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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

La descerebrada memoria de otros tiempos

Los tiempos descerebrados.

Magdalena Entrenas

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Aún recuerdo la consulta a la que mi madre me llevaba en la que Don José, el “médico de niños”, nos recibía con su bata blanca y el cigarrillo encendido en la comisura de los labios. Me medía, me pesaba y, si tenía tos, me subía en un taburete metiéndome en un artilugio a modo de sandwichera en el que me aprisionaba con una pesada placa (el frío en mi pecho desnudo aún lo siento) y, ¡zas ¡disparaba con un botón mientras me decía “no te muevas”. 

Luego, anotaba a mano cifras y cosas ininteligibles en la cartulina blanca con mi nombre que había sacado de una cajonera de cartón con la letra “E” de mi apellido. Para cuando nos íbamos, el cenicero de latón de Don José acumulaba muchas más colillas que las que había a la llegada. 

Hubo un tiempo en que, con el carnet de conducir recién estrenado, con el SEAT 133 heredado de mi hermano y con cuatro o cinco amigos apelotonados detrás, recorría los garitos de moda de las noches cordobesas con cubata aquí, vodka con naranja allá y un lumumba de postre, sin soltar ni un rato el volante de aquel diabólico coche.

Existió otro tiempo en el que a los niños se nos daba leche de vaca recién ordeñada; las embarazadas fumaban sin límite y comían mucho jamón; los adolescentes fumaban desde los trece en el recreo del colegio y lo guay llegaba, por fin, en la Universidad donde ya se fumaba dentro de clase. La densa nube de humo que se creaba en la atmósfera no te dejaba ni ver la pizarra. Los adultos fumaban en los Juzgados, en las oficinas públicas, en el descanso del cine, en el trabajo, en las discotecas y hasta en los hospitales.

Existió un tiempo, también, en el que a los niños, desde muy pequeños, se les distraía en los restaurantes o en su casa viendo dibujos en las tablet o móviles de los padres, enganchándolos desde bebés al uso del móvil y a manejarlo hábilmente con sus deditos; hubo un tiempo en el que el “raro” era el niño que a los 8 años no tenía su propio móvil con acceso ilimitado a internet. 

Hubo un tiempo en el que los niños tenían grupos de Whatssap en los que colgaban fotos robadas de otros, sin permiso, ni control; que hacían vídeos de Tik Tok con contenidos impropios y exhibicionismo puro y duro. Hubo un tiempo en donde los niños podían llevar sus móviles al colegio y accedían a contenidos pornográficos, violentos o agresivos, como si nada, interiorizando esos comportamientos como algo normal. 

Hubo un tiempo en el que los adolescentes - y hasta niños más pequeños- accedían con sus dispositivos móviles a páginas de citas, de intercambio de sexo, o de contactos; y que se adentraban en esos mundos, donde eran fácilmente atraídos y engañados por depredadores sexuales, porque sus propios padres, irresponsablemente y sin control, eran los que les abrían las puertas con el móvil regalo de reyes de última generación. 

Afortunadamente, llegó un día en que todo eso se prohibió. ¡Qué tiempos, aquellos de descerebrados irresponsables! 

28 de enero de 2034 

Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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