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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Todo lo que quisimos

Imagen de María Jiménez

Magdalena Entrenas

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Este es el sugerente título de Cosmopoética, el Festival de Poesía que a partir del 29 de septiembre celebrará su veinte aniversario e inundará Córdoba de sentido y sensibilidad.

¿Y qué es lo que quisimos? … no sé si a ustedes les pasa, pero yo quise cosas que no fueron y otras que fueron, aunque a cada paso que doy se desdibujan más. A la nostalgia del fin del verano, se une ahora la tristeza de comprobar que mucho de lo que quise y formó parte de mi vida, o está en franca decadencia, o tiene muchas papeletas para no volver jamás.

La tarta de chocolate, por ejemplo. Resulta que ahora en su lugar te ofrecen eso que llaman “coulant”. Un postre horrible de bizcocho caliente - perdona ¿bizcocho caliente?- con un relleno de chocolate aún más caliente sin sentido alguno. ¿Qué parte se han perdido de que el chocolate es negro, frío y duro? O los hijos, esos que han crecido y te recuerdan a cada rato que ya no son aquellos pollitos que corrían a tu encuentro llamándote “mamita”. Volaron también los tacones que adoré, mis cejas depiladas, los collares de perlas, mi despertador y todos esos DVD que solo puedo escuchar en un reproductor con los días contados. Por cierto, a las baladas de toda la vida ahora le llaman “música triste”.

Tan triste como lo que siento cuando en la apertura del año judicial compruebo que las cosas menos banales también están desdibujadas. Un Tribunal Supremo con un presidente en funciones; un Consejo General del Poder Judicial presidido por un vocal en funciones de sustitución y un Fiscal General del Estado también en funciones. Del prófugo cobarde del maletero que nos tiene en jaque ni habló. La justicia en mayúscula está descafeinada y con suplentes, como la tarta de chocolate de siempre.

Antes cuando iba a “actuar” -!qué bonita expresión!- a un Tribunal que no conocía de antemano, me informaba de cómo funcionaba el juzgado, del criterio de su señoría ante la prueba, o de su actitud en las vistas. Ahora pregunto, también, como piensa su señoría. Está claro que aquella independencia judicial de arriba abajo que quise y admiré, que suponía que la política no formaba parte de la ecuación, está demodé. Tan demodé - dicen algunos- como Alfonso Guerra hablando en la Cope sobre la amnistía y la técnica del salchichón… ¡pero cuánta razón tiene!

Y es que en la justicia de cada día echo en falta a aquellos jueces discretos que no hacían confesión ni alarde público sobre sus convicciones. Solo estaba la ley. Ahora, tal vez por la falta de rumbo, abunda el exhibicionismo en las redes, por no citar la legión de los justicieros de Twitter - ¡perdón X! - que se atreven a dictar sentencias en forma de tuits, sin demanda ni contestación. En caliente y previsibles, como los horribles coulant.

Si, lo confieso. Creo que también quise aquel tangazo negro que María Jiménez nos enseñó, su resiliencia, su vitalidad desinhibida, su sensualidad y ponerme el mundo por montera en forma de penacho de plumas. Gracias por enseñarnos el camino y a decir #seacabo

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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