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Edificios ultrabellos, II

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Fidel Del Campo

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Los antiguos de Occidente eran fans en hacer listados de construcciones únicas. Heródoto es uno de los diseñadores de la mítica lista de las siete maravillas del mundo, en donde se citan edificios ultrabellos. Como los griegos eran únicos en marketing parece que solo ellos eran artífices de estas referencias aunque otros muchos las hacían. Quedan pocas de estas maravillas arquitectónicas aunque ahí siguen las Pirámides de Gizeh. Del resto lo demás son ruinas o ensoñaciones y recreaciones varias. Pero hay mucho más y las sorpresas son aún mayores si abandonamos nuestro crónico eurocentrismo y nos vamos a Asia.  Retomo la serie de construcciones que sobrepasan la media y se convierten en emblema. Así que tras un primer paseo renuevo listado y os propongo otros sitios de indiscutible belleza:

Taj Mahal. No es palacio, es mausoleo. O sea, tumba, en este caso de una princesa muerta en uno de sus multipartos y cuyo marido/rey mandó construir esta caja de mármol infinitamente perfecta. Data del siglo XVI, cuando los mogoles musulmanes dominaban las regiones más ricas de la India del norte. Es un cubo, solo roto por cuatro minaretes, en donde el mármol reluce al punto de obligar a cerrar los ojos cuando el sol descarga sus rayos. Es también ejemplo de la precisión ornamental de los talleres de Agra, la ciudad en donde se encuentra esta tumba ultrabella. Entre las mega placas de mármol que revisten la estructura se aprecian precisos mosaicos de brillantes y coloridas teselas incrustadas en la piedra. Es el llamado arte de la “pietra dura”, que encuentra en el Taj Mahal su máxima expresión. El edificio reposa en un suave meandro del río Yamuna y está abrazado en su parte delantera por unos siempre cuidados jardines. Las guías recomiendan (yo también lo hago por experiencia) iniciar la visita a primera hora de la mañana para ver cómo el sol del amanecer hace brillar el mausoleo, con un dorado más relacionado con lo espiritual que con lo terráqueo.

Palacio de los Lamas, Lhasa. Es  más un complejo que un único edificio. Es un laberinto escalonado sobre un risco en la ciudad más alta de Asia: Lhasa, capital del Tíbet.

Los chinos han respetado el conjunto y han sabido explotarlo para el turismo con cierta sensibilidad. En su interior se suceden salas para la oración, olor a incienso y un aire sacro que emociona. La arquitectura es dura y contundente como lo es el Tíbet y el Himalaya pero al mismo tiempo equilibrada en su geometría perfecta. Priman las estructuras cúbicas, las cubiertas y azoteas planas y el uso de rocas solo suavizadas porque siempre aparecen pintadas en brillantes blancos de cal, rojos y azules. El conjunto más bien parece una mole/castillo que domina la ciudad desde lo alto. A fin de cuentas era la morada de los Lamas, los omnipotentes papas/reyes de este país de montañas y monjes. Varias touroperadoras trabajan Tíbet en España. Hay que informarse bien porque sigue siendo una zona compleja para el acceso (siempre con visa y viaje contratado de antemano).

Palacios del valle del Katmandú. La capital del Nepal, aunque ya era parada para los hippies yanquis de los años 70 ha sido relativamente olvidada por el turismo de masas hasta hace menos de una década. La lejanía de este país, incrustado en el  Himalaya, ha facilitado la conservación de buena parte de sus ciudades frente a la generalmente machacada Asia. A pocos kilómetros de Katmandú capital hay un increíble rosario de ciudades medievales con sus correspondientes centros históricos cuajados de templos y palacios. El arte nepalí es una asombrosa mezcla de lo mejor de la estética hindú, tibetana y china. La arquitectura de estos espacios, hindú y budista, está asombrosamente conservada. El valle es patrimonio de la Unesco y las zonas más importantes son peatonales y están mimadas por las autoridades. Los foros históricos de Katmandú, Patan y Bhaktapur son los más importantes. Son tres explanadas para perderse horas. Todos cuentan con la mínima infraestructura turística y buenos sitios para pararse y comer. Lo mejor es dejarse llevar por entre escalinatas y edificios, sin olvidar sus entornos naturales, en un oasís entre picos de más de 2.000 metros. A estos lugares, donde se acumulan decenas de construcciones hay que añadir el templo hindú de Pashupati; c

asi metido en el casco urbano de Katmandú. Es un centro de peregrinación a orillas del río Bagmati, donde se suceden mausoleos, altares y templos y en donde se incineran cada día los cuerpos de aquellos que desean romper con el ciclo de reencarnaciones (no apto para muy sensibles al tema muerte en vivo).

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