Lo confieso. Veo cada noche First Dates. Ese programa al que acuden a buscar a su media naranja almas de todos los colores a las que escudriñamos es la primera cita. Un ejercicio sociológico interesante y una ventana al mundo real impagable.
Hombres peludos, vestidos con encaje, barba y labios rojos. Chicas femeninas que rompen cualquier estereotipo lésbico. Tatuados, con piercing, con crestas o con gomina y chemise lacoste. Transexuales, pansexuales, querr, de género fluido, los que buscan el poliamor o una relación abierta y hasta los que quieren pareja pero no sexo. Hombres y mujeres, o lo que sean, tan diversos como sus maneras de relacionarse entre sí y con el resto del mundo.
España ya no es lo que era y no creo que vuelva a serlo. Lo de masculino y femenino, heterosexuales, monógamos, casados y con hijos, se acabó. !Hasta la Monarquia ha dejado de ser lo que era en cuestión de relaciones, fidelidad y sexo! ¿ o no ?. Y ya me dirán el colectivo LGBT, que cada vez que lo nombro resulta que me falta una letra nueva.
Por eso no es de extrañar que a la hora de expresar la realidad de muchas de estas personas y sus relaciones, nada encaje en el diccionario. Sin defender a la Ministra Montero con eso de “ellas”, “ellos” y “elles”, o añadir una “ e” allí donde le peta, como si con ello solucionara el asunto, lo que digo es que “First date” me ha enseñado que tal vez ha llegado el momento de entender que todo ha cambiado y que el lenguaje debe hacerlo también.
Un solo ejemplo, cuando nacieron los Colegios profesionales lo hicieron sin que existieran mujeres entre sus miembros. En ninguno. Tiene por ello toda la razón de ser que fuera “ Ilustre Colegio de Abogados” o “Colegio oficial de Arquitectos”. Tuvieron que pasar muchos años y hasta siglos, para que llegaran las primeras mujeres a sus listas, pero hoy puede que en algunos las mujeres sean incluso mayoría.
Lo curioso es que otros colectivos que, por contra, han sido tradicionalmente de mujeres, no han utilizado para nominarse el género femenino. A nadie se le ocurría que fuera “ Colegio Oficial de Enfermeras” -ni cuando no había un solo hombre entre sus filas - y a todos nos parecía correcta y de lo mas normal la fórmula inclusiva de “Colegio oficial de Enfermería”.
Si además lo de desdoblar (“abogados y abogadas” “médicos y médicas”) es mucho peor y lingüísticamenre agotador, creo que ha llegado el momento de buscar alternativas inclusivas. Sigamos la senda de la enfermería y desde ahora propongo que sea, por ejemplo, “Ilustre Colegio de Abogacía” o “Colegio oficial de Medicina o de Ingenieria”. Ser enfermero y pertenecer al colegio de enfermeras es tan anómalo como ser abogada y pertenecer al colegio de abogados. ¿que da igual?… pues más a mi favor.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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