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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

¿Qué nos queda de aquellos políticos?

Julio Anguita, como alcalde de Córdoba.

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Cuando acaba de lanzarse en exclusiva el documental sonoro Anguita y Julio me pregunto, ¿qué nos queda de aquellos políticos honrados que estaban por encima de su interés y hasta de su ideología por el bien común? El otro día, Luis Martín, exconcejal, y Rosa Aguilar, exalcaldesa, nos contaban en una tertulia que Aznar vino a Córdoba con motivo de un congreso sobre síndrome de Down y que llamó a Julio Anguita. Rosa fue testigo de aquella llamada y de cómo ambos políticos se fueron a comer juntos a un conocido restaurante de esta ciudad y después a jugar toda la tarde al dominó.

Fruto de mucho esfuerzo y entendimiento político vivimos hoy en un estado democrático y de innegable bienestar con logros que sería hasta perverso no valorar. Ese desprecio por omisión que impide valorar lo que tenemos me resulta intolerable.

Gozamos de una sanidad publica gratuita que te llama para recordarte que te toca la mamografía. O te manda un kit para recogerte una muestra de la prueba que considera debes hacerte. Una sanidad en la que sería impensable lo ocurrido esta semana en Tennesse: una mujer detenida y obligada a abandonar el hospital por no tener seguro médico, mientras gritaba “me voy a morir ”. Luego se murió. O una educación pública de altura en la que el precio de una matrícula universitaria es mínimo.

Hemos tejido, también con mucho esfuerzo, años de políticas sociales y solidaridad fiscal, un catálogo de ayudas “extra” para los que no puedan pagar ni esa matrícula, o que necesitan un empujón para vivir con una mínima dignidad. Por eso, cuando llega el día de pagar los impuestos, me reconforto pensando que mi dinero va a parar a alguien que lo necesita mucho más que yo.

Pero cuando veo que no es así y que los que tienen más se benefician de mis impuestos, me siento totalmente estafada. Mis hijos alguna vez me dijeron de “pedir” una beca en base a su aprovechamiento académico y a que éramos “familia monoparental”. Eso también “puntuaba”. Jamás la pedí y, además, les hice ver que no se trataba de cumplir o no los requisitos, sino de necesidad real y de no mermar las ayudas de quienes de verdad las necesitaran. ¿Conciencia social se llama?

Hemos llegando a un nivel de frivolidad de tal calibre, a una política tan agresiva y enfrentada, a un desinterés tan descarado por el ciudadano, a un universo de diputados tan trincones y corruptos, de vicepresidentes que piden bonos con un saldo en cuenta millonario, de otros que se gastan millones en personal para gestionar apenas un ciento, y hasta de partidos que desprecian tanto las instituciones, montando circos mediáticos en forma de moción de censura y utilizando para ello a ancianos otrora venerables, que siento ganas de exiliarme.

¿Se imaginan a los personajes de hoy compartiendo mesa y mantel y jugando al dominó ? Yo desde luego que no. ¡Qué pena!

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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