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Aeropuerto 2012

Fidel Del Campo

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Lejos ha quedado la exclusividad de volar y eso es bueno. Lo malo es que se ha traducido en una normalización, por abajo, del trato al cliente. Que mi billete, por milagros del low cost, cueste 10 euros no supone que mi condición humana pase a la de bulto sospechoso. Entrar en un aeropuerto es, hoy en día, perder derechos, uno a uno, sin que rechistar sirva. El primero en evaporarse es el de consumidor. La facturación implica episodios de violencia psicológica. Un ejemplo: que se te olvide imprimir la tarjeta de embarque en tu casa, como te exigen algunas compañías. Ahí empieza el horror. La discusión con el auxiliar es inútil. En cierta forma ellos son solo trabajadores obligados a seguir normas para ahorrar costes a costa de ti…cárgate además de paciencia para esperas infernales y para el test del peso de tu maleta. Admiro, por cierto, a esos grupos de veinteañeros que, para evitar que pete la balanza, lo abren todo en plena cola y se reparten frenéticamente jerseys y pantalones.

La experiencia sigue en los controles de seguridad, cuando lo que desaparece es tu condición de ciudadano. Eres un terrorista chiíta en potencia o un sospechoso de camello que ha ingerido 20 kilos de hierba. He visto todo. Mochilas saqueadas, cacheos abusivos, caos de cinturones y zapatos…a este aquelarre únele la torpeza infinita de muchos pasajeros. Ese señor o señora Torpez que decide abrir su maleta delante de ti para comprobar que no lleva líquidos o que recuerda tener un cinturón con más metal que una siderúrgica justo cuando ya estás a punto de llegar al control…

Por cierto… ¿qué potestad tiene un guardia de seguridad de una empresa privada en cachearme o inspeccionar mi neceser?

Hasta aquí ya ha desaparecido todo amparo legislativo, constitucional y de la Carta de la ONU. Pero hay más, como esas inspecciones al embarcar para evitar que lleves dos bultos o controlar el tamaño de tu bolsa. Se asemejan a la entrada en una prisión.

Y seguimos... dentro del avión abunda el borderío, las prisas para que te sientes cuánto antes y una actitud de perdona vidas continuada. No se te ocurra discrepar sobre cómo o dónde meten tu bolso de mano. Hay profesionales y soy consciente de los salarios de muchos y de las horas de vuelo que llevan sobre sus cuerpos…pero, ¿dónde queda la humanidad?.

¿Y las aduanas?. He visto compañeros atrapados por la policía por no tener un sello de segunda entrada en el país, amigos llevados a cuartos infames para interrogatorios surrealistas y preguntad, preguntad a algún sudamericano sobre lo agradable que resulta entrar en España…

Este descenso dantesco a los infiernos aeroportuarios no os resultará ajeno. Las absurdas normativas de seguridad (he llegado a pasar mi mochila a embarque con una botella de agua dentro y no me han dicho nada), el chulerío generalizado, la mala calidad de los servicios y los precios ultra caros en estas instalaciones se han hecho tan habituales que los consideramos lógicos. Aún no vemos en nuestros aeropuertos los escáneres que te desnudan. Tampoco espero ninguna reacción cuando aparezcan.

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