto totalmente. Me gustaría tener esa visión selectiva y no ver la mierda acumulada de mi casa. Y leer el periódico y ponerme un café sosegado sin prisas, sin remordimientos, sin quemarme la garganta….

A veces cuando veo en la tele alguna de esas películas absurdas en la que los protagonistas se intercambian los roles por un extraño deseo de anhelo de lo que no se tiene -lo cual piensas en voz alta y por bocazas, se te concede- y el que era el padre se transforma en la madre y la que era la madre se transforma en el padre por una semana  o más y al final termina todo como un cuento de hadas en el que el padre valora el trabajo de la madre y la madre el del padre y hay una moraleja y una toma de conciencia, terminando todos más felices que perdices…….pues……me gustaría que en la realidad cotidiana pudiera ser de verdad experimentable, me conformo con una semana (porque toda la vida queda feo pedirlo... ¿no?)

Me gustaría poder intercambiar mi rol y activar mi visión selectiva y no sufrir por no llegar a tiempo a nada.  Me gustaría además de pagar el gimnasio, conseguir ir un par de veces a la semana, para variar. Y no sentirte malamadre por no dedicar a tus hijos el tiempo que  se merecen y no sentirme mal por tampoco llegar al 100 % de lo que tú sola te exiges como profesional. Daría lo más grande por quitarme de encima esta incómoda sensación de no llegar a todo, o más bien, llegar a todo a medias….

Y es que creo que las mujeres somos realmente diferentes a los hombres y no me refiero solo a físicamente, sino a nuestra visión y  filosofía de vida. Creo que nos exigimos demasiado sin que nadie te lo imponga. Somos nosotras mismas las que nos exigimos ser “superwoman” y lo llevamos hasta sus últimas consecuencias. Y eso no es malo hasta cierto punto, porque estoy convencida de que el secreto de la longevidad está en mantenerse activo y con la mente despierta,  por algo las mujeres vivimos más (que no mejor) que los hombres. Pero a veces, nos falta mesura y nos perdemos el bosque por ver los árboles.

Las mujeres, deberíamos aprender que hay muchas cosas imprescindibles en el día a día y otras, absolutamente prescindibles. Deberíamos aprender que la casa está a nuestro servicio en lugar de estar nosotras al servicio de ésta. Deberíamos aprender que los hijos crecen tan deprisa que cuando de verdad te das cuenta de que querrías haber hecho muchas más cosas con ellos, ya ha pasado el tiempo y se han hecho mayores (ese tiempo no se puede recuperar). Deberíamos aprender que no ocurrirá ninguna hecatombe porque un día salgamos de casa con la cama sin hacer, pero dando un paseo y charlando con tu hijo de la mano al cole en lugar de coger el coche como cada mañana. Deberíamos aprender a no exigirnos tanto. Salir de casa impoluta, bien vestida y maquillada, con los niños bien peinados y bien planchados como una buenamadre, pero a costa de haberte levantado a las seis de la mañana después de acostarte a las una…..eso es exigirte demasiado. Deberíamos tener el suficiente grado de egoísmo necesario como para de decirle al estupendo: hoy los niños y la casa son tuyos, que me voy con mis amigas a tomarme unas cervezas después del gym, ¡¡no me esperes despierto!!. Deberíamos aprender a delegar funciones y a asumir que lo que  no se haga hoy, se hará mañana o pasado…o no se hará. Deberíamos ser capaces de desactivar ese gen que debemos tener por ahí, que no nos permite relajarnos y exagera nuestro sentido de la responsabilidad hasta niveles incompatibles con la salud  física y mental.

Deberíamos ser capaces de entender la vida de otra manera. Y en este sentido, yo admiro a los hombres. Los admiro porque ellos sí son capaces de hacerlo. Van a lo imprescindible, prescindiendo de lo prescindible. Tienen tiempo de tomarse unas cañas con los amigos al salir del trabajo, antes de llegar a casa y si llegan y no hay nada preparado, pues se abren una lata o se preparan un bocata de chorizo y tan felices. No se estresan por nada relacionado con la intendencia de la casa y el manejo de los niños. Sacan tiempo para su partido de pádel con independencia de que sea la hora del baño y la cena de los peques. No van corriendo de un lado para otro con el único pensamiento en mente de si sería posible que el día de hoy tuviese 26 horas en lugar de las 24, porque me hacen falta esas dos. Miran en el armario y si no está la camisa que quieren ponerse, pues tiran de otra y son tremendamente pacientes (saben que en algún momento volverá a estar esa camisa preferida en su sitio, inexplicablemente). Nunca ven nada por medio, disfrutan del orden dentro del caos, a su manera. Si la cama está sin hacer algún día, pues no se les ocurre ponerse a ello, simplemente lo asumen como un daño colateral del día en cuestión. No se alteran si al abrir la despensa falta lo imprescindible, basta con dejar la caja de leche vacía en la encimera en plan mensaje subliminal  y desayunar en la calle (saben que mañana la despensa estará repleta de leche, por el mismo extraño fenómeno que rellena su armario de ropa limpia y planchada). No tienen que sacar tiempo de donde no lo hay para poder depilarse y ponerse un tinte una vez al mes, porque sencillamente...eso les resbala. Me resulta muy curioso que la fama la llevamos nosotras a pesar de que ellos tardan el doble de tiempo que tú en arreglarse, y con la diferencia de que cuando una mujer sale del baño, además de haberse arreglado, lo ha dejado impoluto en tiempo récord, pero claro, como te has quedado la última para entrar a ducharte (ya que antes has preparado desayunos, hecho las camas, sacado la ropa de los niños, has regado las plantas y sacado al perro......) pues te computa a ti todo ese tiempo. Y todavía te pregunta el estupendo: ¿Qué te queda? vamos tarde.....¿tarde? ...¡¡tarde es mi segundo apellido, colega!! Supongo que esa es la razón por la que se dice que detrás de cada gran hombre hay siempre una gran mujer.

Ains, ya me gustaría a mí ser así…..de verdad. Ciertamente los hombres viven menos, pero intuyo que más felices. Y deberíamos aprender bastante de su Modus Vivendi.

Yo estoy en ello.....¡¡¡En cuanto consiga dominar el punto de ebullición de mi sangre…...creo que progresaré adecuadamente!!! Un día de estos soy capaz de salir de casa sin hacer la cama...¿a ver qué pasa?...ya os contaré.

No obstante, aunque orgullosa de ser pulpo, en mi próxima reencarnación ¡¡quiero ser hombre!!...sólo por experimentar.

Dedicada a mi amiga A. con cariño.

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