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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

El género epistolar y la justicia

Cartas y la balanza de la justicia

Magdalena Entrenas

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Al presidente le gusta el género epistolar, a mí también. He escrito muchas cartas en mi vida y también me las han escrito. En algún lugar de mi casa están guardadas, agrupadas por destinatarios y atadas con lazos de color.

He escrito cartas de amor, de amistad, cartas tristes de despedida, de desengaño y hasta de dimisión. En un mundo tan virtual y digitalizado, tan efímero y superficial, conservar en papel y tinta indeleble las palabras que describen sentimientos, te permite volver a explorarlos con la distancia del tiempo. Un privilegio.

De todo aquello que guardo en papel tengo un recuerdo nítido, de lo demás una nebulosa. Sé el día exacto de la comunión de mi hija y los detalles más sutiles de su vestido por la foto que hay en mi mesilla con la carta pegada detrás que le escribí. Para cuando se graduó ya me había tirado al fango de lo digital. No tengo foto, ni carta. Sé que fue un día de junio.

Miren, las denuncias en este país se admiten -todas- por los juzgados de instrucción. Tiene que ser algo manifiestamente absurdo para que no sea así. Y es verdad que a veces el odio, la venganza, los intereses espurios o el chantaje, se manifiestan en forma de denuncia. La utilización de la vía penal para otros fines es un recurso antiguo y sobradamente conocido para los que nos dedicamos a esto.

Para quien lo sufre, pasar por el trámite humillante, doloroso e indigno de tener que acudir ante un juez a declarar por una cosa que no has hecho, pura infamia de alguien que quiere hacerte daño, es una gran putada. Me ha pasado.

Yo también escribí entonces una carta de indignación. Lo hice para mí misma y me conmuevo al releerla por lo injusto de la situación y el gran dolor que sentí. Pero hoy me alegro de no haberme creído en una situación de privilegio, de haber intentado “tocar aquí o allá” para evitar esa declaración. Hubiera sido la antesala de la injusticia. Ni lo hice, ni era posible ¿hoy es distinto?

Cuando algo así te ocurre, la única salida es contar con una justicia libre y profesional y confiar en ella. El camino de maniatar a los jueces y polarizar la justicia es terrible. No para ellos, sino para los ciudadanos. Si en la Fiscalía general ya se desayuna por colores; si llegamos al extremo en que los operadores jurídicos no pueden hablar solo de derecho porque están polarizados, mal vamos.

Aquella denuncia mía terminó en la papelera de la justicia por su propio camino. Llegó el archivo después de declarar. De lo más doloroso e injusto que me ha pasado. Me lo tomé como lo que debe ser: el camino de la justicia en un estado social y democrático de derecho tiene muchas ventajas y también algún inconveniente. Sin más.

Si unos hijos de puta van a por ti y te obligan a defenderte con todo el escarnio que esa situación ya supone (oír eso de “cuanto el río suena agua lleva ”, “algo habrá hecho”) tienes que seguir adelante. La alternativa, una justicia de favores, una justicia de colores, una justicia de trato desigual no es justicia. Abrir la puerta a un estado bananero, en donde los jueces y los fiscales no puedan hacer su trabajo con libertad y profesionalidad, es la cosa más terrible que nos puede pasar.

Siempre queda el consuelo y hasta el desahogo de escribir una carta y reafirmarte luego en tus convicciones cuando todo acaba. Claro, eso depende de lo sincero que seas en tu carta. Los jueces te juzgan a ti, pero tus cartas te juzgan a ti mismo. Lo sé.

Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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